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El 2020 es un año insólito que llevó a muchos académicos y funcionarios políticos a repensar cómo van a desenvolverse las relaciones internacionales y las dinámicas socioeconómicas a futuro. Más allá de que algunos vaticinios fueron exageradamente apocalípticos e incluso una oportunidad para algunos de proponer medidas exageradas mientras decían que la vieja normalidad había muerto, no hay que descartar la posibilidad de cambios en las reglas del juego.

En una charla para la Universidad Torcuato Di Tella, Dani Rodrik, reconocido académico especializado en economía política internacional, decía que el Covid-19, más que ser un desafío por sí mismo, es un desafío porque exacerbó los problemas que ya venían arrastrándose a nivel global. Un ejemplo claro es nuestro país, que venía acumulando años de estancamiento y decadencia en diferentes facetas y que por la cuarentena sin fin llevó a que se acelere el riesgo de una crisis fatal. Para todos, para los más prósperos y para los más débiles, el manejo de la emergencia sanitaria puso a prueba y sacó a relucir las falencias y las virtudes que tiene cada uno, como también las fallas de los organismos multilaterales para lograr coordinación en esta lucha virológica.

¿Qué se puede esperar para el futuro? Como vemos en el conflicto entre Estados Unidos y China, en el cual también median otros países, existe la posibilidad de retroceder o reestructurar la globalización. De la hiper globalización a un modelo con un espíritu similar al del sistema de Bretton Woods, que funcionó entre 1944 y 1971 ¿Qué quiere decir esto? El comercio internacional no cesa, el crecimiento menos aún, pero la movilidad de capital y la liberalización financiera no serán como lo fueron en estos últimos 30 años, además de que las reglas impuestas por las instituciones internacionales más modernas no serán tan relevantes como aspiraban algunos. Esta posibilidad es aún mayor luego de todo lo vivido y visto en los últimos meses: carrera por las vacunas, conflicto por el 5G o las aplicaciones móviles, deslegitimación de la OMS, etc.

Los países desarrollados reevaluarán políticas económicas y sociales hacia el interior, utilizando herramientas con las que cuentan de antemano para lograr que toda (o casi toda) la sociedad se adapte al progreso, a los sectores más avanzados. Las grandes potencias vienen planeando estrategias y llevando a cabo medidas, como fuera mencionado, que sirvan para no estancarse económicamente y para predominar en un cambiante concierto de las naciones.

Los países en desarrollo, como el nuestro, no tienen otra opción más que repensar las estrategias de crecimiento. A medida que el miedo por lo que pueda ocurrir con el Covid-19 se desgasta, salen a la luz los verdaderos problemas de las regiones más pobres: diferencia abismal entre trabajadores que pueden trabajar de manera remota y los que no; diferencia abismal entre los que pudieron brindarle educación a distancia a los estudiantes y los que no; la imposibilidad de darse el lujo de pensar en el coronavirus como un problema central cuando gran parte de la gente vive del día a día.

Estas cuestiones naturalmente deberían ser abordadas por los gobiernos que dirijan estos países ¿Cómo lograr que los trabajadores puedan acceder a oficios de calidad, a oficios modernos? ¿Cómo prepararse de cara al futuro? Pensar que la economía se va a salvar a costa de asistencia social o que el estado de bienestar es sostenible en países pobres puede ser un error. Los estadistas más audaces comprenderán que los cambios en las dinámicas económicas y en las relaciones internacionales implican que el estado cambie el direccionamiento de algunas políticas. Alentar al crecimiento y no mantener una estructura deficitaria a costa de un aumento de la presión tributaria, por un lado. Es decir, hacer un uso inteligente del gasto público, algo reclamado por muchísimas sociedades a lo largo de este año. Por otro lado, encontrar aliados políticos y económicos que colaboren para el crecimiento de los países en vía de desarrollo, y no recurrir a entidades internacionales u otro tipo de actores que en múltiples ocasiones fallaron.

El mundo cambia. Las crisis aceleran los procesos, y el Covid-19 no es la excepción. La globalización y el capitalismo están lejos de extinguirse como procesos, pero cerca de cambiar algunos aspectos de su propia naturaleza. Las autoridades políticas deberán ser audaces y comprender los cambios, para poder explotar al máximo las ventajas de sus países y para poder sanar los déficits que tanto dolor de cabeza les traen. Habrá que seguir atentamente los acontecimientos para que no nos tomen desprevenidos.
Fuente: El Entre Ríos

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