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Tiririca, el payaso diputado en Brasil
Tiririca, el payaso diputado en Brasil
Tiririca, el payaso diputado en Brasil
La aprobación parlamentaria de la ley de tarifas parece tener más de trasfondo político que de sustancia ideológica

En la campaña electoral brasileña de 2010, un personaje inusual se presentaba como candidato a diputado: Francisco Everardo Oliveira Silva, conocido popularmente como Tiririca, de profesión comediante y payaso. Disfrazado de bufón, Tiririca hizo una campaña muy original, que lo llevó a ser uno de los candidatos más votados de la historia de Brasil. En uno de sus spots más recordados preguntaba y se contestaba: “- ¿Usted sabe qué hace un diputado?”, “- Yo tampoco, pero vóteme y después le cuento.”

No son pocas las veces en que este diálogo en tono de comedia se convierte en un patéticamente elocuente reflejo de lo que trata en realidad la actividad parlamentaria. Es un juego político en que las iniciativas pueden significar muchas otras cosas de las que dicen significar. El tratamiento y posterior aprobación de la ley que retrotrae las tarifas a los valores de noviembre de 2017 se enmarca dentro de este juego de apariencias.

Está claro y ha sido repetido hasta el hartazgo que no corresponde al Congreso legislar sobre la materia, que el efecto fiscal de las tarifas está reflejado con gran transparencia en la Ley de Presupuesto aprobada por el Congreso que ahora pretende bombardear su propia aprobación, y que lo hecho en la materia estuvo hecho conforme a derecho, incluso después de muchas demoras judiciales y audiencias públicas en las que quienes hoy se muestran tan preocupados ni siquieran asomaron su nariz. Incluso, era un anuncio a los gritos que el Presidente vetaría la ley. Nada de esto detuvo la pantomima.

La aprobación de esta ley no se trató de un debate real sobre el costo de las tarifas sino de una puja por espacios políticos. Quizás haya sido un intento de demostración política del peronismo, que se mostró unido. O quizás haya sido un recordatorio al Gobierno de que es minoría y necesita consensuar para legislar.

Que el Gobierno se resignara a negociar quizás fuera también una respuesta política al asunto, a sabiendas de que el costo de la suba de tarifas ya estaba asumido y que el daño potencial de dar el brazo a torcer podría empeorar las cosas. A la caída de imagen se le podrían sumar una señal de debilidad. Mejor, entonces, traer al inconsciente de la ciudadanía aquella asimilación entre peronismo y golpismo que dejó flotando en el aire el año 2001.

Un aire que el peronismo, con esa amalgama de corrientes y estilos, de piqueteros, sindicalistas, izquierdas, derechas y neoliberales, no puede evitar.

Porque aunque en el peronismo hay educados y modernos dirigentes que dialogan con la Casa Rosada, conviven con ellos el kirchnerismo, los piqueteros y hasta los más impresentables barrabravas y matones. Se sabe: el peronismo no es una ideología, sino una maquinaria para ganar el poder, que no resiste demasiado tiempo sin ejercerlo. Como muestra basta un botón: el jueves por la madrugada, el peronismo juntó a Carlos Menem y a Cristina Kirchner para votar la ley. ¡Justo Menem, que privatizó estas empresas en los ‘90!

Esa madrugada también transparentó el programa de protección peronista para con los dirigentes que llevaron el partido al poder: para ellos, fueros matan justicia.

De esa madrugada también surge otra pregunta recurrente acerca del papel que juegan los diputados y senadores de cada provincia. Accedieron a sus bancas por el voto de los habitantes de sus provincias, pero representan menos a esos votos que a los intereses de sus respectivos partidos políticos. La ley que aprobaron importa sólo a los precios de los servicios públicos para los habitantes del Gran Buenos Aires, que durante 12 años estuvieron subsidiados y aún hoy pagan facturas de agua, gas y luz menores a las que se pagan en la mayor parte del país.

Votar por un recorte presupuestario de 115 mil millones de pesos supondría aplicar fuertes recortes en muchas áreas, y sobre todo en las transferencias a las provincias. ¡Menudo favor nos estarían haciendo!

Por supuesto, de haber habido un peronista en la Casa Rosada, este asunto jamás hubiera llegado al Congreso. El agujero fiscal que supone es de enorme magnitud. Sólo cabe preguntarse si el peronismo habrá olfateado que la caída de imagen del Presidente le abre la puerta para otro avance anticipado sobre la Casa Rosada. A la luz de la historia es posible que, por más que en el Congreso haya muchos títeres, esta presunción pudiera no ser sólo un cuento de payasos.
Fuente: El Entre Ríos

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