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Caricaturesco: Olmedo y su plumón amarillo
Caricaturesco: Olmedo y su plumón amarillo
Caricaturesco: Olmedo y su plumón amarillo
La discusión en torno a las tarifas llega justo cuando ya no habrá más ajustes.

¿Cuánto de la discusión sobre las tarifas está motivado por la cuestión de fondo, es decir, por la suba de los precios que los consumidores residenciales deben pagar por la luz y el gas, y cuánto por cuestiones que en nada atañen al costo que afrontan quienes no están beneficiados por la tarifa social?

Las formas con que se puso en discusión el asunto sugieren una utilización con fin político y no una genuina preocupación por el efecto de las subas en los bolsillos de los usuarios.

Formas y oportunidad que hablan de bajezas generalizadas en la política. Del kirchnerismo, cuyo único fin es que caiga el Gobierno y por eso critica un ajuste fiscal que corrige parcialmente el desastre heredado. Del radicalismo, que se dobla más de lo que se rompe, pues en aras de ganar posiciones dentro de Cambiemos se convierte (no por primera vez) en cómplice del kirchnerismo. De Elisa Carrió, que busca bloquear esos movimientos del radicalismo donde se siente con chances electorales. Del peronismo federal que se ve amenazado por el avance de Cambiemos en el interior. Y del oficialismo que, de tanto mirarse el ombligo, no vio venir esta controversia y la manejó con un estilo legislativo similar al que usaba la gestión anterior.

El debate por las tarifas se convirtió en el campo ocasional de una batalla política, porque sobre la cuestión de fondo no parece haber, en realidad, mucho por discutir. Se trata de una cuestión juzgada, y sobre todo extemporánea, pues llega justo cuando ya no habrá más ajustes sobre el pasado.

Resulta caricaturesco escuchar al diputado Kicillof, de fausta gestión al frente de Economía, cuestionar el déficit energético, las tarifas, la inflación, y reclamar diálogo, consenso, y quórum, y sensibilidad para con “la gente que está ahí afuera”. Cabe suponer que también el sólo hace política y no cree en serio lo que dice: 30% de pobres es una cifra elocuente.

Como también resultó caricaturesco el diputado Olmedo levantándose de su banca enfundado en su poco discreto plumón amarillo. Otra demostración elocuente de un hombre con firmes convicciones y sensibilidad para con la cuestión de fondo.

Ningún economista serio dudaba que el estado de las cuentas públicas en diciembre de 2015 demandara un ajuste fiscal. Muchos reclaman que se hizo poco. La eliminación gradual de subsidios al consumo de gas y electricidad, a cambio de sostener el gasto en planes sociales e infraestructura, fue una estrategia económica, pero sobre todo política: el camino con el menor impacto sobre la imagen del Gobierno.

La dimensión del desaguisado de la política energética demandó la necesidad de recomponer los contratos de las empresas proveedoras de estos servicios, con eje en el aumento de tarifas. Apenas se hizo lo indispensable para atraer capitales de riesgo a invertir en el sector y recuperar la independencia energética. Aún después de la seguidilla de aumentos, las tarifas en el Gran Buenos Aires aún no cubren el costo de producción. Es más, siguen siendo inferiores a las del resto del país y mucho menores a las que se pagan en países vecinos. La tarifa social alcanza al 25% de los consumidores.

Luego de la fallida reunión del miércoles las aguas parecían haber vuelto a su curso el jueves, con un acuerdo hacia el interior de Cambiemos para distribuir el impacto de la suba de tarifas durante los meses de mayor consumo de manera más pareja a lo largo del año.

El daño que la disputa en torno a las tarifas haya provocado sobre la ya de por sí baja reputación argentina entre los inversores en el sector, o entre quienes pensaban participar de los Programas de Participación Público-Privada en infraestructura sólo podrá evaluarse en el tiempo. Como también sabremos recién en junio si estos vaivenes afectaron la decisión de MSCI-Barra sobre la conveniencia de reclasificar a las acciones del país desde su actual condición de mercado de frontera hacia la de mercado emergente, de que gozan casi todos nuestros vecinos.

Claro que esas son cuestiones que hacen a los intereses de la Nación. No a los de cada una de las distintas facciones políticas que habitan nuestro Congreso. Como cada vez se hace más patéticamente evidente, la política juega su juego mientras los mortales ciudadanos y la suerte de la Nación quedan rehenes de ese nefario juego de intereses mezquinos.
Fuente: El Entre Ríos (Edición Impresa)

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