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El incendio del Delta, parte integrante de nuestro territorio provincial, está lejos de haberse terminado. Vecinos del lugar, entrevistados por medios televisivos capitalinos así lo afirman, señalando que, a decir verdad, el fuego nunca dejó de estar encendido, y para emplear por nuestra parte una figura literaria, da la impresión que “se sigue alimentando desde el infierno”.

Explicación que puede ser entendida como un intento de desprenderse de culpas personales. Aunque da la impresión de que estos “focos de incendio” hubieran sido generados por el hombre, de una manera casual o de una manera intencional, ambas hipótesis son válidas, aunque la creencia colectiva, alimentada por voceros oficiales, opta por aferrarse a la última de ellas. No obstante, no es imposible conjeturar que esos mini incendios de cualquier manera generados, por la falta de atención más o menos inmediata para sofocarlos – a quién o quiénes les quepa el sayo tengan el valor de ponérselo – han adquirido una dimensión tal, que nos ha llevado a la nefasta situación actual.

Por lo mismo no se trata en la ocasión de repartir responsabilidades entre los autores del desastre, inclusive dejando de lado el hecho que existen entre los ocupantes del lugar y los gobiernos nacional y provincial, responsabilidades compartidas, aunque las mismas sean de distinto grado. Lo que importa a ese respecto, como en tantos otros aspectos de nuestra vida en común, no es contentarse con la repetición de este tipo de ciclos, en los que en algún momento se hace presente el fuego en esas dimensiones, sino tratar de hacer que, en la medida de lo posible, ellos no vuelvan a repetirse.

Y efectuar un nuevo enfoque del problema resulta una cuestión aparte de la necesidad de una acción coordinada y eficaz, hasta ahora inexistente, entre el gobierno nacional y los de las provincias en que incendios de este tipo pueden llegar a producirse, deberían a nuestro entender, partir de “la idea que tenemos del Delta, y también del Pre-Delta, como un todo”.

Imagen que no puede ser, en el caso de que podamos imaginarla, igual a la de la mayoría de los entrerrianos en la actualidad, ya que de serlo resultaría completamente distorsionada y por ello equivocada. Todo ello en atención a la variedad de “micro cosmos” que se hacen presentes en el interior de otro mayor que los engloba a todos, y que resultaría de una extensión difícil de concebir.

Es por ello que, para quien no esté familiarizado con ese territorio –que también es nuestro caso- ya que la idea que del mismo tenemos es una combinación absurda en la que se lo presenta, al mismo tiempo, como la postal de un singular paisaje, al que no nos atrevemos a calificar como bello, o una suerte de tierra como la del Far West norteamericano.

O sea, la imagen idílica de un ecosistema de valor inapreciable, junto a la existencia en el mismo de una población mucho mayor a la que se puede suponer en la mayor parte de su territorio, junto a una actividad económica mucho más importante que la que podemos imaginar.

A la vez, junto con nuestro “norte profundo”, da la impresión que el Delta –en el que incluimos el Pre Delta- es una de las zonas de nuestra provincia que cabe considerar como más dejadas “a las manos de Dios”. Una apreciación que cabría tener por confirmada, atendiendo a la demora del gobierno provincial de asegurar el suministro de combustible para las lanchas que llevan y traen a escolares isleños, en el sector con mayor densidad demográfica del mismo.

Es por ello que, a la hora de pensar en rescatar a este territorio del olvido, a través de una acción burocrática mínima, atendimos a una experiencia exitosa de los Estados Unidos, que nos da la impresión podría, no en su contenido, sino en su forma, ser aplicada a nuestro Delta.

Nos estamos refiriendo a la Autoridad del Valle del Tennessee, también conocida en español como la Autoridad Del Valle del Tenesí, la cual –según las fuentes consultadas- es una agencia del New Deal creada para generar energía eléctrica y controlar las riadas del río Tennessee en una región que abarca siete estados de los Estados Unidos. El Presidente Franklin Delano Roosevelt firmó la Tennessee Valley Authority Act por la que se creaba la TVA el 18 de mayo de 1933. La agencia todavía existe y ha crecido hasta convertirse en la mayor compañía pública de energía de Estados Unidos.

Como lo señalábamos, nuestra idea es menos ambiciosa. De lo que se trataría es de la creación de “una Autoridad Provincial del Delta”, la que tendría por objetivo por una parte la elaboración de un programa de desarrollo integral del mismo, que contemplara la preservación del medio ambiente, y al mismo tiempo lograra el desarrollo de actividades económicas no contaminantes en la región.

Organismo que, a su vez, en lo que respecta a la fase ejecutiva de ese programa, se valdría de las administraciones provincial y municipales de la zona, a través de mecanismos de inversión, tanto de funcionamiento como mantenimiento, para concretar ese programa.

Ignoramos qué andamiento tendrá una propuesta como la efectuada. Pero, de ilusión también ¡vaya que sí se vive!

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