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Ha tomado estado público un informe oficial de la Municipalidad de Colón referido, entre otras cosas, a los resultados económicos de la Fiesta Nacional de la Artesanía, que de una manera evidentemente exitosa acaba de realizarse, de esto hace muy pocos días. Respecto a esa información, lo que consideramos -aunque habrá muchos que opinarán en disidencia- aquello que nos parece necesario remarcar y destacar en forma prioritaria, es la insólita y a la vez encomiable celeridad con la que se dio a conocer a los vecinos los indicados resultados económicos de la celebración, plasmado en un balance, en el que como es de rigor, aparecen desagregados los egresos y los ingresos, y su conclusión final que acusa una pérdida, que tomando en consideración alguno de los tantos dólares que como una “curiosidad muy argentina” se cotizan en nuestro mercado, tanto oficial como extraoficial de divisas extranjeras, es de una suma aproximada a los 100 mil dólares estadounidenses en billetes contantes y sonantes.

Es que no se debe poner de relieve que esa celeridad en “mostrar las cuentas” es una señal de transparencia administrativa institucionalmente importantísima, que viene a alivianar, aunque más no sea en una proporción modesta, la opacidad endémica de nuestras administraciones públicas.

Independientemente del hecho de considerar que “la fiesta” debe en este caso continuar, a pesar de este resultado negativo, debemos expresar que no estamos del todo convencidos de la consistencia de la argumentación que sirve para glosar el informe y tratar de restarle importancia a los resultados económicos del evento, como si ellos fueran una cuestión menor, frente a beneficios anexos -las famosas “externalidades” de los economistas- en infinidad de ámbitos, inclusive en lo que respecta a la economía de la ciudad considerada como un todo.

Debemos admitir que no resultaría extraño que esa postura dubitativa que exhibimos -con la que vendríamos a decir que la fiesta debe continuar, pero al mismo tiempo se debe poner una atención minuciosamente cuidadosa en “los números”, buscando que la misma tenga un resultado superavitario- debe estar influenciada en el rechazo que nos produjo escuchar los argumentos del ministro de Transporte de la Nación, en tren de pretender justificar el endémico déficit multimillonario de Aerolíneas Argentinas, “nuestra” aerolínea, que después de sus anuncios, mucho hace temer que se vuelva más desbocada de lo que actualmente está.

Y antes de concluir permítasenos efectuar dos digresiones. Una tiene que ver con el caso no frecuente en que “la fiesta” arrojó un resultado positivo -de paso, resultaría importante que las autoridades municipales se tomaran el trabajo de buscar elaborar un informe con los resultados económicos de todas las ediciones de ella, desde la primera hasta nuestros días-.

Fue en una edición que la Municipalidad de Colón decidió aplicarlo, a través del ente de relativa autarquía que se encargaba de la organización de aquella, de la compra de un inmueble de una extensión significativa en la Sección Quintas de la ciudad, destinado a convertirlo en lo que nuestros hermanos uruguayos denominan un “predio ferial” para servir de habitáculo al evento, y yéndose del Parque Quirós, de manera que sus instalaciones puedan cumplir con su finalidad específica (no hay que olvidar que su fundador, Herminio Quirós, siempre lo tuvo y siempre pensó que debía seguir siendo un “parque escolar”, para terminar como lo es ahora un “parque de tiempo parcial”).

Pero continuando con el relato que motiva esta digresión, debemos agregar que el proyecto, como sucede con tantos otros en los que las autoridades públicas están de por medio, no solo quedó trunco, sino que se asistió a un “desvío de su destino primero”, ya que se lo convirtió en una cantera de broza, que al agotarse dejó un enorme hueco, que se trocó en basurero, y ahora será el destino final de los escombros que quedan de la demolición parcial, por las innombrables causas conocidas, de una parte de la estructura edilicia de la Escuela Normal de Colón.

En fin, casi una expresión simbólica de “la manera de ser de los argentinos”. En tanto a esa digresión sigue otra, vinculada con una posible nueva ubicación del ámbito del evento, consecuencia de un conjetural traslado. Y al respecto viene al caso señalar que, en un momento, nos hicimos eco de la buena disposición de las autoridades del Jockey Club Colón para que, como culminación de las indispensables negociones mediante, el hipódromo local se convirtiera en el nuevo “predio ferial”. Se trata de un inmueble con una ubicación estratégica inmejorable, ya que a su extensión suma la infinidad de caminos por los que se puede acceder al mismo.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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