Las colocaciones de deuda de YPF y la Ciudad de Buenos Aires sugieren que también la Nación podría ir al mercado. ¿Se animará Kicillof?

Acostumbra decirse que el mercado financiero tiene memoria corta. El reciente derrotero del precio de los bonos representativos de la deuda externa argentina es fiel reflejo de ese apotegma. Esta semana, los bonos en dólares que no forman parte del grupo de bonos emitidos durante las ofertas de canje de 2005 y 2010 tocaron nuevos máximos. Apenas 8 meses después de que Argentina decidiera recaer en cesación de pagos sobre la deuda externa.

Contrariamente a lo que cabría esperar de cualquier emisor de deuda que se encuentre incumpliendo sus obligaciones, los compradores de la deuda argentina no parecen mosquearse por ese detalle. Hace unos meses, la expectativa de que el gobierno pudiera llegar a un acuerdo con los acreedores litigiosos operaba como un aliciente para comprar. Ahora, ese incentivo ya no es necesario para que los precios suban.

Los motivos que han llevado a la euforia actual son distintos. Por un lado, ayuda el favorable contexto internacional. Si bien la Reserva Federal de los EE.UU. ha cambiado su discurso y se prepara para comenzar a elevar las tasas de interés, sus contrapartes en Europa y en Japón continúan inyectando ingentes cantidades de liquidez con la esperanza de reavivar sus economías. Con rendimientos cercanos a cero en estos mercados “libres de riesgo”, el afán de los inversores globales por encontrar rendimientos atractivos tiende al infinito.

Argentina es la prueba de que los requisitos para atraer ese apetito por el riesgo no son demasiado exigentes. Ni siquiera la economía en recesión, una de las mayores tasas de inflación del mundo, y una porción no despreciable de la deuda en default son suficientes para disuadir a los compradores. Bastan los rendimientos imposibles de encontrar en otras latitudes y el imán que representa la expectativa de un cambio de gobierno en diciembre.

Los precios sugieren que hay demanda excedente por papeles argentinos. Una condición que la semana pasada aprovechó el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para emitir un bono por 500 millones de dólares a una tasa de 8,95% (bono por el cual quedó una demanda insatisfecha de más de 1.500 millones). Esta emisión le permitió hacerse de las divisas necesarias para afrontar el vencimiento por igual monto que le espera en abril, sin depender de las veleidades de Banco Central para obtenerlas. En el proceso, habrá cambiado un cupón de intereses de 12,5% por el nuevo, sustancialmente menor.

También YPF obtuvo 500 millones de dólares hace unos pocos días en el mercado de bonos. No consiguió más porque el gobierno se empecinó en que el rendimiento a pagar fuera de 8,90%, para ganarle a la Ciudad. Una más de las chiquilinadas de Axel.

Es posible que en las próximas semanas intente concretar una operación similar la Provincia de Buenos Aires, que también afronta un vencimiento de 500 millones de dólares, aunque en este caso en octubre de 2015. El apuro podría obedecer a que octubre podría ser un mes más desafiante para el mercado cambiario, pues entonces deberán pagarse también los más de 6 mil millones de dólares del Boden 2015 emitido por el estado nacional.

Las operaciones concretadas por la Ciudad de Buenos Aires y por YPF, y la que debería ser capaz de concretar la Provincia de Buenos Aires, sugieren que también para la Nación el grifo del financiamiento en dólares estaría abierto. Esto a pesar del default sobre la deuda externa y de la gaffe de diciembre, cuando el ministro Kicillof hizo fracasar un canje de bonos Boden 2015 por Bonar 2024 al pretender imponer al mercado precios que no eran de mercado.

En condiciones de mercado, el canje de diciembre podría ser reflotado; permitiría cambiar a un costo ínfimo un bono con vencimiento en octubre por uno que vence en 9 años. Una transacción de este tipo pondría al gobierno en el camino recto hacia un fin del mandato sin zozobras financieras.

Por ahora, se ha optado por el sinuoso camino de la terquedad ideológica: swap de monedas con China, adelantos de las cerealeras, restricciones a la importación, default para acumular reservas que son de los bonistas y otros parches. Como recientemente se escuchó decir a un economista en privado: “si Axel hubiera sido Adán, la humanidad no hubiera existido”.

Enviá tu comentario