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No bien concluyeron los “comicios” convocados en Venezuela por “el hijo de Chávez”, se hicieron presentes las voces condenatorias respecto a lo sucedido, que alcanzaron una dimensión mundial de tal envergadura que al mismo tiempo sirvieron para acallar las pocas voces que intentaron defender lo allí mal actuado.

Es que todo empezó a ese respecto mal y terminó peor. No solo la convocatoria fue un acto de voluntad desnuda del gobierno, apenas vestido con ropaje de mala costura, sino que la desusada manera en la que se desarrolló el acto eleccionario, vino a corroborar el significado de la maniobra.

Para empezar, las escenas televisadas del desarrollo de las elecciones mostraban escuelas y otros edificios públicos, en los que estaban instaladas las mesas electorales, vacíos casi por completo, con un venezolano que a las cansadas se acercaba a votar. Luego de cumplido el horario de votación -que como aquí se extiende hasta las seis de la tarde- se conoció una resolución que lo prorrogaba hasta la medianoche, con la excusa de que había que “facilitar el voto” -cuando casi nadie había votado en el horario normal- de manera de “arriar” gente y consumar el fraude.

A pesar de ello, la abstención fue enorme; el oficialismo la estimó en el 55% y organizaciones internacionales en un 70%, lo que viene a significar que una abrumadora mayoría del pueblo (si a ello se agregan los votos obtenidos por los candidatos que se prestaron a participar en la fantochada, de la que luego intentaron tomar distancia denunciando graves irregularidades que viciaban de nulidad a las elecciones) significa que la mayor parte de los ciudadanos votaron contra el gobierno quedándose en casa.

Pero ni el acto comicial, ni la condena casi unánime a una farsa, que nuestro presidente definió como un simulacro -entendiendo por ello la representación de algo, fingiendo aquello que no es- ni como sostienen analistas políticos que señalaron que lo que se viene ahora es una mayor radicalización del régimen, lo que significa más aprietes y descontroles de todo tipo con un pueblo ya desamparado, es lo que ahora nos urge y preocupa.

Porque el pueblo está desamparado al estar hambriento y con enfermos que se están muriendo, por no contar con los medicamentos que le permitan seguir tirando -como es el caso de los diabéticos- o tratar de no morirse, que es el de los afectados por el cáncer, y que para ellos es imprescindible contar con drogas oncológicas que resultan imposibles de conseguir.

Integrantes de organizaciones internacionales de reconocido prestigio advierten no solo sobre la asesina pérdida de peso de los venezolanos, que han “bajado” un promedio de diez kilos por cabeza, sino de la existencia de no menos de trescientos cincuenta mil chicos con amenaza inmediata de muerte por falta de comida -es edulcorar las cosas hablar de “desnutrición”- al mismo tiempo que se señala que desde hace tiempo se muere de hambre un venezolano por día.

Al titular la nota, lo hemos convertido a su título en un “llamado de auxilio”, hasta cierto punto superfluo porque la situación es mundialmente conocida, y del todo vana, en la medida que no existen mecanismos a la vista parar que pueda volcarse en ese país hermano la ayuda humanitaria.

Cuando un Maduro, al que se ve grueso y reluciente, no quiere dar el brazo a torcer acerca de su voceo prepotente que en Venezuela si no se vive en el mejor de los mundos, lo poco que falta es culpa de sus enemigos internos y externos que buscan sabotear a la revolución bolivariana.

Pero esos corredores no se los puede “abrir a la fuerza”, ya que sería efectuar una forma de “intervención” de los asuntos internos de un país soberano, aunque ello implica no otra cosa que la “autodeterminacion para morirse de hambre” (sic). Lo mismo sucedería en el caso de que se intentase arrojar, paracaídas mediantes, bultos con alimentos y medicinas para la población, ya que en ese caso se podría hablar de una “violación del espacio aéreo”. Por otra parte, entregar “la asistencia” en manos gubernamentales -la que tiene que empezar por ser aceptada- significaría hacerlo para no otra cosa que para que Maduro la reparta entre sus paniaguados

En definitiva, se está en presencia de un brete, que parece insuperable. Frente al cual se nos ocurre que habría que pedir la colaboración de tanto “bolivariano” que anda suelto por aquí, como en otros países linderos, para que persuadan a Maduro de la necesidad de abrir los “canales” de los que hablábamos.

Sería algo meritorio por partida doble, ya que se ayudaría a hambrientos y enfermos como manera de evitar un verdadero genocidio, al mismo tiempo que una ocasión para que, aquellos a los que apelamos, muestren la coherente consistencia de sus convicciones.

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