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Todo ello a la luz de la ley de Michels

Robert Michels (1876-1936) fue un sociólogo y politólogo alemán, especializado en el comportamiento político de las élites intelectuales, conocido sobre todo por su libro "Los partidos políticos" (existe del mismo edición castellana en dos tomos Editorial Amorrortu), en la que elabora y describe su ley de hierro de la oligarquía.

Por Rocinante

Según lo señala un comentarista de esa obra, en ella se busca explicar la contradicción de por qué los partidos políticos, que son las principales instituciones de la democracia, no son organizaciones democráticas. Agregando que debe tenerse en cuenta que un siglo después, esta ley sigue tan vigente como entonces a la hora de describir su funcionamiento y organización.

Efectúo a continuación un imperfecto extracto de párrafos de esa obra, de manera de intentar quede clarificada en forma resumida su tesis.

Señalase en ella que ningún partido u organización es democrática porque “la organización implica la tendencia a la oligarquía. En toda organización, ya sea un partido político, de gremio profesional u otra asociación de ese tipo, se manifiesta la tendencia aristocrática con toda claridad. Es que la organización es el origen del poder de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. De allí que quien dice organización, dice oligarquía: La organización es la que da origen al dominio de los elegidos.

La explicación de que las cosas ocurran de ese modo reside en el hecho que a medida que se desarrolla una organización, no sólo se hacen más difíciles y más complicadas las tareas de la administración, sino que además aumentan y se especializan las obligaciones, hasta un grado tal que ya no es posible abarcarlas de una sola mirada.
Es por eso que cuanto más sólida se hace la estructura en el curso de la evolución de un partido político moderno, tanto más se marca la tendencia a reemplazar al líder de emergencia por un líder profesional. Toda organización partidaria que ha alcanzado un grado considerable de complicación necesita que haya cierto número de personas que dediquen toda su actividad al trabajo del partido
.

Ello no quita que en un principio los líderes surgen espontáneamente y sus funciones sean accesorias y gratuitas. Muy pronto, sin embargo, se convierten en líderes profesionales, y en esta segunda etapa del desarrollo son estables e inamovibles.

Admite que es innegable que la tendencia oligárquica y burocrática de la organización partidaria es una necesidad técnica y práctica. (…) Por razones técnicas y administrativas, no menos que por razones tácticas, una organización fuerte necesita un liderazgo igualmente fuerte.

Es por eso que pasa a afirmar que como regla general, cabe enunciar que el aumento de poder de los líderes es directamente proporcional a la magnitud de la organización. Y que más a la corta que a la larga, “los líderes que al principio no eran más que órganos ejecutivos de la voluntad colectiva, se emancipan al poco tiempo de la masa y se hacen independientes de su control. Todo ello consecuencia del conocimiento de expertos que el líder adquiere en cuestiones inaccesibles, o casi inaccesibles para la masa, le da seguridad en su posición”.

El resultado: la democracia acaba por transformarse en una aristocracia por la imposibilidad de la masa de adquirir las competencias necesarias y su dependencia de un liderazgo. De donde el advenimiento del liderazgo profesional señala el principio del fin para la democracia (…) porque “es obvio que el control democrático sufre de este modo una disminución progresiva, y se ve reducido finalmente a un mínimo infinitesimal”.

La explicación de esa desnaturalización, Michels la encuentra en el hecho que la democracia es incompatible en todo con la rapidez estratégica, y las fuerzas de la democracia no se prestan para los rápidos despliegues de una campaña. Por eso es que los partidos políticos, aunque sean democráticos, muestran tanta hostilidad al referéndum y a todas las otras medidas para la salvaguarda de la verdadera democracia”.

El mismo resultado es mirado de una manera todavía más ominosa, cuando Michels señala que el poder de los líderes elegidos sobre las masas electoras es casi ilimitado, la estructura oligárquica de la construcción (de la democracia) aplasta el principio democrático básico.

Se da así una paradoja que él mismo se encarga de señalar cuando alude al hecho que la organización partidaria representa un poder oligárquico fundado sobre una base democrática”. Aunque a la vez la aparición de oligarquías dentro de diversas especies de democracias es consecuencia de una necesidad orgánica y por eso afecta a todas las organizaciones.

De donde para él en la realidad un partido político moderno no es otra cosa que “la organización metódica de masas electorales”. A raíz de lo cual otro analista de la obra señale que los partidos son máquinas electorales creadas con el fin de ganar elecciones, y, para ganarlas, necesitan sacrificar su democracia interna.

Como explica Michels, “podemos resumir el argumento diciendo que en la vida partidaria moderna la aristocracia se complace en presentarse con apariencia democrática, en tanto que la sustancia de la democracia se impregna de elementos aristocráticos. Por un aparte tenemos una aristocracia con forma democrática, y por otra parte, una democracia con contenido aristocrático”.

De donde se produce lo que algunos sociólogos de otro tiempo denominaban la circulación de las elites, ya que todo poder sigue así un ciclo natural: procede del pueblo y termina levantándose por encima del pueblo, hasta que en un momento dado esa elite es reemplazada por otra y se continúa en el mismo proceso.

De donde la ley de hierro de la oligarquía consiste en el hecho que tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría” y se concluye en que toda organización se vuelve oligárquica.
Mitchels y nosotros
Al respecto corresponde, en primer lugar, aclarar que esa, su ley de hierro, se aplica a toda organización, y no solo a los partidos políticos. A la vez habría que agregar, yendo más allá de su pensamiento, que a todo ese tipo diverso de organizaciones cabe darles la denominación genérica de corporaciones, entendiéndose por tales a todo ente o cuerpo en el que quienes la gestionan se maneja con independencia de la verdadera voluntad de quienes, por formar parte de ella, los han designado.

Inclusive cabría, en nuestra manera de ver, y referido a nuestro caso efectuarle dos complementos. El primero, es que esas oligarquías burocráticas no solo hacen primar sus propios intereses sobre los de la organización; sino que a la vez desarrollan estrategias mañosas con el objeto de perpetuarse en sus cargos, de una manera que intentan convertirlos en vitalicios.

A ello se agrega una segunda nota, que alude de una manera equívoca al concepto de familia desde perspectivas diferentes. La primera es que estas oligarquías muestran una inclinación a volverse nepotismos, no solo por la cooptación de familiares, sino por el hecho que forman en muchos casos una unión simbiótica con grupos integrados por ellos mismos o sus familiares que quedan fuera de ellas, desde el punto de vista formal, aunque en la realidad son resultado de la ampliación virtual de esa estructura oligárquica.

A lo que se debe agregar el hecho que en muchos caso estas oligarquías no son otra cosa que constelaciones de familias diversas que conviven en armonía, sin perjuicio que más de una vez se dé el caso de confrontaciones entre ellas que implican su ruptura, después de lo cual, la secuencia vuelve a repetirse.

Y se me ocurre que lo hasta aquí indicado no es otra cosa que la muestra de un espejo fiel de nuestra realidad, cuando vemos la manera cómo se gestiona el poder en provecho de los que lo ejercen y sus familiares allegados en ámbitos diversos que van desde lo político a lo sindical, pasando por lo empresarial y lo deportivo. Y no hablemos de los nepotismos harto curiosos que se dan, por los cuales no solo se designan a familiares en todos los cargos vacantes y los que se crean con ese único objeto; sino que vemos a quienes para no pagar alimentos a su esposa de la que está separado se encargan de ubicarla en algún cargo de la misma corporación, a la vez que también se da el caso de que ex esposos o ex parejas, hagan lo mismo con sus otros ex. Del carácter vitalicio de los cargos tenemos ejemplos varios tanto a nivel oficial como sindical, con la particularidad observable de un tiempo a esta parte, que la asunción de hecho de lo que se exhibe como el derecho de ocupar un cargo hasta que la muerte la separe de él: se suma ahora la curiosidad que existe en la tendencia a que esos cargos se vuelvan hereditarios.

Todo ello que todas esas corporaciones oligárquicas en sus interacciones forzosas para gestionar cuestiones que, cuando más no fuera de manera indirecta, hacen al bien común, cuando no manifiestan resistencias que explican el hecho que seamos una sociedad bloqueada, evitan el inmovilismo por una estrategia del toma y daca.
La forma posible de sofrenar la aplicación de esa ley
Para Michels la democracia de partidos - y no es concebible posiblemente un sistema menos malo- no solo ha nacido con un pecado original, sino que, para colmo de males, no existe forma de borrarlo.
Ya que según él, los defectos de la democracia residirán en su incapacidad para liberarse de su escoria aristocrática, dado lo cual es probable que este juego cruel continúe indefinidamente.

Sin embargo dando la impresión de estar ganado por el pesimismo, no advierte que él mismo, al explicar la génesis del pecado, nos viene a señalar el camino por el cual avanzar en procura de una posible remisión.

Es que, como pone de relieve otro glosador de Michels, en casos de crisis política, la lejanía de la llamada “clase política” con respecto a la masa de la ciudadanía produce rechazo en ésta, lo que provoca el surgimiento de grupos que denuncian a la oligarquía de turno y a la democracia como imperfecta o incluso inexistente porque no se sienten representados. Esos grupos están integrados por un número relativamente pequeño de personas, que son las interesadas en política, y luchan de manera organizada por llegar al poder, adquiriendo a su vez rasgos oligárquicos, y cuando alcanzan el poder lo hacen generalmente mezclándose con la anterior oligarquía hasta confundirse con ella.

Y todo ello se explica por la ausencia de una verdadera demanda de participación en la toma de decisiones por parte de la mayoría de los ciudadanos, excepto por parte de aquella minoría que siente realmente un interés personal en ello, porque “únicamente el egoísmo puede incitar a la gente a interesarse en los asuntos públicos”.

Dejando entonces de lado el escepticismo desesperanzador de Michels, y partiendo del supuesto de que únicamente del concepto erróneo de que solo el egoísmo puede provocar ese interés, mi convicción está en el hecho que la cuestión pasa por un cúmulo de razones y motivaciones que no vienen al caso enumerar, el segmento mayoritario de los electores se contentan con el ejercicio de la ciudanía un solo día, cual es el de las elecciones en el caso que concurran a votar y lo hagan de una manera positiva.
De donde de lo que se trata es de encontrar la manera que la mayor parte de esa mayoría, deje de comportarse como ciudadanos un solo día y cada tanto, para ejercer la ciudadanía de una manera plena y permanente
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Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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