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Ese es el título del poema más recordado de Baldomero Fernández Moreno, poeta y médico rural argentino, académico de número de la Academia Argentina de Letras, muy renombrado en amplios círculos literarios en la primera mitad del siglo pasado.

A estar a la opinión de un crítico literario “su poesía, universal y hondamente nacional al mismo tiempo, ha inmortalizado la estética de los barrios porteños y la cálida placidez de las provincias y sus características rurales”. Se lo rebautizó por eso con el nombre de “el poeta caminante”, precisamente por el hecho que de él se decía que era “una figura que recorre la ciudad poetizando”. Su poema más recordado es precisamente el que utilizamos como título a la presente nota –“setenta balcones y ninguna flor”- de la que pasamos a transcribir su primera estrofa: “Setenta balcones hay en esta casa,/setenta balcones y ninguna flor/¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?/¿Odian el perfume, odian el color?”.

Esta incursión literaria, totalmente desusada en esta columna, es consecuencia de la reacción que debe haber provocado en muchos la fotografía aparecida ayer en nuestro portal, en una suerte de adorno a una información. Estaba la misma, referida al sorteo por parte del Instituto Autárquico de Planeamiento y Vivienda (IAPV) realizaría el sorteo de un total de 76 viviendas en diversas localidades de nuestra provincia entre las que se encuentra Villa Elisa, a las que, en un lenguaje burocrático se denominan como unidades habitacionales”.

Entretanto la foto que ilustra la noticia, muestra un grupo de “soluciones habitacionales”, prolijamente pintadas y con un techo de tejas azules, pero que aún con el máximo esfuerzo, no queda otro remedio que observarlas desnudas de árboles. No podrá entonces decirse que no deja de resultar explicable, asociar esta situación con la que inspirara las estrofas de Fernández Moreno, ya que ambas situaciones guardan una no lejana similitud. Nada que pueda extrañarnos, ya que no una sola vez, sino en repetidas oportunidades hemos repetido nuestra queja ante esa circunstancia, con el resultado esperado, frente a quienes “no parecen entrarle balas” de este tipo. Inclusive, además de ocuparse del arbolado de las calles del nuevo barrio –lo que por otra parte no es extraño- ya que como una nueva prueba de esa actitud burocrática, se los designe por el número de las viviendas que lo conforman- se contemple un espacio en una de las paredes de una de sus habitaciones para empotrar una pequeña biblioteca, de manera que las viviendas fueran entregadas a sus beneficiarios, junto a árboles plantados a su frente en la vereda, y unos pocos libros fundamentales, en esa biblioteca.

Mientras tanto, no podemos dejar de incluir en esa falencia, expresión de una censurable desidia, de los Intendentes municipales de las localidades que han sido de esa forma beneficiadas que, como es de suponer, ante el lugar del fondo que por lo general ocupa el arbolado urbano entre las prioridades de las administraciones municipales, seguramente – ya hay numerosas pruebas al respecto- a lo largo de la geografía provincial- ni siquiera han de haber advertido una falencia de este tipo. Todo ello dejando de lado a Villa Elisa, la que no en balde lleva el apelativo de “ciudad jardín”, donde si ya no ha ocurrido, llegará pronto el momento en que se ocupen del tema, al que en este último caso tendrán ya agendado .

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