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En estos días, después del campeonato mundial obtenido por el seleccionado argentino en Qatar, se han hechos innumerables notas y análisis sobre el proceso que permitió alcanzar tan preciado objetivo; se ha escrito no solo sobre las cualidades de los integrantes de la selección sino también del responsable técnico y sus colaboradores.

Desde que comencé con estas columnas en agosto del año 2020 planteé de forma permanente que debemos asumir a la gestión como una profesión que requiere del ejercicio de ciertos principios (F. Malik) y lo que ha acontecido con la selección argentina es un excelente ejemplo para reflexionar.

ORIENTACION A RESULTADOS:

Independientemente del logro obtenido, durante todo el proceso que se inició con la conducción del responsable técnico hubo una explícita determinación de alcanzar resultados que generaran confianza y reforzaran el concepto del esfuerzo y la mejora permanente; así fue posible en primer lugar clasificarse para el desafío de Qatar, después obtener el campeonato sudamericano desarrollado en Brasil, posteriormente la “Finalísima” en el estadio de Wembley en Inglaterra y finalmente el máximo trofeo de la FIFA.

APORTE A LA TOTALIDAD:

Este principio tal vez haya sido el que más destacó y focalizó el director técnico. En cada una de sus exposiciones explicitó la importancia de que cada uno de los que integraba el grupo debía priorizar su aporte al equipo por sobre cualquier éxito individual. Su misma gestión se caracterizó por formar un cuerpo técnico que sostenía este pensamiento.

CONCENTRACIÓN EN OBJETIVOS TRASCENDENTES:

Para este principio no es necesario aclarar que el objetivo principal fue en primer lugar, ser parte de los cuatro mejores equipos y, llegado ese escenario, poder disputar la final y finalmente obtener el torneo. La intensidad con la que se persiguieron estos objetivos requiere de un absoluto convencimiento de que es posible, con una condición irrenunciable: esfuerzo y trabajo.

UTILIZAR LAS FORTALEZAS INDIVIDUALES:

Los puntos fuertes o habilidades individuales fueron la base de la formación para jugar cada partido. Deseo destacar una decisión muy compleja que tomó la conducción técnica antes de iniciarse la competencia: debió desafectar a dos integrantes del grupo por no encontrarse en condiciones físicas plenas; es decir, que no podrían contribuir con sus aspectos o puntos fuertes por los que habían sido elegidos. Una decisión muy compleja que exige racionalidad y pragmatismo por sobre los afectos y las emociones

Para cada uno de los enfrentamientos el técnico conformó un equipo teniendo en cuenta quiénes harían los mejores aportes para los desafíos que significaban los rivales de turno. Nuevamente, se requiere análisis, planificación e intenso trabajo previo.

La improvisación no forma parte del libro de los buenos gestores y la meritocracia no se discute, se exige.

CONFIANZA MUTUA:

La confianza es el fundamento básico para generar el clima motivacional indispensable en el tránsito de un proceso cargado de tensiones, temores, angustias e incertidumbres que este tipo de competencia genera. Las lágrimas que hemos visto y en muchos casos también experimentado en persona son la expresión más cabal de lo que significa afrontar un desafío de estas características. La confianza mutua expresada de manera permanente tanto de los jugadores como del cuerpo técnico demuestran la significancia de este principio.

PENSAMIENTO POSITIVO:

El pensamiento positivo no es voluntarismo, no es declamación ligera, no es creer que la suerte nos ayudará. Por el contrario, pensar positivamente es estar convencido que, si se hacen las cosas correctas, que, si se da el máximo de esfuerzo y trabajo, que cada decisión que se toma es seguir construyendo, es saber que tendremos más chances de alcanzar los objetivos fijados.

Pensar positivamente es un elemento de la disciplina diaria, así como también del respeto de las reglas de juego o límites que garanticen el ejercicio de las libertades individuales y colectivas. Es también ser consciente que cuando se lidera se es ejemplo para los dirigidos, en particular cuando los resultados no son los esperados, que es donde mayor templanza y confianza se requiere. De ningún modo significa que los lideres no padezcan y sufran esos momentos, pero no bajan los brazos.

He tratado de sintetizar en estas pocas líneas que cuando se asumen las responsabilidades de liderazgo como una profesión, las probabilidades de tener éxito serán mayores y lo que ha demostrado la selección argentina lo reafirma.

Sin embargo, como argentino no puedo ignorar que el ejemplo del seleccionado no se visualiza en quienes nos gobiernan. Lamentablemente, ninguno de los principios de conducción se ven representados en la gestión del gobierno actual.

No hay ninguna orientación a resultados que transformen positivamente la realidad; los indicadores son deprimentes.

No hay un solo concepto de aporte a la totalidad como país. Se priorizan los intereses personales o sectoriales por sobre los del bien común. La improvisación es la herramienta cotidiana y la excusa o la culpa en otros, el mecanismo de defensa de sus incapacidades.

Se despilfarran los recursos tanto naturales como humanos, no se respetan las leyes, se promueve la ignorancia y la dependencia del Estado, el esfuerzo y la cultura del trabajo se diluyen en paupérrimas ayudas sociales. No se generan propuestas colectivas que resuelvan la triste situación social.

Los argentinos debemos aprender que no cualquiera puede ser Presidente de una Nación como la nuestra y que lo logrado por el seleccionado argentino no fue fruto de un acto divino, sino del Esfuerzo y el Trabajo continuo.

¡Bueno es saber que nadie se ha ahogado en su sudor!

¡¡Felices Fiestas y un mejor año 2023!!
Fuente: El Entre Ríos

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