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Hace pocos días, con 90 años, falleció George Steiner. Su nombre no dice nada a muchos y mucho a pocos. Fue lo que los ingleses llaman un "polymath", cuya traducción más cercana sería la de erudito: alguien con profundos saberes en un tema y amplios conocimientos en las más variadas ramas del saber.

Nació en París de padres judíos austríacos, ciudad que abandonó pocos días antes de la invasión, nazi, gracias a la clarividencia de su padre, que fue por otra parte desoída por parientes y amigos que morirían en campos de exterminio, al igual que muchos de sus compañeros del Liceo Francés. Radicado en los Estados Unidos, estudia en las universidades de Chicago y Harvard. Su campo fue la literatura, la filosofía, la relación de ésta con la poesía, la lingüística y los problemas de traducción y las graves consecuencias en la cultura, en la moral y hasta en el lenguaje, que causó el exterminio judío en la "shoa". Siguiendo el deseo de su padre, que quería negar la palabra de Hitler, quien aseveró que nunca más alguien llamado Steiner viviría en Europa luego del Reich, su carrera profesional, seguida algo a los tropezones en universidades inglesas, culminó en la Universidad de Ginebra, donde enseñó durante décadas y finalizó como profesor en Cambridge. Hablando con precisión cuatro idiomas y conocimientos del latín y del griego, el castellano parece haberle sido negado. Legó catedráticos a cinco continentes.

Personalmente, siendo todavía muy joven, encontré el primero de sus libros: “Tolstoi o Dostoievski" (una duda que muchos teníamos o mantenemos), donde analizaba la obra de ambos y el porqué de la preferencia de las entonces autoridades de la URSS por el
primero. Siguieron muchos otros, algunos particularmente difíciles, como su "Heidegger" que dedicó a su hijo, “que preguntaba".

Quiero transcribir algunos de sus comentarios sobre educación, tema siempre candente en toda sociedad que se precie.

"Enseñar con seriedad es poner las manos en lo que tiene más vital el ser humano. Es buscar el acceso a la carne viva, a lo más íntimo de la integridad de un niño o de un adulto. Un Maestro invade, irrumpe, puede arrasar con el fin de limpiar y reconstruir” (....) “La mala enseñanza, es, casi literalmente, asesina y, metafóricamente, un pecado".

Steiner nació con el brazo y mano derecha atrofiados. Su madre se negó a que le enseñaran a escribir con la mano izquierda: "Debía" usar la derecha. Así, una vez escribió: "Me llevó diez meses aprender a anudar los cordones, debo haber aullado con rabia y frustración. Pero un día pude hacer el nudo. Y eso nadie me lo puede arrebatar. Soy profundamente desconfiado de la pedagogía de la facilidad". A los 6 años leía con su padre Homero en griego.

"En el centro de todo lo que soy y de lo que creo y he escrito, está mi asombro, ingenuo como puede parecer a muchos, que podamos usar el lenguaje humano para entre tantas cosas, bendecir, amar, construir, perdonar y también torturar, odiar, destrozar? y aniquilar".

En uno de sus últimos libros, "Lecciones de los maestros", clasifica las relaciones posibles maestro-discípulo. Maestros que han destruido a sus discípulos, psicológicamente y aún físicamente, discípulos que han traicionado, renegado y destruido a sus maestros, la tercera categoría es la de mutua confianza (::::). "En un proceso de interrelación, de ósmosis, el maestro aprende de su discípulo cuando le enseña. La intensidad del diálogo genera amistad en el sentido más elevado de la palabra". ¿Se olvida lo de mutua indiferencia? No, pues esta quizás no sea una relación."La vocación del maestro: no hay oficio o arte más privilegiado. Despertar poder en otro ser humano, sueños mayores que los propios, inducir en otros el amor por?aquello que uno ama, hacer del propio presente el futuro de otro, ésta es una triple aventura, como no hay otra".

Gozador de vastas culturas, no era ciego a los peligros de las mismas: "Sabemos que un hombre puede leer a Goethe y a Rilke al atardecer, tocar a Bach y Schubert a la noche, e ir por la mañana a trabajar a Auschwitz".

Y una buena advertencia: "Es un secreto a voces que los intelectuales de biblioteca y los hombres que pasan sus vidas rodeados de palabras , de textos, pueden experimentar con especial intensidad las seducciones de las propuestas políticas violentas, particularmente cuando tal violencia no toca a su propia persona".

Sus libros, tan llenos de conocimientos e interrogantes y deslumbramientos, pueden dejarnos, al cerrarlos, una sensación de vacío, como vacío estaba aquel pozo que cavó un niño en la arena, para encerrar el mar.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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