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Ese es el nombre con que se auto designa y se promueve, en materia turística, Villa Elisa. Una valoración justa, si se tiene en cuenta el esfuerzo que hacen, tanto autoridades, personal municipal y su vecindario, en preservar lo hecho con ese objetivo y lo que se continúa haciendo. Una muestra de esto último resulta el anuncio, del que nos hemos hecho eco, efectuado por su Municipalidad, que viene trabajando en este innovador proyecto de contar con una plaza de especies nativas, con un fin educativo-recreativo. Anuncio que se acompaña con la indicación que el proyecto busca poner en relieve la flora autóctona de Entre Ríos y las buenas prácticas para conservar estos ecosistemas en un espacio diseñado para tal fin. Dado lo cual, se señala que se trata de una iniciativa que es de esperar sea imitada en otras localidades de la provincia. Ello así, ya que, el solo hecho de que se construya una “plaza” es valorable, atento a una situación que no es de ahora, en la que se ve solo de una manera excepcional acompañar la extensión de la planta urbana de nuestras ciudades con la previsión de espacios y la construcción posterior de otros; lo que es una muestra de la poca atención que nuestras autoridades muestran a la necesaria preservación –y porqué, no- ampliación de los espacios públicos.

Un juicio en apariencia de excesiva rotundidad, que esperamos tratar de atenuar valorando la creación en el ámbito de otros muchos municipios, de reservas naturales. Mientras tanto, esperamos que, obras públicas como las mencionadas –dejando de lado lo recreativo, aspecto que no dejamos de valorar- cumpla con su finalidad educativa, la que debería bifurcarse en dos cursos de acción. El primero, cambiar lo que intuimos como la ausencia entre nosotros –y sobre todo en los vecinos de centros urbanos- de una valoración afectiva y efectiva hacia los árboles, frente a los cuales no es extraño, en el mejor de los casos, se asuma una actitud de molesta indiferencia. Que nace de la incomprensión que el árbol no es una cosa inerte, sino un ser vivo, que exige cuidado a la vez que puede producir daños, pero respecto a valorarlos se encendería una polémica, de asignarle uno mayor que al de los perritos falderos. Perritos, a los que, no solo se los atiende de una manera encomiable cuando se cuida que no se salteen una vacunación, sino que, no es extraño verlos entrar en una peluquería canina junto a sus maternales propietarias, con lo que es nuestra intención compararlos.

El segundo curso de acción es aquel que busca que aprendamos a reconocer un árbol, en función del conocimiento del nombre popular que se le asigna a cada especie. Porque es casi un lugar común, la afirmación de que, así como por lo general no se presta atención a lo que no nos interesa, esa ausencia de interés es en gran medida consecuencia del desconocimiento. De allí que en una búsqueda de los árboles autóctonos que existen en nuestro entorno, dimos con una lista, que consideramos incompleta, en la que indican como representativos de nuestra flora al ñandubay (Prosopis affinis), el algarrobo negro (Prosopis nigra), el espinillo (Vachellia caven), el chañar (Geoffroea decorticans), el incienso (Schinus longifolius), el quebracho blanco (Aspidosperma quebracho-blanco), el molle (Schinus molle) y el tala.

Es por eso que, aparte del hecho que deberíamos preguntar acerca de los árboles de nuestra flora que parecen reclamar a gritos su ausencia en esa lista, nos limitamos a preguntarnos cuántos de ellos se conocen por haberlos visto, y cuántos por haberlos escuchado mencionar en alguna ocasión.

Para terminar, consideramos que no podemos hacerlo, sin aludir a una suerte de certamen organizado por el Consejo General de Educación (CGE) y la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), por medio de una votación abierta durante 60 días, en la que participaron estudiantes y docentes de todos los niveles y modalidades, y la ciudadanía en general, realizada con el objetivo de conocer e identificar las especies arbóreas representativas de nuestra provincia, buscando de esta manera aportar a la construcción de conocimiento y valoración de los árboles nativos y su importancia como patrimonio natural y cultural. Un certamen en el que, en el primer lugar en las preferencias se ubicó el espinillo y en segundo lugar el ñandubay.
Fuente: El Entre Ríos

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