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¿China tiene la vacuna desde febrero de 2020?
¿China tiene la vacuna desde febrero de 2020?
¿China tiene la vacuna desde febrero de 2020?
Todos nosotros, en alguna medida, somos conscientes del papel central que la pandemia comenzó a jugar en nuestras vidas, a poco del momento en que escuchamos hablar de ella. Mientras que a su vez, tenemos escasa o ninguna idea de la dimensión de la influencia que su presencia jugará no solo en nuestro futuro inmediato, sino inclusive en la forma en que quede conformado el destino de las futuras generaciones.

Y al respecto, corresponde comenzar por señalar la deuda impaga que los habitantes todos del planeta Tierra -empezado por los que, por distintas causas y con distintos roles ocupan en nuestro mundo posiciones de preeminencia- tenemos para nosotros mismos y para los que vendrán después; al no haber aprovechado la oportunidad que nos brindaba la presente coyuntura, para consumar una reorientación del fenómeno irreversible al que hemos designado como “la globalización”, de manera de poder lograr acometer la lucha contra la peste de forma centralizada, coordinada y rápida, que no solo resultara adelantada, con un más a la reconocida celeridad actual, capaz de lograr la invención de una o varias vacunas con que enfrentarla.

Al mismo tiempo que elaborar y poner en ejecución de una manera operativa, planes globales encaminados a mejorar, de la manera más extensa y eficaz posible, las condiciones de vida de millones y millones de personas, cuya situación actual las vuelve más vulnerables todavía- si cupiera que ello fuera posible- a los estragos provocados por el contacto con el virus.

Claro está que, pensándolo bien, haber pensado que un comportamiento de ese tipo era posible, no puede menos que admitirse que suena a una utopía; si se tiene en cuenta una larga serie de experiencias en el sentido opuesto.

No se trata del hecho que, en contraposición de la enseñanza evangélica, somos tantas veces incapaces de dar el trato que merece al que está “próximo”, o sea el vecino de al lado, el cual es nuestro primordial “prójimo”; sin que a ello se sume la importancia del comportamiento por el cual, debamos tratar de la manera esperada –que no es la frecuente- a todos aquellos que son “otros”, y con los que nos guste o no, conformamos un “nos-otros”.

No se trata únicamente de eso, sino que esas experiencias vienen a quedar de manifiesto en ejemplos puntuales. Como es el de la resistencia que despierta la lucha contra el “cambio climático” –frente al cual se asiste a la presencia de un “negacionismo” similar, aunque de otro origen, al que se observa respecto a la eficacia preventiva o curativa de las vacunas-, algo que paradójicamente se da en las élites gobernantes de los países más ricos, que de esa manera darían muestras de un egoísmo de dimensiones sino homicidas, al menos suicidas.

Sin olvidar el ejemplo permanente de experiencias negativas de este tipo, que tienen que ver con las cada vez mayores inversiones, en los cada vez más costosos y sofisticados armamentos – eso que se conoce como la permanente “carrera armamentista”- consecuencia de un desvío contrario a toda ética, producto desviado del ingenio creador y la inteligencia innovadora. Mientras con tal solo una parte de lo que se gasta con la intención de matar y de preservar ser muerto en las mismas circunstancias, dar la posibilidad de participar en el “gran banquete de la vida”.

Pero para ajustarnos al título de la presente nota, se vuelve indispensable descender del mundo etéreo “de lo que deberíamos hacer”, mientras se da el caso que de que casi siempre terminamos por arruinarlo, al de “las patéticas miserabilidades”, a las que aludía en forma reiterada nuestro Hipólito Irigoyen.

Un trayecto que en el descenso hacia lo más bajo de la superficie de la Tierra, nos encontramos con análisis que nos hablan de la manera en la que China atiende desde su perspectiva a la pandemia. Una manera que, como se verá –algo que por nuestra parte nos resistimos a sumarnos a ese delirio- tiene entidad para servir de fundamento a “una teoría conspirativa”.

La que en este caso sería la de que el virus no es sino un “cuento chino”, al menos un “invento” de ese origen, en el que nada tienen que ver los murciélagos ni ningún otro bicho raro. Ello así, programado dentro del contexto de una estrategia de mayor envergadura, con el objetivo de procurar lograr su domino planetario.

Es así como podemos leer las conclusiones de un analista, el cual señala que “puestos a echar carreras a ver quién llega primero a la vacuna anti Covid, solo hay una predicción cierta: que los ganadores nunca serán las empresas conocidas sino China”.

Y agrega que “siempre ha sido China. Mientras que las vacunas occidentales están aún solicitando los permisos de los reguladores, que no van a llegar de martes a jueves, la primera vacuna china fue inyectada a la viróloga y general de división Chen Wei y a otros seis científicos militares el 29 de febrero, cuando en resto del mundo todavía creíamos que el SARS-CoV-2 era una de esas extravagancias orientales que jamás arañarían la coraza del mundo libre.

Es por eso que al continuar se lo observa escribiendo que “aquí no hay carrera, amigos. Los chinos ya la ganaron hace ocho meses, aunque sin nota de prensa, cobertura mediática ni autorización oficial. A la pekinesa.

Y se hace aquí presente una paradoja de la que se ocupa ese analista cuando señala que la “vacuna china”, o al menos “tres de los cuatro candidatos”, se da en un contexto marcado por el hecho que “el propio éxito de China en contener la pandemia ha dejado una tasa de nuevos infectados tan baja, que no es nada fácil conseguir unos números estadísticamente significativos”.

Inclusive ese analista se ocupa de señalar que “China no tiene en realidad una necesidad urgente de la vacuna, dado el éxito de su protocolo de pruebas y cuarentenas, y su interés es más bien situarse como un agente global en el desarrollo de vacunas, el tipo de potencia científica con la que el mundo tendrá que contar para resolver esta pandemia y las que hayan de venir”.

Ha llegado ahora el momento de completar un itinerario que, de las alturas evangélicas, nos lleva al terreno de los “calefones”, que según algunos incluso se mantienen más o menos decorosamente en pie, “atados con alambre”, que es el caso de nuestro país. Nuestro país, gobernado por un presidente que según una ácida afirmación, que refiriéndose a su persona, dice que “deben buscarse en sus silencios, las verdades ausentes en sus palabras”.

Mientras tanto, sin que nos identifiquemos con una caracterización tan cruel y sanguinaria como la transcripta, el hecho real es que a pesar del “comité de sabios” y de las filminas luego silenciadas, entre algunas cosas buenas, hemos hecho muchas –difíciles de desentrañar acabadamente- mal, y en las que el gobierno ha encontrado en muchos de nosotros una no buscada colaboración.

No es este ni el momento de que nos pongamos a llorar sobre la leche derramada, ni de ensañarnos en pegar sobre la matadura. Es que a esta altura de los acontecimientos, lo que se espera de todos es que de las maneras más diversas aportemos nuestro grano de arena, de manera de que desde el gobierno, con nuestro presidente Fernández, como “comandante en jefe del operativo de vacunación general y gratuita”, como en alguna ocasión hemos por lo menos creído escucharlo autodenominarse de esa manera, resultemos exitosos –y por qué no, aplastantemente victoriosos- en esa batalla a dar.

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