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Algo de lo que no somos del todo conscientes es que “todos los que están” -y con eso nos referimos a quienes en el gobierno de nuestro país ocupan cargos electivos a todos los niveles- continúan en sus funciones hasta el mes de diciembre.

Lo que significa que algunos “aforados” -es decir que pueden escudarse en los fueros, para no terminar presos- lo seguirán estando, mientras que habrá quienes están ansiosos de poder “aforarse”. Pero en realidad no es esa la cuestión que a nosotros nos inquieta, sino el advertir que no podemos decir “muerto el rey, viva el rey”, porque en realidad hasta entonces, repetimos, “nuestros reyes” actuales siguen vivitos y coleando. O sea que la vida continúa. Y así como ellos siguen gestionando la cosa pública, bien o mal eso no hace al caso, por nuestra parte seguimos con la nuestra, insistiendo, procurando parecernos sin ceder a la gota de agua que de tanto caer termina por horadar la piedra, con nuestros temas de siempre, muchos de los cuales se nos aparecen, a esta altura, como verdaderas y hasta preocupantes obsesiones.

Entre las que se encuentra como se sabe el del arbolado urbano. Un tema sobre el cual una reciente intervención del Consejo Asesor de Colón en la materia, ha tenido una intervención ante un pedido de “extracción” de algunos ejemplares de árboles, del que hemos dado cuenta en pasadas ediciones, informando y dando cabida a un preciso comunicado de ese ente; esa intervención, se repite, constituye un verdadero punto de inflexión en la materia, en el caso de que ese organismo prosiga en su silencioso pero persistente y cada vez más perceptible actuar. Es que ya no podemos, después de esa intervención, hablar de “tala” de árboles de nuestras calles, tal como sucedía con el fácil aunque ruidoso manejo de motosierras mediante, sino que ahora se habla de “extracción”. Es decir de acciones que son precedidas de decisiones sopesadas, y no como consecuencia de “un favor” que un funcionario hace a un vecino intemperante, a cambio de una contraprestación traducida en apoyo electoral en el futuro. Ello, en el caso no infrecuente en el pasado que el vecino no solicitaba nada a la municipalidad, y emprendía la tarea de matar el árbol al que consideraba molesto, recurriendo a prácticas, en la que se hacía presente el machete o el veneno (¡!) .

El próximo paso, en esta materia, aparte de la persistencia del consejo en su accionar, que le hará ganar una autoridad moral aún mayor de la ya adquirida, está en que busque la manera de que el vecindario, y sobre todo arquitectos y constructores, se vuelvan conscientes de que los árboles han sido plantados, para seguir en ese lugar, hasta que se mueran en pié, como en alguna ocasión se supo escuchar que es la forma, no solo natural sino también adecuada, en la que deben morir. Dado lo cual, al planificar una construcción o cualquier otro tipo de obra, quienes encaran esas acciones deben partir de la idea de adecuar su emprendimiento a la existencia de árboles en el lugar, a los que se le debe otorgar la debida prelación.

Es que suena a gracioso escuchar a más de un activista ecológico preocupado por la deforestación criminal de la Amazonia -la que indudablemente merece ese calificativo- y despreocuparse del arbolado del lugar donde vive. Una situación que por otra parte queda claramente ejemplificada con la de quien consigue la tala del árbol que está en la calle al frente de su casa, para después ir a dejar el automóvil bajo la sombra del árbol del vecino.

Tratando de cerrar la presente nota y atendiendo a su contenido, pareciera no estar desencaminado estudiar acerca de la extensión de este tipo de “consejos asesores” a las distintos ámbitos que la Municipalidad de Colón, y a decir verdad todas las municipalidades, tienen a su cargo. Una manera honorífica de hacerse de eficaces y honestos asesores y controles. Con la ventaja que de esa manera se volvería menos culposo el comportamiento de aquellos concejales, que no son pocos los que los creen ver en situación de descanso permanente.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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