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Un grupo de senadores kirchneristas presentó un proyecto, y comenzó a debatirlo en comisión, para que los Derechos Especiales de Giro (DEGs) que eventualmente reciba el país de parte del Fondo Monetario Internacional no sean utilizados para repagar las cuotas de capital que vencen en septiembre y diciembre de este año, sino en gasto social para aliviar los efectos de la pandemia.

Es probable que tal distribución de DEGs, que cuenta con el apoyo del Tesoro estadounidense, ocurra en algún momento durante los próximos dos meses. Argentina, como ya fue discutido en esta columna, está gastando a cuenta de lo que le tocaría.

Víctima de abuso verbal pero siempre fiel acólito vicepresidencial, Oscar Parrilli, impulsor de la iniciativa, se afanó en aclarar que ésta nada tiene que ver con las disputas internas del Frente de Todos, que tienen por estos días al ministro Guzmán en el centro de los dardos del más rancio kirchnerismo. El pobre Ministro ya no puede ocultar los moretones.

Por el contrario, dijo Parrilli, una ley que imponga las restricciones propuestas sería para el Ministro una herramienta para la negociación con el FMI. Cuesta imaginarse a los funcionarios en Washington temblando ante tan poderosa herramienta. Parrilli debió aclarar las intenciones del proyecto luego de que los malpensados senadores de la oposición sugirieran que, vista su redundancia, sólo buscaría pasarle facturas a Guzmán.

Es interesante recordar que la distribución de DEGs no nos corresponde por derecho natural, como parecerían suponer Parrilli y sus representados, sino por decisión de los países miembros, y en particular de los países más poderosos.

También es interesante recordar que el DEG no es ni una moneda ni un activo frente al FMI, sino que representa un activo potencial frente a las monedas de libre uso de los países miembros del FMI. Convertirlo en dinero “usable” dependería de la concertación de acuerdos de canje voluntario entre países miembros o de la designación, por parte del FMI, de países miembros con una sólida situación externa para que compren DEG a países miembros con una situación externa poco firme. Al parecer, un beneficiario de un plan social no sería elegible para recibir DEGs. ¡Fuera, FMI!

Volviendo a lo mundano, luego de ser vapuleado por derecha y por izquierda, Guzmán vuelve a hacer turismo en Europa, junto con la comitiva presidencial. Hace bien: los aires por aquellas latitudes le serán más saludables. Presidente y Ministro intentarán negociar apoyo de los países para el acuerdo con el FMI y la refinanciación de los vencimientos con el Club de París. En la valija negociadora se llevan la herramienta de Parrilli y compañía.

Cuesta entender qué retiene a Guzmán en su cargo. No manda sobre sus subalternos, no lo escucha más Cristina, le sacan leyes para trabar su labor y recibe críticas a diario de parte del gobernador Kicillof, que tan bien hace su trabajo en la provincia que hasta le sobra tiempo para ocuparse de los asuntos de la Nación.

Guzmán rompió muchas reglas no escritas del kirchnerismo: fue al programa de Carlos Pagni en el canal La Nación+, visitó a varios fondos en Nueva York, se juntó con el FMI en Washington y con miembros del Club de París en Europa, se fotografió junto al Papa Francisco y trató de despedir al subsecretario Basualdo. ¿Son señales de una postura desafiante o señales de que quiere irse corriendo? Y si se quiere ir, ¿qué se lo impide? No parece que con desearlo alcance.

Es un equilibrio curioso el que sostiene a la coalición oficialista. Todos, en el Frente, y en especial el kirchnerismo, saben de la necesidad de estar unidos para ganar. Quizás por eso sea que no se puede ir Guzmán: para mantener la unidad. El problema es que el kirchnerismo siente que tiene el derecho a tomar todas las decisiones.

Este equilibrio tan frágil viene siendo nocivo para la economía. No hay un norte claro, y lo que un funcionario hace, otro lo deshace. Como dijo Domingo Cavallo en una entrevista: “Si el que va a manejar la política económica es Kicillof, que lo pongan al frente y que sea el responsable” (del choque, quiso decir). Sería un ejercicio interesante que él estuviera a cargo de las negociaciones con el FMI, para comprobar cuán crítico del asunto seguiría siendo.

En ocasiones, parecería existir una tendencia a la simplificación en ciertos asesores del oficialismo. Gastan los DEGs a cuenta, gastan los dólares de la cosecha a cuenta, dan por sentado que el buen fario los acompañará hasta el infinito. Y suponen que el préstamo que nos otorgó el FMI es un problema para el organismo, por causa del monto involucrado.

El asunto de los DEGs deja bastante en claro lo etéreo del balance del FMI. Argentina no lo puede quebrar, aunque no pague. Pero no pagar sí podría quebrar (más todavía) a Argentina. Todavía podemos suponer que después de las elecciones (tal es el perverso orden de prioridades de la política) volveremos a la mesa negociadora, más dispuestos a aceptar las condiciones. Por lo pronto, el jueves pasado Argentina canceló una cuota de intereses con el Fondo: US$ 298 millones pagados con reservas.

Hay pocos antecedentes de default con el FMI: la mayoría en los años ’80. Hoy sólo Sudán y Somalia están en tal condición. A ninguno le fue bien.
Fuente: El Entre Ríos

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