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El juez Alejo Ramos Padilla
El juez Alejo Ramos Padilla
El juez Alejo Ramos Padilla
Hasta dónde los jueces pueden transparentar sus pasos y su ideología

Existen quienes reniegan de la política porque la consideran sucia y llena de zancadillas. Se olvidan así de que en la vida las cosas son parecidas e incluso peores, ya que la política – como quehacer práctico- es una parte de la vida. Y que esas afirmaciones rotundas son peligrosas y hasta malignas, porque si existen en todos los órdenes la suciedad y la maniobra artera, existen también hombres honrados, a los que esa cualidad ayuda en su esfuerzo de mantenerse limpios.

Hecha esta salvedad, tenemos que pasar a ocuparnos de las zancadillas, entendidas éstas no en el sentido literalmente real y concreto al que se refiere el diccionario, cuando la define como “la acción que consiste en cruzar de repente alguien su pierna delante de una persona que anda o corre para que tropiece y se caiga”, sino en el sentido metafórico que en el diccionario se da a la segunda acepción de la palabra, con la que se alude al “engaño o dificultad que se pone a alguien para perjudicarlo”.

Hoy nos vamos a referir a la maquinación de lo que debe considerarse como el intento de una “gran zancadilla”, que lo es tanto por la dimensión de su objetivo, como por ser quienes la han concebido personas habituadas a dar grandes –no hay que olvidar que la palabra “zancadilla” es precisamente un diminutivo de “zancadas”- o sea largos pasos, mientras ocupan sus manos llevando grandes bolsos.

La gran zancadilla pergeñada consiste no solo en apartar el fiscal Stornelli de la causa “de los cuadernos”, sino en que el conseguirlo es el primer paso para buscar instalar en la opinión pública –es decir más allá del corazón del “cristinismo inconmovible”- la idea de que la corrupción del régimen, que ayudó a desnudar esos cuadernos Gloria que tuvieron a Centeno como escriba, era una patraña. Para, en otra etapa subsiguiente, reinstalarse en un poder que habían dejado tan solo prestado y no perdido, proceder al indulto generalizado de los personeros de ese régimen, por actos de corrupción que ni siquiera “hacen ruido”, al decir de Felipe Solá.

Claro está que en ese eje “mitad indulto/mitad amnistía”, no se incluirá a los “arrepentidos”, más que por traidores, por cobardes.

El plan de la “gran zancadilla” ha dado dos pasos. El primero, la denuncia de un supuesto extorsionado, en la que se procuró en un primer momento involucrar a Stornelli, aunque después, viéndolo imposible, el juez que lleva la causa buscó agarrarse de cualquier cosa para imputarlo.

Al juez supuestamente involucrado en la maniobra, no le habría sido difícil encontrar a los maquinadores, aunque tuvieran que viajar hasta Dolores, donde aquel ejerce sus funciones.

Se trata del juez federal Alejo Ramos Padilla. El mismo pertenece a una especie de clan encabezado por su padre, Juan María Ramos Padilla, magistrado como él, aunque de mayor jerarquía y otro hijo que también lleva su nombre el que se ha movido siempre merodeando en el terreno en el que su hermano y su padre se han hecho notorios por las causas que han llevado.

Todos ellos se han definido en algún momento como “radicales de izquierda”, y así se han mostrado según cuentan cercanos a Leopoldo Moreau, a quien se habrían anticipado en saltar esa valla por lo que ignoramos si son solo expresiones de una izquierda nebulosa que los apartó, en apariencia al menos, del tronco radical.

Juan María Ramos Padilla, el padre de Alejo, fue designado juez federal en Morón en épocas de Alfonsín. Desde allí, durante la misma presidencia fue llevado a ocupar una vocalía en del Tribunal Oral nº 29 de la Ciudad de Buenos Aires. En su paso por el Juzgado de Morón declaró la inconstitucionalidad de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Con anterioridad a su ingreso en la justicia, el magistrado había actuado como abogado de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Como detalle anecdótico, se podría agregar que años atrás Ramos Padilla fue denunciado por ofender e insultar a políticos por Twitter, entre ellos el presidente Mauricio Macri y el diputado Pablo Tonelli, a quienes calificó de "esperpento y okupa”.

Juan María Ramos Padilla (h), que lleva el mismo nombre de su padre, aparte de haberse desempeñado durante el kirchnerismo como Secretario de Derechos Humanos en el gobierno bonaerense, es un periodista autor del libro Chicha, una biografía de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, quién falleció a los 94 años -sin poder abrazar a su nieta Clara Anahí a quien buscó incansablemente desde su secuestro hace 42 años. Es a la vez uno de los conductores del programa radial Hijos de treinta mil, del que es responsable H.I.J.O.S. regional La Plata.

Por último Alejo Ramos Padilla, el juez federal de Dolores, cercano a La Cámpora, fue abogado querellante en el primer juicio oral y público por delitos de lesa humanidad, tras la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Asimismo, fue abogado de la fundadora y primera presidente de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel ("Chicha") a la que hemos mencionado. También ejerció como juez federal subrogante en Bahía Blanca hasta 2015, donde hizo lugar a un amparo colectivo y ordenó suspender los cortes de gas por falta de pago en todo el país en 2017 y declaró inconstitucional el nombramiento por la vía del decreto, de los jueces Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti.

Según lo indicara el diario la Nación, es el único juez al que se le conoce una cuenta de Twitter que la usa para expresar su opinión. Si bien se advierte que otra cuenta conocida es la de Ricardo Lorenzetti, quien la usa con fines institucionales.

Si hemos efectuado esta morosa descripción biográfica de los integrantes de la familia Padilla, es porque cabe preguntarse si Alejo Ramos Padilla no se debería haber abstenido de intervenir como juez en la denuncia contra el fiscal Stornelli, por su rechazo y animosidad contra lo que en este momento cabe considerar lo que aquél representa.

Lejos estamos de considerar que los jueces en materia política, como en tantas otras, no pueden en su fuero interno tener una posición frente a este tipo de temas, porque en realidad a los que cabe poner reparos son, por el contrario, a aquéllos que por vérselos como inodoros, incoloros e insípidos, son llevados como hojas al viento a resolver según de donde salga el sol.

Así como respetamos la manera de pensar de todos los Ramos Padilla, que se trasunta claramente en su actuación pública, ya que consideramos que ella como cualquier forma de pensar es respetable, dado que las ideas no se matan, y a los hombres se los debe evaluar no por lo que piensan sino por lo que hacen.

Pero todo hace pensar, más allá del posicionamiento que exuda todo el grupo familiar que integra, que en su fuero íntimo y más que eso, Alejo está íntimamente convencido que el actual gobierno es una reinstalación del “gobierno del proceso”, dado lo cual todo lo que se haga en contra suya –en la línea de la actitud ostensiblemente “destituyente” del cristinismo- es válido.

Mientras tanto, nada de lo dicho debe considerarse una defensa del Fiscal Stornelli, de quien tenemos solo el conocimiento de la información mediática, y a quien suponemos apto para hacerlo con sus propios recursos.

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