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La identidad, vinculada a la tribu
La identidad, vinculada a la tribu
La identidad, vinculada a la tribu
Tiempos de desencanto y de esperanzas menguadas

A no dudarlo la atmósfera social reinante en la mayor parte de la tierra no es la mejor. Todo ello a pesar de que quienes saben de estadísticas, afirman que nunca en la historia humana la vida fue mejor.

Por Rocinante

La explicación de que esa atmósfera (de lo que tiene que ver con el clima, mejor no hablar) nos dé la impresión contraria a lo que de esa manea queda indicado surge de la existencia, cotidiana y mundial, de una infinidad de hechos y circunstancias, que no viene al caso describir, ya que son harto conocidas e incluso exageradas, que sirven para demostrarlo.

Para enunciarlo de una manera harto simplificadora, cabría indicar que hemos dejado muy atrás la idea del progreso lineal, ascendente, permanente e irreversible, que fuera el núcleo duro del ánimo social predominante en lo que se ha dado en llamar, de una manera harto ambigua, la modernidad.

Un periodo social, que en ciertos círculos, al menos, se sostiene que la humanidad lo ha dejado atrás, y en el que, de nuevo de una manera simplista, existía la creencia de que si no todo cada día sería mejor que el anterior; al menos en el futuro al que estamos condenados, como alguien que omito nombrarlo señalara, la vida siempre sería mejor.

En contraste con esa manera de ver las cosas, y explicable por la circunstancia de que el ánimo social medido por épocas es invariablemente pendular, se hace presente con fuerza, y repitiendo viejas creencias, la convicción de que la historia humana es azarosa y que no responde a ningún plan. Algo que da pie a las concepciones apocalípticas que ven señales del fin de los tiempos en las catástrofes y el mal vivir generalizado de la actualidad.

En una posición intermedia entre ambos extremos, cabría ubicar una tercera, de nuevo volviendo a simplificar las cosas en grado sumo, la que nos dice que la historia humana no se mueve en esa línea recta ascendente permanente e irreversible, a la que eran adictos en remarcar los fervorosos creyentes en el Progreso; sino que se mueve en espiral la cual, si desde una perspectiva distante puede verse como ascendente, mirándola en períodos más cortos cabe que dé la impresión de lo contrario.
El lugar de la tribu en esa trayectoria
Cabría considerar curioso, aunque no lo es , que en la actualidad, junto a los pensadores adheridos a la creencia de que estamos en lo que resultaría claramente un retroceso, y de allí que se suela escuchar que estamos asistiendo a un proceso de re/barbarización, existen otros que aluden, de una manera que hasta cabría señalar como esperanzada, a la reaparición de las tribus, en un contexto diferente y con cualidades no necesariamente similares a las imprecisas maneras en que conceptualmente se las definía en el pasado.

Es que durante el modernismo, la versión del progreso lineal hacía escribir a los antropólogos al momento en que comenzaban a hablar como filósofos, a señalar que en el despliegue de la historia humana se asistía a la presencia de una secuencia que se iniciaba con la familia extensa (y no lo que va quedando de la nuestra, designada como nuclear) hasta culminar en el estado, pasando entre otros estados como el de la banda, y precisamente también por el de la tribu. De donde de ser correcta esa concepción, hablar de la reaparición de las tribus, con otra estructura y en un contexto diferente resultaría un anacronismo.

Sin embargo la reactualización de este último concepto, quizás mejor sería señalar que la resurrección de este tipo de grupos, con las diferencias apuntadas respecto a las tribus del pasado, se explicaría en el hecho que estaríamos en un punto de inflexión. Significando que atravesamos una etapa de transición, en la que por una parte no hemos abandonado totalmente rasgos característicos de la modernidad, a la vez que por la otra, no hemos ingresado totalmente en la posmodernidad.

Y esa transición, no sería otra cosa que un proceso de ajuste en el que los diferente elementos con los que se viene a construir toda sociedad, ya sea tanto los prexistentes que van a subsistir, como los nuevos que van a perdurar si se ajustan los unos en función de los otros hasta alcanzar el equilibrio; equilibrio por otra parte siempre precario, pero que conforma de cualquier manera un todo diferente. Y esa sería precisamente la forma como debería mirarse y explicarse, precisamente, lo que sucede con la irrupción de las designadas como nuevas tribus.
La novedad que representan las tribus emergentes
Es así como se ha dicho que con la emergencia de las tribus nos encontramos en presencia de un tránsito de una concepción más racional de vivir juntos a otra más emocional. Las grandes instituciones habían caracterizado la modernidad racional, pero ahora nos encontramos ante una fragmentación del cuerpo social que podemos ligar más con la biología y que nos recuerda a nuestra esencia de animales humanos. Entre nuestros instintos está el del sentimiento de pertenencia, que nos hace buscar la proximidad.

De cualquier manera toda organización tribal, las antiguas y las que actualmente se insinúan, o hacen más que eso, tienen como características ser una fuente de identidad y a la vez refirmar el sentido de pertenencia a un grupo humano, ambos elementos fundamentales de la formación de nuestro ser como persona humana.

Dicho de otra manera existirían dos sentimientos fuertemente imbricados que se podrían designar como tribales, indispensables para responder a la pregunta de quién soy y a la vez a qué grupo pertenezco. Se vuelven a señalar con otras palabras las carencias de la sociedad contemporánea en la que ambos significantes, el de la identidad y de la pertenencia, aparecen tantas veces desdibujados.

Porque, insisto en ello, es precisamente a esas humanas necesidades existenciales a las que no da respuesta satisfactoria la vida moderna donde se ve a tantos no saber quiénes son en realidad, la prueba más acabada de lo cual se encuentra con que no saben tener claro, y ni siquiera intuir, un sentido para su vida y su ligazón con la trascendencia.

Algo que los lleva a vivir la vida como un eterno presente, desinteresado del pasado y buscando desentenderse del futuro, por la fuerte sospecha que a sus ojos lo encontrará invariablemente como obstruido.

Es por eso precisamente que a lo dicho se agrega el hecho de que la sociedad moderna (aunque expresado en otro sentido) fuera calificada por un prestigioso sociólogo estadounidense como una muchedumbre solitaria. Que es lo mismo que decir que seríamos un montón. Aunque a pesar de ello existe un gran número de quienes componen ese montón que lo ven como lo que es, en la medida que se sienten solos, en cuanto no son reconocidos como parte de un nos-otros.

De allí que una auténtica sensación de proximidad, presupuesto de la adquisición de los sentidos de identidad y de pertenencia, se vuelva viva cuando se forma parte como espectador, lo que es una forma de participar, en los multitudinarios eventos musicales o deportivos, o en el ingreso a ese mundo mágico que abre internet, con sus infinitas posibilidades de uso, entre las que se encuentra la posibilidad de que las conocidas redes proliferen.

Se hace necesario hacer un paréntesis. Primero para recordar, como se ha dicho, que la palabra «identidad» proviene de los vocablos latinos idem, que significa «lo mismo», y entis, que significa «entidad». Y que, por tanto, hace referencia a la acción de hacerse idéntico a una entidad, lo cual implica un proceso.

Que a la vez, ese proceso de adquisición de la identidad, se puede abordar de dos maneras diferentes. Una, en que el proceso de identificación con un grupo nace desde el mismo, de una forma consciente o inconsciente.

El otro proceso de identificación significa que mi identidad me es impuesta desde afuera, como consecuencia de que otros que son ellos, han decidido categorizarme de una determinada manea, aplicándome simbólicamente una etiqueta.

Quiere ello decir que, como en todos los ámbitos, también en el de las tribus las hay mejores o peores. La diferencia es que, por lo general, las tribus cuyos miembros se auto-identifican y reconocen a los demás la posibilidad de hacerlo y de existir y desarrollarse en forma autónoma, y que a su vez demuestran una predisposición colaborativa, cabría designarlas como tribus saludables.

En cambio las otras, que hasta llegan a desconocer la existencia de las demás y las consideran en su menosprecio merecedoras de ser colocadas en una misma bolsa de residuos y así lo hacen, cabría atribuirles el mote de tribus malsanas.
La vinculación del tribalismo con el populismo
No sé de nadie, eso no significa que no exista, que haya investigado las relaciones que pueden darse entre el tribalismo y el populismo. Dado lo cual las que siguen tienen un valor menor al de las simples conjeturas.

Debo empezar por recalcar, aunque ello pueda parecer ocioso, que no me encuentro entre los cultores del populismo. Dado lo cual, partiendo desde esa postura, de tratar de vincular el populismo con el tribalismo, no puede quedar duda que mi opción es hacerlo con lo que designamos como las tribus malsanas.

Es que conjeturo que lo que así denomino, no es otra cosa que el tribalismo insalubre, no el tribalismo sano o saludable, y que precisamente por ello veo una inclinación a hacer suyas características que creo encontrar, admitiendo que puedo estar equivocado, en el populismo.

He señalado más arriba que en el espíritu del modernismo se asistía a un predominio de lo racional sobre la emocional, que podría llegar incluso a asfixiarlo. Y también que en el pos-modernismo, en el que se dice nos encontramos, se busca la manera de equilibrar razón con emoción.

De ser cierta esa visión tendríamos que decir que el tribalismo malsano, tal como sucede al populismo, se puede llegar por el extremo opuesto, queriendo significar con ello que la emoción asfixia a la racionalidad.

Así, la razón desaparece, ya que independientemente de cualquier razonamiento objetivamente válido, se llega a identificar lo que es real con esa creencia suya, independientemente de que sea verdadera.

No es entonces extraño que partiendo de ese presupuesto, exista un apartamiento vicioso del pluralismo presente en el tribalismo saludable, cuyo tolerante respeto a las demás, hace que no solo admita sino hasta propicie la pluralidad de tribus, sino que se muestran cooperantes entre ellas, si en un caso se requiere. Es precisamente lo contrario de lo que ocurre con el tribalismo que es excluyente, obsesionado con la presencia de otras tribus frente a las cuales solo tiene presente dos opciones, cuales son la absorción o el exterminio.

Por otra parte, el tribalismo sano parte de la distribución del poder entre todos aquellos que componen cada tribu, que de ese modo no es otra cosa que un grupo de iguales, donde el poder es horizontal.

Mientras que el tribalismo malsano pone de manifiesto una inclinación perversa por la centralización jerárquica con el peligro de la aparición de un líder, con el que se identifican en tal forma cuyos dictados siguen a rajatablas, con la firme convicción que al hacerlo no hacen otra cosa que llevar a cabo lo que ellos pretendían, dejando de lado la posibilidad de ejercitar algo que se aproxime al empleo del pensamiento crítico.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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