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Cuando abro el correo cada mañana, antes de encarar los titulares de los diarios y como una forma de cobrar fuerzas, leo "La palabra del día". Hoy le tocó a resiliencia, que nos llegó del inglés resilience y éste a su vez del latín resilio: volver hacia atrás, rebotar.

Conocí esta palabra algo tarde, si bien había visto el concepto que encierra en acción, sin conocer el nombre. Se lo usó primero en la física de materiales, como la propiedad de algunos cuerpos, que si bien son deformados al ser sometidos a altas presiones, pueden una vez que estas cesan, recuperar su forma inicial. Han podido almacenar energía, que se expresa en julios /m3. Este concepto pasó a ser aplicado en psicología como la capacidad que tienen algunos seres humanos de sobrepasar las consecuencias de hondas penas o catástrofes, recuperando su antiguo yo, con nuevos y mejores valores.

En estos tiempos duros de pestes y miserias, más de alguno de nosotros deberemos recurrir o desear contar con resiliencia. Esta puede aplicarse no sólo a los individuos sino también a un sistema o a una comunidad. Los sinónimos: fortaleza, resistencia, sobreponerse, recuperar, están englobados en la palabra resiliencia.

La nueva concepción surgió de los trabajos de tres médicos psicólogos europeos, no sería raro que omita involuntariamente alguien de importancia: John Bowlby (1901-91) desarrolló la teoría del apego (attachment), como la conexión psicológica duradera entre seres humanos, que produce seguridad y afecto y que aparece en los niños después de los tres meses, siendo de capital importancia para lograr un buen desarrollo emocional. Duradera y necesaria, un cordón umbilical distinto.

El Dr Michel Rutter nació en el Líbano, emigró a Francia y luego escapó de los nazis, estableciéndose en los Estados Unidos y luego en Inglaterra. Uno de sus campos de investigación fue el autismo en todas sus facetas y sostuvo que la deprivación maternal es causa de vulnerabilidad psicológica y afirmó la importancia de la discordia familiar como origen de las conductas antisociales. En 1972 acuñó el término resiliencia para las ciencias sociales.

Boris Cyrulnik, francés, hijo de padres rusos, logró escapar de los nazis, lo que no lograron sus progenitores, escondido en sinagogas y en los baños de los campos de concentración y luego en unas granjas. Fue rescatado por una tía y logró ser médico. Recalcó que el apego a la madre estaba ya programado en el cerebro al nacer y es fundamental para una vida emocional sana. Es un tanto conmovedor, pensando en estos seres que tuvieron una niñez despiadada, ocupados en desentrañar los mecanismos que nos llevan a una madurez dichosa. "La resiliencia es una red, no una sustancia. Estamos obligados a tejer nuestro ser, usando gentes y cosas que encontramos en nuestros medio social y emocional. Cuando todo está acabado podemos mirar hacia nuestras vidas pasadas y decirnos ¡las cosas que debimos pasar!, no fue siempre fácil, llegó a ser en tramos endemoniado¨.

B Cyrulnik tuvo experiencia con niños encerrados en Rumania, Rwanda, Colombia, privados de todo afecto y pudo presenciar la recuperación de muchos de ellos. "La empatía es el pilar de toda humanidad. La habilidad de asumir el lugar de otro es la base de toda moral".

"La resiliencia es el arte de navegar en los torrentes, de transmutar el dolor para darle sentido, es la capacidad de ser feliz aún con el alma herida. La resiliencia es más que resistir, es también aprender a vivir".

Ejemplos contemporáneos de resiliencia son las vidas de Nelson Mandela y la de Stephen Hawking, pero todos conocemos ejemplos en pequeñas vidas secretas y calladas.

En los negros días que se avecinan, con o sin "default" (el negro tiene matices) recordemos algo de todo esto. Emerson nos lo dijo: "los malos tiempos tienen un valor científico. Son ocasiones que un buen alumno no se perdería".
Fuente: El Entre Ríos

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