“Me llamó la atención, quizás seré de otra época, pero ninguno de ustedes marcó en el parcial como una conducta desaprobada por el derecho el hecho de que una persona le tocara, sin su permiso, la pierna a la otra. ¿Les parece que está bien tocar las piernas de otros sin consentimiento?”. De un profesor de derecho penal de la Universidad de Buenos Aires al hacer entrega de los parciales de Teoría General del Delito.

Resulta raro imaginar una situación en la que a uno le tocan una pierna sin que ello nos despierte algún tipo de remordimiento. ¿Es normal que a alguien le toquen una parte del cuerpo sin permiso? A la vez, ¿está justificado el abusar de otra persona porque se encuentra bajo efecto de alguna sustancia? ¿No hay acaso algo que no está bien?

Hoy, el mundo mira hacia los Estados Unidos, donde se ha destapado una problemática que durante muchos años se ocultó: los abusos sexuales en las universidades estadounidenses. Una de cada cinco alumnas de enseñanza superior ha sufrido un abuso sexual en Estados Unidos.

El reclamo en USA devela algo sobre la sociedad en su conjunto, una cierta permisividad a que la voluntad de las mujeres sea eliminada. En América Latina y el Caribe, cada hora de cada día, 228 niños y principalmente niñas son explotados sexualmente. El 70% de las víctimas de abuso sexual en esta región son niñas, la mitad de los agresores vive con las víctimas y las tres cuartas partes son familiares directos. Por tanto, hay una clara problemática que afecta nuestro alrededor.

Hay diferentes explicaciones al por qué se producen estos delitos en la región. Una de ellas es el machismo, la violencia de género y la falta de recursos económicos por parte de las víctimas y sus familiares que imposibilitan el denunciar el hecho abusivo, frente a la posibilidad de perder el sostén económico del abusador.

No es un tema sólo de América, sino también se repite en diferentes niveles en todo el planeta. Recientemente, en el estado de Uttar Pradesh de India, dos primas fueron violadas y asesinadas despertando el repudio social. A todos estos casos, se le suman las prácticas de ablación sexual de las mujeres en diferentes parte del mundo, como África, para evitar que ellas sientan placer sexual, lo cual también atenta contra su integridad física.

El respeto por la integridad física del otro abarca desde el más mínimo toque sin permiso, incluso el de un “gracioso” que toca la cola de las mujeres en los colectivos, el que directamente comete uno de los delitos tipificados en el Código Penal.

Puede que las mujeres seamos más sensibles a estos temas porque somos potenciales víctimas, pero también los hombres sienten en carne propia la indignación con sólo pensar que a una hija, a una hermana, prima, tía, o incluso la propia madre pudiera tener que sufrir semejante crimen.

¿Qué podemos hacer nosotros para contribuir en la lucha contra esta problemática? Probablemente, el primer paso sea no minimizar ciertas acciones contra la integridad física de los otros, ni justificar los actos de abusadores o violadores por la actitud de las víctimas. La condena social, capaz de generar cambios en la cultura de nuestra sociedad, es el primer paso. Sólo tenemos que darlo.

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