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El Manual para Embaucadores, de Serner
El Manual para Embaucadores, de Serner
El Manual para Embaucadores, de Serner
En 1919, el escritor y ensayista alemán Walter Serner publicaba la primera parte de su "Manual para Embaucadores (o aquellos que quieran llegar a serlo)". Entre sus muchas "reglas", una de las centrales rezaba que “el mundo quiere ser engañado, y se pondrá seriamente furioso si no lo haces”. Todo un manifiesto de la política, escrito hace casi un siglo.

El pasado fin de semana largó la campaña electoral. Y con ella las artimañas que, como siempre, sirven a un sistema más que a resolver los problemas de la gente. Pasan las elecciones y en cada una se renueva el desasosiego que provoca una contienda en que todos los competidores ganan, pues renuevan sus privilegios, mientras que todo el jurado (nosotros, los votantes con problemas reales), renovamos nuestra condición de perdedores.

Para ver cuánto ha calado en la política el manual de Serner basta con revisar algunas de los principales características del proceso: las posiciones en las listas, los cambios de domicilio de los candidatos que dejan en claro cuánto les preocupan los vecinos, los liderazgos caudillescos de quienes se autoproclaman adalides de la democracia, y el abuso de la crítica despiadada al opositor para agrandar una grieta que no puede ser vista como otra estrategia de supervivencia de clase. Una estrategia que viene resultando muy efectiva.

El engaño está por doquier. Arranca en el nombre del primer evento: PASO no son elecciones primarias para la mayoría de los partidos. De hecho, el Frente de Todos (FdT) sólo tendrá competencia interna en cuatro provincias. La oposición de Juntos por el Cambio (JxC) la tendrá en 17, pero cabe decir que esto es más fruto de la acumulación de egos que de la voluntad de cumplir con la ley electoral. Los restantes partidos tampoco enfrentan una competencia en las PASO, una muestra de la democracia tal como la entiende la política.

Y sigue con los candidatos. En el FdT nadie duda de que la batuta en el oficialismo la lleva Cristina Kirchner. Su liderazgo se sustenta en que se supone que la exPresidente es la dueña de los votos en la coalición. Sin embargo, es el Presidente, Alberto Fernández, de quien se dice que no tiene votos propios, quien designó las cabezas de lista en la provincia de Buenos Aires y en la Ciudad de Buenos Aires, los únicos distritos que parecen interesar al kirchnermismo. Cuando llegan las elecciones, se eligen candidatos moderados, que no espanten votos, pero cuando gobiernan mandan los duros. ¿Será que el kirchnerismo tiene los votos, pero no los suficientes para ganar por sí solo? ¿O que los votantes son menos comunistas y revolucionarios que peronistas? Sea por lo que fuera, la oferta suena a engaño. Y que los camporistas y comunistas de la lista estén a partir del tercer puesto también.

En la oposición JxC no engaña menos. Sus candidatos en los mencionados distritos cruzan la General Paz sin pudor alguno. Sólo importa si suman votos: son útiles para el partido, pero no importa si eso sirve a los votantes, apenas instrumentos necesarios para prolongar los privilegios de la política. En donde no hay engaño es en el nombre: en varios distritos ya no se llama JxC sino apenas “Juntos”. Lo otro era superfluo.

Que uno no tenga competencia interna y el otro la tenga complica los pronósticos. Que haya dos competidores que parecen diferentes entre sí en una misma coalición: ¿suma o resta del total de votos que se obtenga en las PASO? Quizás ésta termine siendo la respuesta más interesante de las primarias. Y quizás pueda marcar el comienzo de unas PASO de verdad para todos, en lugar de ser una encuesta que pagamos entre todos.

Queda el engaño a la república. Está claro que al Gobierno Nacional sólo le importa la elección en esos dos distritos. Allí medirá si gana o pierde. Pero las provincias (o los gobiernos provinciales) parece que lo celebran. Que el Gobierno Nacional no se interese en ellas facilita que los caudillos locales puedan hacer a su gusto. La idea de un país único suena a engaño que apenas no lo es cuando se juega al fútbol.

Las encuestas indican que se llega a las elecciones con un malhumor social similar al que predominaba en 2001. Pero no es exclusivo de Argentina: en todos los países de la región, el malhumor es palpable. La democracia está en crisis en todos los países andinos y en Brasil, aunque sus economías funcionen bien. Acá la economía está en crisis, pero el malhumor no afecta a la política, que se ve más firme que nunca. En Argentina, la política leyó el “Manual” de Serner.
Fuente: El Entre Ríos

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