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Un grupo de justicialistas reunidos en Gualeguaychú se ha autodesignado como “justicialistas racionales”. Debo admitir que no estoy alineado con nadie, pero en un primer momento esa calificación me chocó.

Porque no es novedad que me gusta complicar las cosas, y es por eso que lo primero que se me ocurrió es que me encontraba con un agravio gratuito a compañeros suyos, que de esa manera y por exclusión pasaban a ser considerados como “justicialistas irracionales”. Inclusive, más que un agravio gratuito, una afrenta de la que no se vuelve.

En la medida en que desde chiquito supe que entre los animales era el hombre -ahora habría que agregar y la mujer- el único animal racional. Y hasta a mí, que repito no estoy alienado con nadie, me pareció muy fuerte esa manera disfrazada de referirse a otros compañeros como animales.

Consultando con amigos, de esos que se las saben todas, llegué a otra conclusión. De que todos los justicialistas son iguales, no porque sean animales, sino porque todos ellos son racionales.

La diferencia está que en Gualeguaychú hubo quienes se preciaron -y eso es algo que me satisface- que ellos se consideran justicialistas “razonables”. Una cosa bastante distinta, ya que viene a decir de su pretensión de comportarse de una manera sensata y prudente, y fijase metas acordes con esa manera de comportarse.

Lo de irracional es otra cosa, ya que tiene que ver con la aplicación de métodos adecuados para avanzar hacia fines de los que se mencionan como “inconfesables”. O sea, armar las cosas bien, aunque sabiendo que el resultado cuando no es un verdadero disparate, es malo y dañino para la mayoría.

Como conclusión: debo admitir que entre todos nosotros encuentro una rara mezcla de razonables y racionales.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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