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En sólo dos semanas, todo lo que parecía estar bien ha pasado a verse de manera negativa.

Hace una semana, la pérdida de credibilidad del Banco Central (BCRA), producto de una serie de cambios de rumbo que al final determinaron una pésima estrategia de intervención en el mercado cambiario, había sido el motivo de esta columna. En esta semana corta, los ecos de lo que algunos llamaron corrida contra el peso no se aquietaron para nada, sino que se exageraron y pasaron de ser una rareza propia de las mesas de dinero a ser una cuestión nacional.

Explicaciones para esta corrida pueden encontrarse en fuentes diversas. Pero es posible que su origen se encuentre en el exterior y haya sido exagerado por una mala respuesta local. La suba de la tasa de interés en los EE.UU. fue el gatillo inicial de la fuga hacia el dólar, no sólo en Argentina, sino en el mundo. Con tasas de interés muy bajas en el resto del mundo desarrollado, y premios muy modestos en el mundo emergente, el poder de atracción de los papeles estadounidenses generó un efecto aspiradora difícil de contener. El dólar se fortaleció contra casi todas las monedas del mundo.

Menos, al principio, contra el peso, que estaba siendo sostenido estoicamente mediante la venta de reservas del BCRA. Muchos inversores extranjeros aprovecharon estapuerta de salida que les ofreció el BCRA, eventualmente generando un efecto de “puerta 12”. Esa fue la naturaleza de esta corrida: no hubo colas en los bancos, sino en las mesas de dinero; eran inversores del exterior que apostaron a generar un alto retorno de corto plazo en dólares comprando Lebacs y que, una vez que subieron las tasas de interés en EE.UU. y comenzó a fortalecerse el dólar en el mundo vieron que el riesgo de su apuesta se había disparado.

Una vez desatada la corrida, intentar frenarla con mayores tasas de interés resultó un esfuerzo estéril. Es como intentar enfrentar un tren en marcha parándonos delante suyo. Que la tasa de interés suba en 5 o 10 puntos anuales no alcanza para compensar el riesgo que supone la volatilidad del tipo de cambio, cuando éste se está moviendo más de 5% por día.

Al fin de cuentas, lo único capaz de traer calma es el nivel del tipo de cambio. Cuando el daño ya está hecho y las pérdidas ya son tantas que no vale la pena realizarlas, el mercado se calmará y pondrá el foco en la tasa de interés. Por lo ocurrido en la semana, da la sensación de que un tipo de cambio de $23 está cerca de cumplir con la consigna.

Pues esa es la naturaleza del mercado financiero. Sólo juegan en su cabeza dos sensaciones: codicia y temor. Como quedó acuñado en una famosa frase, sólo “habla con el bolsillo”. Hasta el viernes, la sensación dominante continuaba siendo el temor.

Y con el temor, todo lo que hace un mes parecía normal comienza a ser visto como un factor de riesgo: que la inflación es muy alta, el déficit fiscal también, la balanza comercial es deficitaria y el Congreso se muestra hostil y parece querer dar marcha atrás con las tarifas y en su intento impide que sea tratada la Ley de Financiamiento Productivo. Nada distinto de lo que ocurría un mes atrás, pero visto con cristal diferente.

¿Cuánto cambiaron las cosas en las últimas dos semanas? Ni todo era de color de rosa antes, ni ahora todo es tan negro como parecen pintarlo los titulares. Ni los objetivos de Gobierno con relación al déficit y la inflación cambiaron, ni el programa económico para alcanzar esos objetivos cambió.

No es el primer desafío que el Gobierno enfrenta, ni queda claro que estas chicanas le estén sumando a nadie la imagen que el Gobierno pudiera haber perdido.

Para el mercado financiero, hacer una corrida contra Argentina no supone nada personal. Tampoco para la oposición al Gobierno. Así como al mercado financiero lo único que le importa de Argentina es el retorno que pueda sacarle a una inversión en el país, a muchos diputados opositores sólo les interesa pelechar con el fracaso del Gobierno. No importa si ello conlleva a otro fracaso nacional. En eso, mercado financiero y política se parecen. Sólo les interesa lo propio.

Lo que medió en las últimas dos semanas fue un cambio en las condiciones internacionales; un cambio que en la Argentina fue (erróneamente) subestimado. No parece que, después de la debacle reciente del peso, los bonos y las acciones, estemos muy lejos de encontrar un piso en las cotizaciones. Cuando eso ocurra, es probable que lo que hoy parece tan negro ya no sea visto así.
Fuente: El Entre Ríos (Edición Impresa)

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