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Nicolás Trotta, ministro de educación
Nicolás Trotta, ministro de educación
Nicolás Trotta, ministro de educación
La emergencia dentro de la emergencia

Una vez más, y esta vez desde esta columna, considero que se hace necesario insistir en una prédica que se ha vuelto recurrente en este medio, a lo largo de la situación de emergencia motivada por la pandemia.

Por Rocinante

Es que así como resulta una estrategia que se ha vuelto casi una constante entre nosotros, el culpar de las falencias, errores e inclusive de las malas prácticas en que incurre cualquier gobierno, al anterior; esa misma estrategia exculpatoria en diversos grados se la ve ahora utilizada desde el actual gobierno, cuando sin dejar en ningún momento de zamarrear a su antecesor (como si el mismo fuera la madre de todos los males y las desgracias presentes y futuras, y porque no de las pasadas), se señala en lo que es una verdad a medias (lo que significa faltar a la verdad) que la situación por la que actualmente atravesamos es culpa principal de la pandemia. Una manera de explicarla, la cual se utiliza en procura vana de desembarazarse de cualquier responsabilidad en el actual estado de cosas.

Es que la actual administración confinó y confina cuando debía o debe, nunca dejó de tener presente la necesidad de vacunar y pone en lograrlo una determinación que trasciende al esfuerzo que se hace en la materia, y optó por la salud, a costa de sacrificar en gran medida la economía y hasta la libertad, todo ello si se escucha a sus principales voceros y sus repetidores. Es decir que podía, como consecuencia de todo ello, recibir como premio la paz de los justos, ya que da la impresión que, en lo íntimo de su conciencia, nuestros gobernantes consideran que han hecho todo lo que en sus manos estaba en condiciones de hacer.

De esa manera viene a esquivar su obligación de mostrar que, desde hace largo tiempo, vivimos en estado de emergencia, de donde la situación actual no sería otra cosa que una emergencia dentro de otra emergencia de mayor envergadura. Y ello así, en el caso de que para describir este último estado de cosas, nos abstengamos de utilizar palabras más crudas, cual sería señalar que la pandemia nos golpeó más feo y con mucha más fuerza, porque nos agarró mal parados, o sea, en un mal momento, cual es el de estar inmersos en una etapa avanzada de un proceso de franca decadencia.

Y en esa caracterización no existe exageración alguna, al menos en el caso del ámbito educativo, si se tiene en cuenta que de las evaluaciones de los rendimientos educativos en nuestro país, apenas se saca la cabeza afuera en materias como son lenguaje y redacción, se está en el fondo del agua en matemáticas y todavía existe algo peor. Cuál es la circunstancia que más de la mitad de los que salen de la escuela primaria y un poco menos de los que concluyen la secundaria, no ¡¡¡entienden el sentido de lo que leen!!!
La pandemia y nuestro sistema educativo
Dentro de ese contexto, donde cabría insistir en el hecho que donde la emergencia golpeó más fuerte es en el ámbito educativo, al cual, descuajeringado como venía, la pandemia le dio un golpe de gracia, ya que en los hechos, si se tiene en cuenta el número y condición social de la mayoría de los que el sistema dejó afuera de un modo teóricamente temporario (partiendo del presupuesto erróneo que la gran mayoría de los que quedaron afuera del sistema, se recuperarán trayéndolos de nuevo a la escolaridad), y que al desaparecer casi en forma total la presencialidad de las clases, el mismo dejó en la práctica de funcionar. Eso llevó a que la situación que se vive en provincias patagónicas donde existen chicos que habrían ingresado en lo que sería ahora el tercer grado y que nunca han prácticamente cruzado el umbral de un aula, haya dejado de ser una escandalosa peculiaridad.

Cabría agregar, para medir la magnitud de la situación de tierra arrasada que se vive en ese ámbito, que en el mismo las marcas que va a dejar la pandemia y sus efectos, serán más profundas que las de otros sectores de nuestra sociedad, con el agravante que, en el mejor de los casos, su recuperación será también más lenta.
Pandemia, educación y política
Indudablemente en esa situación incidió e inciden de una manera significativa las recalcitrantes posturas gremiales, las que se han visto en el pasado girar fundamentalmente sobre el problema real de los sueldos docentes, pero que ahora han adquirido una clara connotación política, si se compara la postura gremial frente al retorno a las aulas, en los respectivos casos de la ciudad y de la provincia de Buenos Aires, mientras se ve al gobierno nacional bamboleándose entre la vuelta a las clases y, en el mejor de los casos, a favor de una presencialidad retaceada.

De esa forma nos encontramos ante un caso puntual, y no el de mayor entidad, de un avance más de la política, tanto la partidista como la ideológica, en la educación.

La que ha utilizado como rehenes a los escolares, en el caso de un penoso conflicto en que vimos embarcados por una parte al gobierno nacional y de la provincia de Buenos Aires y por la otra el gobierno de la ciudad del mismo nombre.

Con la curiosa circunstancia que, cuando el gobierno bonaerense volvió sobre sus pasos, y abrió las escuelas, lo hizo de una manera que la mayoría de las mismas ubicadas en ciudades con autoridades de filiación opositora a la suya, continuaron cerradas con el pretexto de que no reúnen sus poblaciones los parámetros fijados en función de la epidemia, los que, como ha quedado demostrado en la ciudad de Buenos Aires, dejan afuera a los menores de edad, sin computar el hecho que esos parámetros han sido materia de fundados cuestionamientos desde una perspectiva científica. Todo lo cual hace que esa distinción discriminatoria suene más como castigo a los votantes, que como una preocupación por su salud. Algo que se ve confirmado con el hecho que en esas localidades bonaerenses en donde las escuelas permanecen cerradas por decisión del gobierno provincial, se ha procedido a la apertura de los cines, por una disposición del mismo gobierno…
La suspensión de la evaluación del programa Aprender y la promoción automática de grado sin aprender
Entretanto se asiste en estos momentos en el ámbito público, inclusive en mayor medida que en el educativo, a una discusión que gira en torno a dos cuestiones.

La primera de ellas es la de la promoción automática de los alumnos a los que se los ve haciendo como que cursan sin cursar; o al menos se los da por aprobados, sin acreditar haber cumplido las exigencias respecto a los contenidos desarrollados y que debieron serlo en cada grado, para ser promovidos al inmediatamente superior. Algo que en casos extremos puede llegar incluso a que se opere para determinados grupos de alumnos la promoción automática por segunda vez.

Una posibilidad que resulta inadmisible, aunque no por ello deja de ser posible y hasta previsible, ya una medida de este tipo, se pretende justificar de manera imposible, en atención a la circunstancia que venimos aludiendo, va contra el orden lógico de las cosas y desafía el orden en general. Inclusive siguiendo consecuentemente este tipo de argumentos se llegaría a que se concedieran diplomas universitarios, cursando la materia de las diversas carreras por el solo hecho de hacerlo, sin necesidad de aprobarlas de una manera escalonada.

Inclusive, de ser así las cosas, habría poco y hasta ningún motivo de escándalo, viviendo como lo hacemos en una sociedad en que se minimiza, cuando no se devalúa, hasta el extremo tanto el esfuerzo como el mérito, y que la narración de un relato sustituye cada vez en mayor medida a la realidad.

Inclusive esa franquicia vendría a acusar una desigualdad, ya que ¿cómo se explicaría la ausencia de la promoción de un alumno cualquiera en tiempos anteriores, por no haber aprobado la totalidad de las materias cursadas, o el quedar con un mínimo de materias pendientes de aprobación?

En tanto, el segundo eje confrontador gira en torno al hecho que por segundo año consecutivo, el gobierno nacional ha resuelto posponer las pruebas Aprender.

Al respecto vemos informar en una nota periodística, que ello es consecuencia de no contarse para hacerlas con los indicadores indispensables para evaluar el rendimiento educativo de los alumnos de primaria y secundaria, ni el impacto que tuvo la virtualidad en tiempos de pandemia. De donde cabe inferir que esa situación se prolongará mientras, no sea posible tener las aulas abiertas y la presencia en ellas de docentes y alumnos.

No está demás, aludir a la circunstancia que las pruebas Aprender no son otra cosa que un muestreo de carácter censal que se realizó por última vez en el año 2019, como se conoce tradicionalmente a ese muestreo de carácter censal que se realizó por última vez hace dos años y abarcó a 11.400 escuelas públicas y privadas de todo el país.

Frente a esa decisión, explicable por los motivos aludidos, por mi parte considero que la misma debió haber sido complementada con otra evaluación generalizada, aplicando una metodología similar y encaminada a todos quienes por su función tienen esa obligación, como a todos aquellos que en nuestra sociedad muestren interés en conocer el grado de preparación de quienes están en edad escolar, tengan la posibilidad de hacerlo.

Ya que contar con una suerte de cuadro de situación por no decir una fotografía de nuestra realidad en materia educativa, resulta imprescindible para poder delinear una estrategia de recuperación, en lo que hace no solo a la medición del desarrollo educativo de cada uno de los individuos que se encuentran dentro del sistema (y en ese sentido mi referencia alcanza no solo a los educandos, sino también a los educadores) sino para poder implementar de la manera más eficaz posible los futuros cursos de acción, de manera que se pueda poner a nuestro capital humano a la altura de sus potencialidades, en la actualidad lamentablemente tantas veces desaprovechadas o desperdiciadas.

Se trata, como lo señalara el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, utilizando esa jerga tan familiar en los especialistas en las denominadas ciencias de la educación de llevar a cabo otras pruebas estandarizadas, “más eficientes para captar la complejidad de los procesos que se proponen evaluar”…
Fuente: El Entre Ríos

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