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Pactos de la Moncloa. ¿Es posible en Argentina?
Pactos de la Moncloa. ¿Es posible en Argentina?
Pactos de la Moncloa. ¿Es posible en Argentina?
Viviendo en una sociedad confundida

A nuestra sociedad actual, tal como lo acabamos de hacer, se la puede calificar de distintas maneras, la mayor parte de ellas negativas, como no podía ser de otro modo, dada nuestra innegable decadencia.

Por Rocinante

Y entre esas adjetivaciones, no es la menor, la que es consecuencia del hecho que, si en gran parte del tiempo vivimos confundidos es porque a la nuestra cabría considerarla como una sociedad de por sí confusa, y que, como resultado de ello, se nos ve razonar y actuar, tantas veces sin siquiera darnos cuenta, como seres en estado cercano al sonambulismo.

Un fenómeno del que en parte somos nosotros mismos culpables, inmersos en una responsabilidad en su mayor parte nuestra, en un contexto complejo que hace comprensible y hasta fácil mostrarnos de esa manera.

Aunque se hace necesario destacar, ello es a la vez en otra gran parte, producto de la presencia de quienes se ocupan con un empeño digno de mejor causa de alimentar esa confusión, por el provecho que muchos sacan de lo que cabe asimilar a un río revuelto.

Todo ello, en contradicción con lo que se debería inculcar en el seno de las familias y en el paso por la escuela, y que lleva a la creencia equivocada que la utilización de la mentira puede resultar un buen negocio.
El acto comicial como un ingrediente del proceso electoral
Una acendrada y a la vez condenable manera de mirar las cosas, es el no tomar conciencia que el día en que se vota, no es sino la culminación de un proceso electoral, el que ni siquiera termina allí, sino que se prolonga hasta contar con los resultados definitivos del escrutinio (y lo manifiesto de esa manera, por cuanto lo que se conoce como escrutinio definitivo, no es tal, en la medida que pueden darse situaciones conflictivas en relación al mismo que exigen una resolución judicial).

Es por eso que el regodeo frecuente, vinculado con la normalidad y limpieza del acto electoral puede llegar a ser una calificación, no solo errónea, sino hipócrita de la realidad, cuando la limitamos de esa manera al acto electoral en sí, haciendo abstracción del resto del proceso electoral. El que puede considerarse falseado tanto por los comportamientos anómalos observables en otras etapas del proceso, como son la campaña electoral previa al funcionamiento de las mesas electorales, o las tareas de escrutinio posterior.

Es así como yendo al caso del último proceso eleccionario, se podría calificar al de votación en líneas generales como un acto que merece una evaluación como de aceptable, dejando de lado comportamientos anómalos que cabría tener por casi anecdóticos.

Se hace por eso remarcable en forma positiva, la circunstancia que la fiscalización del acto electoral, muestra la novedad de que los fiscales no necesariamente son adherentes a una determinada agrupación política, sino que esta función es cada vez en un mayor número de casos, efectuada por miembros de organizaciones de la sociedad civil que centran su accionar en una mejora de nuestra calidad institucional.

De allí quito relevancia, lo que no significa seguir alertando sobre situaciones de este tipo, a la subsistencia acotada del voto en cadena, y sus adaptaciones en estos tiempo de la explosión de la utilización de celulares; el arreo de futuros votantes empapelados, al lugar donde deben votar, o al acto de volcar el padrón en el caso de que en la mesa electoral se encuentre solo presente el fiscal del partido oficialista, sin ningún otro control.

Pero en cambio esa limpieza del acto eleccionario, no significa que no se haya llegado a él, falseando el proceso electoral previo, mediante el logro de adhesiones conseguidas por la impudicia presente en “la platita”, con sus diversas variantes, a la que hacía referencia con sinceridad, también impúdica, el ex ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, y actual diputado electo por ese distrito.

Todo lo dicho, no tiene como es obvio lo que sería el mal intencionado propósito de asimilar este reciente proceso electoral, al de Nicaragua, donde también pudo hablarse de un acto eleccionario limpio, precedido por un proceso electoral de características no solo escandalosas sino indecentes, teniendo en cuenta la violencia desatada desde el gobierno en relación a la oposición.

Ni tampoco significa que haya quien esté habilitado para tirar la primera piedra, si se tienen en cuenta la seguidilla de corruptelas de todos los grados y matices que jalonan nuestra historia en materia de elecciones. Ya que lo importante es empeñarnos en comportarnos permanentemente de mejor manera.

Es aquí donde se hace presente la tarea indispensable de una manera permanente de seguir concientizando a toda la población, hasta que toda ella rechace cualquier anomalía deliberada por parte de los actores del proceso electoral.
Una búsqueda de coincidencias mal rumbeada
¿Quién entre nosotros no recuerda haber escuchado hablar de “los Pactos de la Moncloa”? ¿Quién no ha oído alguna vez a tantos integrantes de nuestra dirigencia política decir que se debería arribar a un acuerdo de esas características?

Antes que nada resulta útil recordar que “Los Pactos de la Moncloa” fueron formalmente dos que llevan ese nombre por haber sido suscritos en el Palacio de la Moncloa, sede del gobierno de España desde 1976. Los cuales formalmente fueron dos denominados Acuerdos sobre el programa de la economía y Acuerdos sobre el programa de Actuación jurídica de Política, ambos con el objetivo de procurar la estabilización del proceso de transición al sistema democrático, así como para adoptar una política económica que contuviera la gran inflación que alcanzaba el 26,39% (!!) y que llevó a la institucionalización exitosa de ese país.

Y que trasplantar esas coincidencias, por lo demás, encomiables a nuestra sociedad en las actuales circunstancias, de hacerlo atendiendo más al método que al contenido, se bien es una necesidad ineludible, no se puede pasar por alto la circunstancia, que resultan equivalentes a la importancia de atender a esa necesidad, las resistencias casi siempre subterráneas que contra ella es dable encontrar, muchas veces en los mismos que la reclaman.

No se puede decir que esas resistencias, tanto las que se exteriorizan como las que se callan, sean exclusivas de quienes actualmente gobiernan y sus seguidores, mientras que el resto de la población, comenzando por la oposición más beligerante, pueda ser descrita, tal como lo decía una de mis abuelas, conformada por ánimas benditas, corazón de rosa.

De lo que no puede dudarse, en cambio, es que quienes gobiernan tienen la responsabilidad mayor al momento de convocar e impulsarla. Una tarea que cabe reconocer que no es nada fácil de poner en marcha, en momentos en que la confianza pública se ha trastocado en desconfianza, y que la palabra oficial, fundamento esencial de su autoridad, se encuentra enormemente devaluada, no solo como consecuencia de errores no forzados.

Es que no puede menos que tenerse como evidente, que un gran número de actitudes de los integrantes del gobierno, comenzando por las del propio presidente, unido a ese silencio de la vicepresidente tan solo interrumpido espaciadamente por contundentes latigazos verbales, no contribuyen en nada a crear el clima indispensable para que la sociedad toda venga a concordar (la concordia, etimológicamente dice de “corazones que laten al unísono) de un modo que a la vez de ser fructífero, es de los que hermanan.

Los discursos, declaraciones y mensajes de nuestro Presidente, sobre todo los que siguieron a las recientes elecciones, unidos a los dichos de sus múltiples voceros, y también de quienes se dicen tales sin serlo, no parecen sonar a nada que se parezca a la convocatoria a un diálogo social. Sobre todo cuando da la impresión que muchas de las palabras utilizadas en esas alocuciones tienen un significado que difiere tanto de esa intención; que lo es hasta el punto de asemejarse a sus antónimos, tal es la distancia que media entre lo que se hace en forma simultánea a utilizarlas, con la de los términos y expresiones referidas, tal como son entendidas por el común de la gente.

A lo que se agrega un acto puntual cual es que, a poco más de un mes del momento en que cambie la composición del Congreso de la Nación, y aprovechando que su actual composición les es favorable, se decidió la ratificación de un número escandaloso de Decretos de Necesidad y Urgencia e infinidad de proyectos de ley que inexplicablemente estaban en situación de descanso, hasta que precisamente ahora entró el apuro.

Consideraciones que se pueden reducir en una frase escuchada a los chicos cuando jugaban entre sí, y no solitariamente con su celular, cuál era la de así no vale”.
Fuente: El Entre Ríos

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