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Daniel Montamat
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Daniel Montamat: “La energía no es un bien público gratuito; siempre lo paga la sociedad"

En lo único que existe entre nosotros coincidencia unánime es que el actual gobierno, que sucedió a los doce años en los que se prolongó la década ganada, recibió “una herencia”.

De allí en más empiezan las discrepancias. Están quienes sostienen que durante el kirchner-cristinismo todo se hizo bien y que Macri –nada de recordar que ostenta el título de Presidente de todos- es un “gato”. En contraposición de aquéllos que, desde el extremo opuesto, piensan exactamente lo contrario. A su vez en el medio quedan dos segmentos, que aparentan ser contemporizadores sin en realidad serlo. De un lado quienes se molestan por las críticas al gobierno anterior, aunque ocultan su fidelidad íntima –respetable por cierto como todas las convicciones que sean honestas pero que puede demostrarse que son equivocadas- con el argumento que señala que en los doce años de esa década, debe haber alguna cosa que se hizo bien, aunque muchas se hubieran hecho mal.

Los contemporizadores del otro extremo, por su parte no se quedan callados ya que al admitir que durante ese periodo hubiera alguna cosa que se hizo bien, lo fue por motivos torcidos, y de esa manera esos hipotéticos logros quedaron desvirtuados.

Hasta aquí estamos haciendo referencia a quienes se encuentran ubicados por encima de la grieta. Los que se encuentran metidos en ella dicen poco y nada, aunque a algunos de ellos se los ve gesticular mucho. Es la zona del “voto útil”, el “voto castigo” o de “el mal menor”.

Quizás habría que incluirlos dentro de la grieta a aquéllos que se encuentran entre desencantados y enojados con Macri, no solo por los errores propios y por la forma que reaccionan a lo que se conoce como el “fuego amigo”, sino por no haber efectuado una suerte de aceptación simbólica de la herencia recibida con lo que en derecho se conoce como “beneficio de inventario”, poniendo de entrada sobre la mesa toda la información disponible acerca del “estado de la Nación” a ese momento.

Y esa es una explicación, más allá de que sea tardía, que viene a efectuar en el campo de la energía y su sobreañadido, las tarifas aplicadas a los usuarios del sector, Daniel Montamat, un especialista en el tema que fuera en su momento exsecretario de Energía y extitular de YPF.

Es así como el nombrado luego de admitir que esta administración recibió un paciente energético en terapia intensiva y con pronóstico reservado, viene a efectuar un pronóstico alentador en la materia, al señalar que va a entregar un paciente en recuperación y con pronóstico de alta.

Y siguiendo con su comparación con lo que sucede en el ámbito de la medicina, agrega que ahora hay que asumir que había un paciente que no tenía una úlcera, sino una enfermedad terminal. La recomposición tarifaria que tiene como contracara la eliminación de los subsidios tenía una serie de costos políticos y sociales asociados. Es obvio que el camino gradual iba a traer sus traumas. A lo mejor hubo ideas que no se transmitieron debidamente, como el estado de gravedad del paciente.

Es por eso que considera que en su concepto fue un grave error no contar que había una enfermedad terminal, porque esa era la única forma que el paciente iba a aceptar la medicina que se le debía dar.

Consideración esta última, referida a la cual no podemos sino dejar expresadas nuestras dudas por más que Montamat trate de reforzar su comparación, señalando que el paciente nunca iba a aceptar una medicina tan fuerte, si pensaba que solo tenía una úlcera. Mejor color tiene su queja respecto a que tampoco se transmitió bien que antes igual estaba pagando la energía muy cara, solo que lo hacía a través de impuestos.

Luego de lo cual pasa a manejar cifras señalando que los subsidios energéticos llegaron a ser en 2016 de US$20.815 millones; en 2017 fueron de US$8803 millones; el año pasado bajaron a US$7121 millones, y en el presupuesto de este año hay previstos todavía US$4866 millones. Es decir que hemos venido haciendo un camino, pero todavía hay muchos subsidios en electricidad y gas.

El tema es terminar con los subsidios generalizados, que beneficiaron más a los ricos que a los pobres, e ir hacia subsidios focalizados en una tarifa social.

Con respecto al impacto del nuevo cuadro tarifario, que por otra parte no se termina de estabilizar, para las pymes, señala que las mismas nunca asumieron la presencia de esa irrealidad en sus costos.

Además, una pyme que estaba en blanco también pagaba el costo vía impuestos. Pero creemos que el mecanismo para tratar estos casos excepcionales era una tarifa social.

Y con respecto a ésta señaló que no existía ya que los usuarios con recursos suficientes eran en realidad los más beneficiados, mientras que hoy hay 1,8 millones de consumidores que pagan la tarifa social. Todo ello sin dejar de reconocer que se está frente a un proceso complicado, que exige entender que la energía no es un bien público gratuito, porque el servicio energético siempre lo termina pagando la sociedad, de una u otra manera.

En lo que respecta a la producción petrolera señaló que ella venía cayendo desde 1998 y el año pasado empezó a recuperarse. Creció solo 2% pero quebró una tendencia. Empezamos a recuperar la producción petrolera. La producción de gas creció el año pasado un 5% y estamos en condiciones de sostener eso durante los próximos años.

Eso quiere decir que la energía está dejando de ser parte del problema económico, como lo era en la anterior gestión, agregó. Al mismo tiempo recordó que hubo entonces subsidios impresionantes y mucha energía importada (por US$ 20.000 millones, en varios años), con una balanza comercial energética muy deficitaria. Así, la energía impactaba en las cuentas fiscales y en las externas. Eso se está solucionando. El año pasado hubo una balanza comercial deficitaria de US$ 2360 millones; sigue en rojo, pero veníamos de déficits de US$ 7000 millones. Como viene creciendo la producción de petróleo y gas, prevemos que en dos años vamos a recuperar el equilibrio. Y en un lustro se pueden lograr superávits de US$5000 millones.

En cinco años, la energía puede ser parte de la solución del problema económico.

Una última cosa de esa entrevista. Su señalamiento de que los índices de calidad del servicio eléctrico que teníamos en 2003 todavía no fueron recuperados (antes había 8 horas de cortes por usuario por año, y hoy estamos en más de 30). Si hubiera seguido el populismo energético, hoy estaríamos importando petróleo y gas, con cortes eléctricos que no se sabe a qué niveles habrían llegado.

Vaca Muerta ya es una realidad productiva. La gente de Tecpetrol demostró en un año, en Fortín de Piedra, que se puede pasar de una producción de cero gas a una intensiva. En 2017, no producía gas y terminó 2018 con casi 18 millones de metros cúbicos, en un país que tiene una producción de 130 millones de metros cúbicos. Esto es fundamental para los que nos miran desde el exterior. Vaca Muerta, en una estrategia energética acoplada a una estrategia de valor agregado exportable, puede dar gas a valores competitivos.

Esa misma Vaca Muerta, blindada de locuras políticas, puede aportar divisas.

Una reseña que se puede concluir de dos maneras. Afirmando que entre tantas cosas malas que ha hecho el gobierno, está haciendo a costa de nuestro sudor y sangre por lo menos una bien, y que resultaría palpable si en la factura de luz no viniera al costo del servicio agregada una parva de impuestos. O también repetir aquello de que “estamos mal pero vamos bien” que muchos han de recordar, con esa desesperanza de la que se hace necesario nos desprendamos, aunque cueste y mucho.

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