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En la sección libros del New York Times del 9 de abril pasado, el comentario sobre una nueva novela comienza así: "Los árboles hacen la mayoría de las cosas que tú haces, salvo que más lentamente. Compiten por el sustento y cuidan de sus familias, haciendo a veces enormes sacrificios por sus hijos. Respiran, comen y tienen sexo. Hacen regalos, se comunican, aprenden y recuerdan los acontecimientos importantes de sus vidas. Cooperan con parientes y extraños, formando comités de vigilancia, con mecanismos de respuestas muy rápidas para advertir a los árboles vecinos de presencias amenazantes. Manejan sus recursos en depósitos bancarios, usando las tendencias del pasado para predecir necesidades futuras. Hacen excavaciones mineras, cultivan la tierra, y a veces trasladan a sus familias a través de grandes distancias buscando mejores oportunidades. Alguna de estas tareas pueden llevar siglos en realizarse pero para criaturas cuya vida abarca cientos o miles de años, el tiempo tendrá para ellos una significación distinta".

Salteo uno párrafos y sigo: "Todas las conductas aquí descriptas han sido estudiadas y documentadas por científicos que cautelosamente evitan la palabra ‘conducta’ y otras de un lenguaje antropomórfico, no vayan los investigadores a ser acusados de un apego emocional con los temas investigados".

Las últimas palabras son una clara invitación a investigar esas perplejidades y maravillas. Así que recurrí a internet y a YouTube, sabiendo que la Enciclopedia Hispano-americana que me abrumara años atrás aquí no me serviría.

Así supe que hay científicos estudiando estas casi-conductas en Canadá, Alemania y Australia. Tres nombres parecen destacarse: Peter Wholleber, David Haskell y Suzanne Simar. El primero es autor de "La vida oculta de las plantas". De los tres pueden escuchar miniconferencias en YouTube.

He aquí algunos hechos que sugieren sus observaciones y trabajos:

Las raíces de los árboles cubren una extensión mayor que sus copas y están asociadas a hongos, con los cuales intercambian nutrientes y a los que acompañan a hacer contactos con las raíces de árboles vecinos. Las raíces de un abeto pueden asociarse a mil variedades de hongos.

Hay jerarquías entre los árboles: los grandes ceden parte de sus nutrientes a los pequeños y son los primeros quienes se ocupan de gestionar los recursos de una comunidad.

El contacto entre las raíces de los árboles tiene una forma similar al contacto entre las neuronas del reino animal (sinapsis).

Cuando un escarabajo, por ejemplo, daña la corteza de un árbol, se produce una corriente eléctrica que siendo muy lenta (1 centímetro por segundo) corre por tronco y raíces hasta los árboles vecinos. También emiten perfumes que además de alertarlos atraen a insectos depredadores (en el caso citado, de los escarabajos). Aunque la corriente eléctrica mencionada sorprende por lo lenta, es similar a la que se aprecia en gusanos y medusas.

La red de raíces y hongos del suelo parecen constituir un superorganismo asociado a los árboles, que algunos comparan con los hormigueros y otros con una red computacional.

David G Haskell nos advierte: "No existen individuos dentro de la biología. La unidad fundamental es la interconexión y la relación. Sin ellas la vida se termina".

¿Cambiará todo esto nuestra visión de los árboles? Es probable, pero llevará centurias.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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