Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
No estamos hablando de algo que sucede a todos, pero resulta indudable, la “cuarecincuentena” en que vivimos, a no pocos de nosotros nos ha hecho llegar a padecer esa situación.

Existen, por supuesto, los que la pasan peor, cual es el caso de los tocados por el “virus coronado”, o de quienes como consecuencia de la imposibilidad de trabajar, se les están acabando los recursos indispensables para subsistir con lo mínimo.

También es el caso de aquellos que, con mucha propiedad, puede decirse que les toca bailar con “la más fea”, como son desde los gobernantes con responsabilidades frente a la pandemia, como ese cúmulo de personas -de médicos a choferes, como así también desde enfermeros hasta personal de seguridad- que participan en esta lucha sin cuartel, incluso en más de una ocasión a riesgo de su vida.

Pero junto a ellos se da el caso de otros compatriotas vecinos a quienes ese confinamiento, que para muchos no se acaba de alargar, en el cual a quienes no se los ve presos del enojo y la intemperancia, entran en ese estado de ánimo indefinible al que nos referíamos al principio. Indefinible, ya que hablar de “estado comatoso” resulta exagerado y hasta insultante.

Cabría hablar de “somnolencia inducida” o de “sopor”, aunque tampoco esas expresiones suenan convincentes. Algo que nuestras abuelas explicaban de una manera más contundente, cuando decían “déjate de estar sin hacer nada y ponete a trabajar”. Una admonición explicable, ya que los que son ganados por ese estado de ánimo, son aquellos que sienten que se les ha “bloqueado el horizonte” sin posibilidades de recuperación.

Un estado de ánimo explicable en aquellos que se han quedado sin trabajo, y con la incertidumbre que significa la posibilidad, imposible en apariencia, de encontrar otros. Pero que resultan más que tan solo inexplicable, inclusive imperdonable, en el caso los funcionarios públicos que siguen cobrando, hasta ahora al menos, sus sueldos sin trabajar.

Es a esa categoría de personas a las que en la ocasión prestamos especial atención, dado que lo que consideramos que en la actualidad se espera de ellos, es que empleen su tiempo en exceso disponible, en parte en ver la manera como se puede lograr que nuestra administración pública se vuelva a la vez más eficiente y menos onerosa.

Pero por sobre todo, en aplicar su ingenio creativo -del que nadie está privado, aunque lo haya recibido cada cual en dosis cuantitativa y cualitativamente diferentes-, en “proyectos de interés común que resulten convocantes”.

De una manera que en definitiva nos ayude a comprender que la vida “post pandemia” no significará un retorno a nuestra “anterior normalidad”. Sino en cualquier caso, a una “vida nueva”, que se inicia -y no renace, como nos aferramos a creer- concluido el actual agobio, abriéndonos las puertas a un nuevo futuro, que debemos encarar con la convicción de que las cosas esta vez, van a ser mejores para todos. Entiéndase bien, no es que la pandemia nos ha vuelto mejores, sino que superemos una experiencia a la que ese es el sentido que le debemos dar.

Quedando en claro que cuando hablamos de proyectos convocantes, no estamos hablando tan solo de aquellos de proporciones faraónicas, sino incluso de esos pequeños aportes que significan un cambio positivo en nuestra vida cotidiana, dado que, como dice el título de un libro muy difundido en un corto lapso, tiempo atrás, “lo pequeño es hermoso”, y así debemos aprender a apreciarlo.
Fuente: El Entre Ríos

Enviá tu comentario