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su sensibilidad

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Somos conscientes que de aquí en más nos movemos en arenas movedizas, dado lo cual todo lo que se señale puede llegar a herir, como efecto no querido ni buscado, susceptibilidades. Y que de ser así, mostrarían un exceso en la reacción, ya que no ha sido esa nuestra intención.

Máxime que ese extremo cuidado al que se alude, es consecuencia de que no nos sentimos debidamente interiorizados de la temática a la que nos referimos, y nuestras conclusiones se basan por un lado en la observación a vuelo de pájaro de las circunstancias y, por el otro, en la intuición. Sin olvidar las frustraciones que pueden dejar este tipo de experiencias.

El primero de los tópicos a tocar es de carácter general, ya que no nos estamos refiriendo a ninguna tecnicatura en particular, como tampoco a quienes las dictan, el lugar en que lo hacen o su especialidad; dado lo cual no debieran sentirse cuestionados o atacados, todos aquéllos que, de una manera u otra estén involucrados en el dictado de asignaturas diversas y tienen la tranquilidad de conciencia que es la consecuencia de labor cumplida satisfactoriamente.

No obstante, mirando desde una perspectiva en la que se gana en altura y se pierde la nitidez de los detalles, no podemos evitar tener la impresión que se está haciendo uso y abuso de la creación de tecnicaturas a las que se las ve brotar -sin que sean necesariamente lo que se llama brotes verdes- por todas partes.

De allí que resulta válido preguntarse en primer lugar si las autoridades educativas tienen conciencia de ese fenómeno, y cuál es su actitud y las medidas que han tomado al respecto, en el caso que ellas no sean las responsables de su creación. Y tanto en ese caso, como en aquéllos en que son ajenas al emprendimiento, si se ha contado con un estudio previo referido a la capacidad del mercado para absorber las sucesivas tandas de egresados; una circunstancia que era prudentemente contemplada por el mecanismo de las “misiones móviles” de enseñanzas de oficios específicos, de una duración que por lo general no excedía de un ciclo escolar y que inclusive se iban trasladando de un lugar a otro, y adaptado el contenido de la enseñanza a las necesidades no satisfechas o satisfechas de una manera parcial o defectuosa, en el lugar y zona de influencia donde se instala la misión.

Para dar un ejemplo fantasioso, aparte de totalmente hipotético y hasta descabellado, imaginemos que en Ubajay a alguien se le ocurra crear una “tecnicatura en aserraje de madera”. Tecnicatura que como su nombre lo índica, estaría orientada a preparar personal especializado en el afilado de hojas de sierra y en la reparación e innovación de motosierras. Una tecnicatura que se la programaría con una duración bianual, lo que lleva a que se tenga que hacer un esfuerzo imaginativo casi sobrehumano en conseguir cubrir el número de materias teóricas y prácticas a dictar, y que llevaría a que una vez puesta en funcionamiento, de ella egresarían sucesivas camadas de técnicos en aserraje, con una demandada laboral casi saturada desde el vamos.

Un emprendimiento que lo único concreto sería entonces una estructura de personal que significa una erogación importante en el pago de sueldos y otros gastos que no viene al caso enumerar, y un número creciente de técnicos no solo desocupados sino también desengañados por mal entretenidos.

Todo ello sin contar qué análisis se efectúa al momento de designar docentes, y el control concreto no solo del currículo, sino de la manera que se le aplica. Somos conscientes de la necesidad extrema de que nuestra economía cuente para su funcionamiento con personal calificado, independientemente del valor que por sí la capacitación tiene en el desarrollo personal. Y ese precisamente es el sentido de nuestra preocupación.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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