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100 mil pesos para cada legislador
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100 mil pesos para cada legislador
No es caer en un lugar común, ni intentar valernos de una remanada figura literaria, el afirmar que esa peste se ha vuelto omnipresente en la medida en que, de alguna manera, aún en los casos que no es la peor, ha pasado a ser parte de nuestra vida, al mismo tiempo en más de una ocasión a desnudar nuestras flaquezas y hacer emerger nuestras virtudes.

Es así como hemos visto más de un caso, en que se hace presente nuestra inclinación cada vez más acentuada de “hacer las cosas como se nos da la gana”, sin siquiera tener presente lo que la autoridad ha dispuesto. De donde e inclusive que nuestra forma de proceder no solo significa el desentenderse del cuidado de sí mismo, sino del que merecen recibir los demás.

Y lo peor del caso, es que no cabe encontrar en ello una intención dolosa, sino tan solo una consecuencia de las dosis de infantilismo perpetuo de las que no nos despojamos ni aún llegados a la adultez, ya que existen circunstancias que provocan la impresión de que siempre está latente la posibilidad de que aflore el niño que alguna vez fuimos. A lo que se añade nuestra inveterada manera de actuar al margen de las normas, las que tantos de nosotros damos cuenta.

Otra de las circunstancias que desnuda nuestro actual estado de crisis es nuestra habitual dificultad, tanto al momento de legislar como en el de aplicar la ley, de convencernos que una de sus características es que una de ellas es la de “la generalidad”: es decir que la ley está hecha para ser aplicada a todos.

Algo que también nos resulta difícil de comprender, ya que en los casos en que nos resulta imposible como tantas veces ocurre, al margen de la ley, nada nos deleita más que poder exhibirnos como los portadores de “una excepción”, lo que se torna todavía más regocijante, en el caso de que la misma haya sido falsamente fundada, es decir que quede explicada tan solo por el propósito de eludir la aplicación de la ley.

Lo descripto no es una práctica que resulte aplicable en nuestra actualidad, donde no existen alternativas que toda norma de carácter general merezca infinidad de excepciones razonables.

Pero ello no implica que no se asista a la presencia de situaciones en las que se da el caso de “excepciones omitidas” y de las que dan cuenta, por lo general, cartas de lectores dirigidas a los diarios. Un ejemplo de lo cual se lo tiene, según uno de esos lectores quejosos, en el hecho de que los afiliados al PAMI estén exceptuados de contar con el beneficio de acceder a la entrega de un medicamento gratuito del listado oficial en la materia, en el caso de contar con una medicina prepaga.

El lector, al que hacemos referencia, señala que en ese caso lo que correspondería sería que, así como está exento de ese beneficio, por lo menos lo que correspondería es que dejaran de su haber jubilatorio de retenerle el aporte que se destina a aquella obra social.

Frente a lo cual, cabría señalar que como esa han de existir una infinidad de excepciones que no están contempladas, a pesar de su mayor o menor razonabilidad, en cuanto no se debe olvidar que existe una imposibilidad práctica de atender a todas las situaciones excepcionales.

Párrafo aparte merecen consideraciones que asociamos a aquel dicho que advierte que “río revuelto, ganancia de pescadores”. Es que, teniendo en cuenta las ingentes sumas que el gobierno debe aplicar para atender el actual estado de cosas, y nuestra conocida propensión a que se den casos de corrupción en las contrataciones, una de cuyas partes sean reparticiones oficiales, no resulta ociosa la necesidad de advertir acerca de la necesidad de redoblar las medidas encaminadas a neutralizar riesgos de este tipo en las actuales circunstancias.

Es en ese orden de ideas, que consideramos merecedora de serios reparos una decisión del presidente de la Cámara de Diputados, por la cual se otorgó de una manera excepcional y por una única vez, la suma de 100 mil pesos a cada legislador, suma que deberá ser utilizada para evitar la propagación del coronavirus, brindar asistencia a las zonas más vulnerables del territorio nacional y asistir a los grupos de riesgo o de la sociedad civil que trabajen con personas afectadas por la pandemia.

¡Cuántas cosas podrían hacerse seguramente por parte de cada legislador, con ese importe! Todo lleva a pensar que es esa otra manera que han encontrado nuestros legisladores, liderados por Sergio Massa, de “saludar con sombrero ajeno”. Y la pregunta que fluye con facilidad, aunque se las trae por cuanto lleva implícita la respuesta, es si no existe mejor manera de dejar librado de esa manera fondos que deberían ser volcados en organismos especializados. Desde esa perspectiva, aparece como más sensata la resolución del bloque de Cambiemos de remitir la suma de casi 12 millones de pesos que le corresponde en conjunto a los miembros de esa bancada al Instituto Malbrán.

Aunque mejor hubiera sido que renunciaran a su cobro, y propugnaran la eliminación de toda partida presupuestaria que contemple entregar sumas de dinero, con el objeto de que los legisladores se puedan dar “otros gustos” del mismo tipo, haciendo de esa manera política partidista sin que se note.

Al mismo tiempo, y como un efecto colateral e imprevisto del cataclismo, ignoramos hasta qué punto somos conscientes que nuestra situación actual es un anticipo de lo que será nuestra vida en un futuro mucho menos lejano del que hasta ahora imaginábamos, viendo a muchos trabajar desde su casa, y cursando estudios sin necesidad de ir a la escuela. Y vaya a saber cuántas cosas más que ahora nos resultan fantasiosas…

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