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Mauricio, en la bicisilla que fabricó su hermano Agrandar imagen
Mauricio, en la bicisilla que fabricó su hermano
Nada de apuro. Nada de un simple emoticón de pulgar levantado y "listo, pasemos a otra cosa".

Tengamos el coraje de dejarnos interpelar por esta imagen, capaz de hacer tambalear muchas de las premisas que dan soporte al estilo de vida dominante, de desafiar el orden de prioridades, el modelo de belleza y, más a fondo aún, al arquetipo del éxito y la felicidad.

Pero lo primero es lo primero.

La foto es una ventana que nos permite asomarnos a una historia de vida extraordinariamente simple. Con esa simpleza propia de lo que es auténtico, noble, genuino:

"Mónica siempre quiso tener una bicicleta en la que pudiera pasear con su hijo Mauricio de 27 años, que sufre parálisis cerebral. Perseverante, la buscó por cielo y tierra, pero en la Argentina no la encontró. A cada herrero o especialista que le llevó su proyecto, se lo rechazaba. Hasta ahora había tenido que resignarse a que los paseos fueran en auto. Cristhian, el hijo menor de Mónica, fue todavía más perseverante que ella y decidió construirla con sus propias manos. Con una bicicleta vieja y una silla de ruedas, armó la "Bicisilla", como le dicen en la familia. Estuvo una semana encerrado en el taller del padre trabajando en silencio para que todo fuera una sorpresa. 'En agosto empieza Ingeniería', contó la mujer". A sus 23 años, todo lo que sabe Cristhian de herrería, soldadura y mecánica lo aprendió mirando a su papá y preguntando. Para el 1 de julio, el día que su mamá cumplió 50 años, la tuvo lista. Desde ese día, ella pedalea feliz por lo menos 5 kilómetros por tarde. A Mauricio también le cambió la vida: le gustan tanto los paseos que cuando puede se sube solo a la silla para adelantar las salidas".

¿Qué nos enseña la foto y la historia que trasluce? ¿En qué puede educarnos para la vida?

Aquí, algunos disparadores:

- Mauricio sonríe. Su rostro revela que se siente amado y ama. ¿No es acaso eso lo realmente esencial en la vida?

- Mauricio se sabe necesitado de los otros y no lo disimula, al punto que "cuando puede se sube solo a la silla para adelantar las salidas". Esta dependencia suya, en vez de sumirlo en la tristeza, en la impotencia, en la debilidad, lo vuelve pleno, transparente, lo vincula a los demás. Su actitud contrasta con esa pose "autosuficiente" con la que solemos aislarnos, cortarnos solos, destruir los lazos de pertenencia a la familia, al barrio, a los amigos, a nuestra iglesia, a la patria. Mauricio nos invita a abandonar el individualismo egoísta y a recuperar conciencia de que todos, con independencia de nuestras diferentes capacidades, somos con, por y para otros. Más aún, que desde el primer instante, la vida no es un proyecto nuestro, un plan nuestro, sino un don, un fruto misterioso que necesita sí o sí de otras personas para gestarse.

- Mónica ama con corazón de madre. ¡El mundo sería tan distinto si imitáramos el amor materno! Ama sin cálculos, ama a cada hijo como es, sin imponer condición alguna y mucho menos que se ajusten a un supuesto modelo físico e intelectual. Es un amor que no se asusta de ningún límite ni de ningún error del otro. Mónica sólo desea la felicidad de cada hijo y no se cansa de buscar caminos para conquistarla.

- Cristhian es el hijo que ha sabido aprender de su madre, de su padre y también de su hermano. Se deja contagiar del amor de su mamá, se deja guiar por el oficio de su papá y se deja impregnar por esa corriente de afecto genuino que desborda de su hermano mayor. Cristhian es un modelo de "alumno", que aprende de los demás, movido por el deseo de conocer para hacer y para servir a su familia y a la sociedad.

- El papá, no caben dudas, ha sabido vivir y transmitir la cultura del trabajo, otro cimiento esencial de la sociedad que tanto se ha resquebrajado.

- Por último, ¡cómo no ver en el testimonio de esta familia una luz en tiempos sombríos! ¡Cómo no admirarnos por estos rostros luminosos que contrastan con las caras adustas de la corrupción y con las artificialmente "perfectas" de la farándula! ¡Cuán distintas son estas miradas francas de estos vecinos de San José a los ojos desorbitados por el odio enfermizo de quienes siembran el terror atentando contra la vida aquí y allá!

Para decirlo de otro modo, la foto trasunta lo que el escritor ruso Vasili Grossman llama "la bondad cotidiana de los hombres", una bondad "sin ideología".

"En esta época de horror y demencia -dirá el autor de Vida y Destino, en medio de la segunda guerra mundial- la bondad sin sentido, compasiva, esparcida como una partícula de radio, no ha desaparecido".

Esa bondad "es lo más humano que hay en el hombre, lo que le define, el logro más alto que puede alcanzar su alma".

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