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Tres años atrás (https://www.elentrerios.com/opinion/inmediatez-y-longevidad.htm) criticaba desde estas páginas la letra de la canción Goteo, del exitosísimo trapero Duki, diciendo que representaba “la antítesis de lo que es relajarse y pensar”, el tema sobre el que versaba aquella nota, al hacer un culto del goce inmediato y a olvidarse del futuro.

Por Guzmán Etcheverry

Tres años después, el mismo Duki, en la sesión nro. 50 de Bizarrap, trae un mensaje distinto. El tema, de los más escuchados a nivel mundial en Spotify durante la semana de su lanzamiento, invita desde su letra a matarse trabajando, a confiar en la familia y a aferrarse a los verdaderos amigos de siempre, como modo de triunfar.

“Y no teníamos nada, nos faltaba tanto, pero le metí como un warrior” (guerrero), “Gracias a mi gente y a toda mi familia por ayudarme a salir de la mierda”, “Muchos se rinden, pero no es el caso / Lo salí a buscar, mami, no lo pedí”. y la que a mi más me pega: “Cada vez más fuerte / después de tantos años, yo no le diría suerte”.

Frases que hablan un lenguaje diferente del de los políticos que nos llenan la cabeza con la ley del menor esfuerzo, con nuestros derechos sin obligaciones, con sus formas turbias de hacernos esclavos suyos al quebrantar nuestra voluntad, o al pretender encarnar nuestra única esperanza.

No está solo Duki en esta cruzada liberadora de mentes, de enseñar que se puede salir de los malos lugares y de las malas situaciones con ayuda de gente buena y con esfuerzo personal. Un mes después de que saliera la canción, Argentina salía campeón en la Copa del Mundo de fútbol. En las celebraciones, los jugadores destacaban los mismos valores e invitaban a la gente a creer en sí misma. Queda como ícono el mensaje de Julián Álvarez: “Si son buenas personas y se esfuerzan, los sueños se cumplen.” ¿Cómo, no era que nos los iban a cumplir los políticos?

Parece haber un agotamiento popular con los mensajes vacíos. Al mismo tiempo, no se sabe qué viene después de algo cuyo ciclo está tocando fin. Pero, al menos, eso se siente. Que el ciclo terminó y hay que buscar una nueva forma de hacer las cosas. Los nuevos ídolos populares, jóvenes, anticipan los temas de discusión y hasta la forma de discutirlos con que nos enfrentaremos mañana.

Ser rebelde, de repente, significa tener ganas de trabajar y progresar. Arrancarle nuestro destino a quien se lo haya apropiado para volver a tomarlo en nuestras manos. Estamos en una etapa de descubrimiento, y descubrimos que nadie nos puede dar lo que no salimos a buscar. Esa es la nueva contracultura que asoma.

Bregar por valores como el esfuerzo y el trabajo todavía suena conservador, contrario a los intereses populares. Recibe ataques solapados y no tan solapados en los medios de comunicación y por parte de los dirigentes políticos, a los que adaptarse al cambio de época les cuesta más, y les resulta más incómodo, que a la gente. Actores que ya no modelan el pensamiento popular. Que dejaron de ser lo nuevo, la esperanza de su época. Una época que ya ha tomado el camino de salida.

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