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Foto: Rubén Comán/El Entre Ríos.
Foto: Rubén Comán/El Entre Ríos.
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En nuestra pasada edición impresa publicamos declaraciones de la actual secretaria de Turismo y Cultura de Colón, de una larga experiencia en la materia, por la manera prolija de su desempeño en sucesivas administraciones municipales de distintos intendentes en materia de turismo. Como integrante de la actual administración, se ha caracterizado hasta el momento -como no podía ser de otra manera- de lanzar consignas que tenemos la esperanza que sirvan de esqueleto para estructurar su gestión. En el transcurso de esa entrevista dejó picando una idea, que no es otra cosa que una loable convocatoria, respecto a la manera en que los vecinos encaren sus relaciones con los funcionarios.

Fue cuando señaló que por una parte los vecinos no pueden dejar de reclamar ante situaciones que exijan la atención de las autoridades locales, como una forma de balancear, o de tener una contraprestación, ante el ejercicio por parte de las decisiones de todo tipo que se tomen en el ámbito de su competencia.

Esa es al menos nuestra interpretación de sus dichos en el sentido de que es necesario “reclamar y hacer cumplir”. Aunque habrá quien señale que la consigna, al menos así entendida resulta incompleta, ya que no se trata tan solo de reclamar sino de que se atienda -y por lo menos se dé la impresión de que se los ha tenido en cuenta, desestimándolos fundadamente si es necesario- a los reclamos en forma rápida y acabada, con el solo requisito que ellos sean razonables.

Y entre nosotros pasa algo que hace recordar a las estadísticas en materia de ocupación, las que no computan como “desocupados” a las personas que lo están, pero que a pesar de querer trabajar han dejado de buscar hacerlo, porque se han vuelto conscientes que ante las condiciones del mercado no existe sino una posibilidad remotísima de encontrarlo.

Todo lo cual, en forma gráfica, aunque habrá quienes la considerarán poco ortodoxa, hablando claro viene a querer decir que la actual administración habría decidido acabar con el ¡Viva la Pepa! que cundía entre nosotros.

Un desafío mayor, que exige comenzar con una campaña educativa en la que se requiere una dosis grande de persuasiva paciencia, ya que nadie ignora lo difícil que resulta el deshacerse de viejas mañas, de esas que hemos ido incorporando a la vida comunitaria hasta extremos que ni siquiera somos conscientes de ello. Como que deba advertirse que todos somos esclavos de las propias palabras, las consideraciones de la funcionaria dan para más, ya que tienen lo que -según se dice- “mucha miga”, y en consecuencia hará que en alguna ocasión no lejana volvamos sobre ellas.

Mientras tanto- hacemos referencia a una “idea de Colón” que ella explicita y que haría de la ciudad otra cosa, si todos, además de compartirla, estuviéramos dispuestos a pagar el costo mínimo que significa llevarla a la práctica. Es cuando dice: “Queremos tener una ciudad linda para vivir, para que sea una ciudad linda para visitar. Tenemos que recuperar una ciudad bella y volver a enamorarnos de Colón”. Luego de lo cual da una definición extraña de lo que somos, al señalar lo siguiente: “Somos una ciudad alegre”. ¿En realidad lo somos? Cabría que decir que, si con ello queremos decir que contamos con todas las posibilidades para que la nuestra sea “una ciudad vivible”. Por más que haya quien nos advirtiera que, según un viejo diccionario, la palabra “gay” en inglés ?hasta la?década de 1970?significaba “alegre” o “divertido”.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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