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Pasó el último debate antes de las elecciones generales, independientemente de la crítica general del formato elegido, donde parece más bien una mezcla de varios monólogos, sí es cierto que es preferible esto antes que la nada.

Pero tan cierto como que en sí lo único que se pudo evidenciar es que la grieta sigue aún más vigente que nunca, una sociedad polarizada, que terminó arrastrando a los demás candidatos, quienes terminaron hundidos en cada lado.

La agresividad de los candidatos, el pase de factura, la chicana sencilla y siempre presente, no fueron más que dosis de argentinidad, que se vieron replicadas en las redes sociales, tanto un sector como otro replicaban las expresiones de sus discursos.

No existió prácticamente autocritica, y una doble vara de cada uno frente a los planteos del otro. Al no existir un debate verdadero sólo nos encontramos ante la cantidad de preguntas que surgen en cada uno de los periodistas presentes, como de los analistas políticos.

Existe una realidad más allá de los candidatos, más allá incluso de los militantes, más allá de los núcleos duros de electores, y son quienes verdaderamente definen. Ciudadanos que no están pendientes de los spots de campañas, que incluso ni siquiera estuvieron pendientes de los sendos debates, y que difícilmente le dediquen mucho tiempo a definir su voto.

Son esos sectores que votaron a Macri en 2015, le ratificaron su respaldo en 2017 – insisto sacando el núcleo duro, el piso que seguirá teniendo pos elecciones generales e incluso segunda vuelta en caso de darse- y no lo acompañaron en las PASO- quienes de no acompañarlo le darán la victoria a Alberto Fernández.

El peronismo después de mucho tiempo se vuelve a unir, lo que lo potencia como la fuerza electoral junto al radicalismo con mayor desarrollo territorial, la fuerza más federal por lo que acabo de explicar. Siendo el peronismo también acreedor de un importante núcleo duro, lo que hace que sea un factor determinante en la dinámica política nacional.

Sí ambos núcleos duros se retroalimentan desde una antinomia insuperable, marcado dos modelos absolutamente diferente, pero donde sobrevuela un sesgo antiperonista propio de la década del 40 y 70, difícilmente podamos augurar una etapa de superación, de acuerdo nacional, que se promueve al menos desde la retórica por el candidato del frente de Todos.

Es cierto que un debate aunque agrietado es sano para una democracia joven, tan sano como que existan militantes movilizados, tanto desde el frente cambiemos como del frente de todos, ambos legítimos, ambos que terminan imitándose, uno copiando en gran medida la comunicación política, otros apelando al esquema de movilización, logística, actos masivos, donde se terminan acercando.

¿Alguien ganó el debate? Es la pregunta que sobrevuela, y es lo anecdótico cuando la mirada es cualitativa, aquí no se contaban tantos, ni goles, ni eran rounds, no se define por puntos, sí ganó claramente un sistema democrático imberbe, que le queda mucho por aprender, pero son pasos que tenemos que dar.

¿Alguien habrá modificado su voto por el debate?, estos seguro que no lo es de manera significativa, es muy poco probable que los indecisos, o los apáticos políticos, hayan dedicado dos horas un domingo para ver y escuchar a quienes pugnan por el poder.

Si fue un show de onanismo discursivo como lo expresamos en la columna de la semana pasada, pero que en definitiva lo necesitamos atravesar.

Quedan muy pocos días, los núcleos duros se habrán sentido muy felices de ver este seudo debate donde cada uno trataba más de herir al otro antes que profundizar en propuestas reales.

Pero los que definen votarán desde su realidad, desde sus valores, desde sus experiencias, desde sus sueños y expectativas. Seguramente las encuestas seguirán multiplicándose estos días, tratando de dilucidar a ese famoso tercio, el tercio que define.
Fuente: El Entre Ríos.

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