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Tenía unas chafalonías de bronce, que le acabo de regalar a mi tío, hincha de River el pobre, que me habló que está juntando todo el bronce que encuentre para utilizarlo como material de fundición que, según me dijo, le están pidiendo los fanáticos del club y que es lo último que le falta para convertirse en “barrabrava”. Es que están acumulando material porque le piensan levantar una estatua al “Muñeco”, no sé bien por qué hazaña, ya que no veo que le haya ganado a Boca, que los ha tenido de hijo tanto tiempo.

“Que no se te ocurra una entrada nocturna al cementerio, a hacerte de unas placas”, le grité más que le dije, antes que me empezara con eso de dar gracias.

No había en mi advertencia nada despectivo, para mí, que por mucho tiempo tuve a Gallardo por un “tierno”; es que me hacía mucha gracia verlo no con cara de muñequito de torta, sino advertir que se trajeaba como los chicos de antes, que es el caso de mi tío según una foto de él que todavía anda por ahí dando vueltas, en la que se lo ve igualito a como me lo imagino a Gallardo, de trajecito azul, con una banda blanca con un moño fruncido y terminado en flecos en la manga izquierda del saco, cuello grande, almidonado abotonado y con corbata blanca apretando su cogote y con ese pelo casi enrulado que le cae un poco sobre la cara.

Lo que no le dije en cambio a mi tío, porque no es cosa de pelearse, es que no hay que apurarse a hacerle estatuas a nadie y menos cuando están vivos. No es que me acuerde de Néstor Carlos Kirchner, con su estatua bamboleante levantada y a punto de caerse, emplazada en la ciudad de Quito, y que su actual presidente, un ingrato y un traidor según su antecesor Correa, la quiere mandar a un depósito por lo menos, según se me ocurre.

Es que si eso pasa con las estatuas con las que se homenajea a los muertos recientes, no puedo dejar de alertar, según vengo a acordarme, que eso pasa también con las que no son nada recientes. Está así el caso de un monumento en honor de Cristóbal Colón, ubicado en las proximidades de la Rosada, al que la señora de Néstor no podía ver, pensando en los pobres mapuches con los que don Cristóbal casi cometió un genocidio, y por eso chau, se sacó de encima a la estatua y a Colón.

Por esa razón, y por su afecto entrañable para con Evo Morales, que veía con malos ojos que el falso descubridor de América, porque no lo era ya que en realidad los primeros que la descubrieron fueron los antepasados de los quechuas y aymaras cuando entre Rusia y Alaska no estaba todavía el canal que después encontró Bering, y que por eso lleva su nombre, pero al que no le hicieron por eso ninguna estatua.

Y todavía, antes que Colón lo hiciera, habían llegado los vikingos, y según se dicen también los chinos, los que ahora parece que están volviendo. Y Evo Morales, como les decía no podía por su parte ver el monumento de Colón, instalado junto al de Juana Azurduy que fue, según me han asegurado, la primera montonera, cosa que no fue la Arrostito y no se sabe bien lo que pasó con una patricia muy bien empoderada.

Y como billetera mata galán, aprovechando que la señora de Néstor tampoco lo quería a Colón, y la otra estatua la regalaba Evo. Al ladito de la Rosada vino a quedar Juana, mientras se iba la de Cristóbal.

Me tomo un respiro luego de tanta charla, que aprovecho para preguntarme si en el desbarranco de la estatua de Néstor no tendrán nada que ver los celos de Cristóbal, al ver su monumento maltratado y que desde el más allá cobra venganza.

Después de lo cual, debo volver al “Muñeco” y su proyecto de estatua. No por temor a los celos de Ángel Labruna, que verá desde el más allá su estatua acompañada. Sino porque pienso en mi tío y en el pánico que le causaría si llegara a ver como Gallardo se siente como una estatua, y comienza a dirigir el equipo de la banda roja como lo haría una estatua.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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