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Las imprecisas afirmaciones de Eduardo Duhalde

Ignoro si Eduardo Duhalde seguirá a esta altura de los tiempos convencido de que los argentinos estamos condenados al éxito. De cualquier manera, aunque así fuera, no puede dudarse que sus recientes declaraciones públicas vienen a decirnos de la posibilidad, en apariencia verosímil, de la aparición de una gran piedra con la que en cualquier momento nos podemos encontrar en nuestro derrotero, por demás zigzagueante, en dirección a que nos alcance ese éxito, al que veo tan esquivo.

Por Rocinante

Es que, por su contenido, las declaraciones señaladas se muestran, en realidad, más que como un mensaje esperanzador, como todo lo contrario. Se lo ve así, como un mensaje de alerta respecto a una situación ominosa en la que podemos terminar metidos, en un plazo indefinido, aunque por lo que se da a entender, el mismo no sería necesariamente largo.

Aunque, precisamente por su imprecisión, ha servido más para provocar expresiones de repudio (por otra parte explicables) que de alarma. Sin dejar de advertir que, teniendo en cuenta a la personalidad de quien las formula, cabría considerarlas merecedoras de un análisis más profundo y detenido, a los fines de desentrañar en ellas, la eventual posibilidad de efectuar una lectura entre líneas de las mismas; al mismo tiempo que desentrañar escondidas intencionalidades.

Sobre todo, atendiendo al hecho que sobre el confuso libreto original, añadió aclaraciones y efectuó enmiendas, que a esa confusión inicial agregaron otra de mayor envergadura, que podrían llevar a suponer que lo vuelven todavía sino más engañoso, al menos sibilino.

Algo que no es de extrañar, ya que son tantos los motivos por los cuales la confusión, con sus diferentes caras, sigue entre nosotros en aumento, y cada día aparece algo con lo cual no podamos menos que sorprendernos.

Pero independientemente del hecho, las palabras de Duhalde den cuenta de esa ambigüedad que es posible también encontrar en algunas frases del Presidente Fernández (como esa reciente ocasión en que se lo escuchó afirmar que se acabó la cuarentena, en referencia a aquella que acaba de extenderse), de las mismas se pueden extraer lo que consideramos, esta vez sí, claras inferencias.

La primera de ellas tiene que ver con sus dudas respecto a que el año próximo se celebren las elecciones de medio tiempo (sus palabras: ¿Saben lo ridículo que suena que piensen que va a haber elecciones? –el año próximo- No va a haber elecciones. ¿Por qué va a haber elecciones?).

Afirmación que es consecuencia de otra inferencia segunda, aunque debió ser la primera, referida a la situación en que se encontraría el país el año próximo (¿por qué no hacer referencia al que vivimos?). La que sería tan grave que, en la práctica, volvería su realización imposible (La verdad es que la Argentina corre ese riesgo porque esto es un desastre tan grande que no puede llegar a pasar nada bueno…La gente se va a rebelar con esto. Se va a generar un clima…. esta es la Presidencia más compleja" que ha tenido la Argentina, y el descontento "puede terminar en una especie de guerra civil).

Ya con esas palabras reveladoras del clima reinante en nuestra sociedad, el daño (sino la advertencia) estaba hecho. Es por eso que de nada valió el hecho que luego, a modo de explicación, manifestara haber escuchado todas esa consideraciones, las que hizo suyas, de mucha gente amiga (¿Qué tiene que hacer un ex presidente si una persona a la que tiene mucha confianza le dice que están preparando un golpe de Estado? Y eso es de lo que me contó un señor del Ejército que me habló sobre la posibilidad de un golpe de Estado).

Tampoco sirven para dar claridad a las aludidas inferencias sus explicaciones en sentido paralelo de que esas otras manifestaciones primeras, suyas, cuando explica que no fueron el resultado de un brote psicótico, es un instante, es un desenganche de la realidad. Es como un flash.
Duhalde y Parrilli ¿Cuál de los dos imita al otro?
Ingreso ahora en el terreno de las conjeturas. Que equivocadamente pueden considerarse como malévolas, ya que cualquier cosa, inclusive la más disparatada, es posible en una realidad como la que nos toca vivir.

Comienzo así recurriendo a lo que un amigo mío conoce de una manera pretenciosa como la metáfora del tero, y quien, con el objeto de ilustrarme, me ha hecho llegar unos apuntes que, contra lo que afirma, tengo graves sospechas no son de su autoría, pero de que de cualquier manera paso a transcribir, como modo se seguir avanzando en el tema del título de este apartado.

Mi amigo viene a afirmar que la metáfora del tero sirve para graficar cualquier diagnóstico en el ámbito de las mal llamadas ciencias humanas, entendiendo por ellas las que van desde la política a la economía.

En labores de esa naturaleza, a estar a sus palabras, es dable utilizar la metáfora de que el tero pone el huevo en un lado y grita en el otro. Una vieja metáfora que me hace notar que utilizaban nuestros abuelos, los cuales apreciaban la presencia de los teros, pues estos andan siempre en bandadas y se alimentan mayormente de insectos, los cuales son dañinos para los cultivos.

Se trata de una metáfora, la cual es muy cierta, porque los teros son uno de los pájaros más hábiles para cuidar su nido. Utiliza varias estrategias y una de ellas es la de la metáfora en cuestión, aunque la forma en que utiliza esta estrategia es mucho más sofisticada.

Una de las particularidades del tero es que siempre anda en tríos. Con lo cual, es probable que uno de los teros se quede a cuidar el nido mientras otro de los teros vuela a una distancia considerable y empieza a cantar y volar de manera rara fingiendo estar herido, para hacer creer al depredador natural que el nido está ahí y que su defensor está débil. Mientras tanto, otro de los teros va en dirección contraria y trata de situarse encima del depredador, como intentando que no se acerque al tero herido porque así protege sus crías. Es todo un montaje digno de observar, pues el nido nunca está en donde parece. El tero que hace de atacante del depredador, puede llegar incluso a atacarlo físicamente, aunque lo supere en tamaño y fuerza, como en el caso de los animales de la familia felina, que son carnívoros.

Todos conocen a Oscar Parrilli, actual senador nacional, y permanente asistente personal y encargado principal de las mandas vicepresidenciales, aparte de infatigable escucha de sus más íntimos pensamientos, en las largas conversaciones telefónicas que mantienen, y sobre todo mantenían, con una habitualidad mayor que la de una frecuencia diaria.

Y el caso es que durante el debate no presencial en el Senado de la Nación, en el que se efectuaba el tratamiento del proyecto de ley, enviado por el Presidente Fernández, que tiene por objeto una discutible y discutida reforma judicial, el senador Parrilli al momento de efectuarse el tratamiento de un artículo del mismo referido a las obligaciones de los jueces propuso, para luego en una sesión posterior retirarla, una propuesta encaminada a introducir una modificación en una cláusula, de por sí totalmente sobreabundante, en la que incluía a los medios y sus periodistas, en una ya de por sí larga enumeración de los autores de presiones, a los que esos magistrados pudieran llegar a ser sometidos con el objeto que al momento de dictar sentencia lo hagan de una manera que convenga a quien presiona. Y que como consecuencia debe considerarse, como lo que es y era, o sea un delito. Circunstancia que, por lo que se ve, el actual oficialismo recién repara ella.

Como no podía ser de otra manera, en un debate que, a pesar de ser a distancia, venía ya con su atmósfera cargada, la cláusula Parrilli vino a recargarla. Dando origen a una reacción, tanto dentro como fuera del Senado, de tal magnitud que vino avivarlo de tal manera, que concluyó por descentrar la atención tanto de senadores opositores como de la opinión pública.

Los cuales, parecieron durante días dejar de prestar atención al proyecto de ley en su conjunto, para focalizar la misma en esa innovación, elevada a una fama desvalorizada, pero fama al fin.

Un estado de cosas que habría quedado claro en su intencionalidad, cuando en declaraciones posteriores al incidente, el mismo senador Parrilli aludiera al hecho, de una manera más risueña que irónica, que los opositores… se tragaron el anzuelo.

Para en seguida no dejar duda alguna sobre esa incalificable artimaña, señalando que esa iniciativa, …sirvió, vaya si sirvió. Tiramos el anzuelo y saltaron todos los grupos mediáticos y muchos políticos que repiten eso. Se cumplió el objetivo. Le sacamos la palabra mediático que tanto susto les daba.

No se puede negar que al episodio narrado le resulta aplicable la metáfora del tero. Algo que queda por ver si la misma es aplicable en el caso de las declaraciones de Eduardo Duhalde, de las que nos venimos ocupando.
La metáfora del tero, y lo que estaría detrás de las disparatadas denuncias de Eduardo Duhalde
Debo comenzar ahora por insistir en la necesidad de distinguir en la gráfica, aunque incompleta, descripción que Duhalde efectúa en relación al estado actual de nuestra sociedad, de las conclusiones que en función de ellas arriba. Y de las que después termina desdiciéndose en función de razonamientos que lo menos que puede decirse, es que deja abierta la posibilidad de que se barajen varias hipótesis.

Entre ellas se encuentra una a la que bien cabría considerarla como otro caso de empleo práctico de la metáfora señalada. Se trata de uno que vendría a no ser otra cosa que el despliegue hasta el extremo, de consideraciones del diputado nacional opositor Fernando Iglesias, en ocasión de ser entrevistado en un recientísimo programa televisivo acerca de esas declaraciones.

Fue allí, cuando Iglesias hizo referencia a dos acciones golpistas en las que Duhalde habría ´participado, y que jugaron las dos, aunque en grados diferentes en su provecho. Se trata de los acontecimientos que culminaron en la salida anticipada de la presidencia tanto de Ricardo Alfonsín como de Fernando de la Rúa. Fueron dos golpes de nocaut, cuya consecuencia fue un prolongado desparramo de sus opositores.

Por mi parte manifiesto que no cuento con elementos de juicio que me permitan pronunciarme de una manera a la vez objetiva y honesta acerca de esas aseveraciones. Igual que sucede con la reflexión escuchada en algún momento, en el sentido que la manera de proceder del actual presidente Fernández, luego de conocerse los resultados de las elecciones primarias de 2015, cabe considerárselo como promotor de un intento de golpe fallido, que habría tenido un objeto similar al del caso de Alfonsín, y cuyas consecuencias todavía estaríamos padeciendo.

Pero lo que importa, es la hipótesis susceptible de barajar como su consecuencia de todo lo hasta aquí dicho. La que dejaría entrever que en medio de ese brote, un Duhalde alucinado se hubiera visto asimismo representando la garantía de aquello, según lo cual, estamos condenados al éxito, accediendo al poder en medio del caos.

Indudablemente el estado de cosas en que vivimos puede servir para alimentar cualquier desvarío.
Fuente: El Entre Ríos

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