Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
¿Ha escuchado alguno hablar del cuento aquel de “la camisa de hombre feliz”? Y si así ocurrió ¿es que también lo leyó? Esta vez debo reconocer que supe de la historia no por mi tío, sino porque me lo contó mi abuelo.

Según me acuerdo, hacía referencia a un zar de las Rusias que, cuando estaba al borde de la muerte prometió dejarle la mitad de sus bienes, no a su mujer, la zarina, sino a quien ahuyentara a la muerte.

Una sola persona se atrevió a aceptar la apuesta, indicándole que su salud dependía de que se encontrara a un hombre feliz vistiendo su camisa. Parece que el zar mandó a su gente a recorrer el mundo buscando para encontrarlo, y hallaron uno solo que era feliz, pero, y es un gran pero… resultó que no tenía camisa. De lo que no me acuerdo, es si el rey se terminó muriendo.

Y como una cosa lleva a la otra, me acordé del título de un libro, del que sí, esta vez, fue mi tío el que me habló, y que si mal no recuerdo, me llamó la atención porque era una pregunta. Igualito a lo que ahora pasa con los “comunicadores” que se les ha dado por encabezar las mininotas que redactan, de esa manera. ¿Pero es que hubo alguna vez diez mil vírgenes?, rezaba la pregunta.

Por supuesto que lo que allí se contaba era puro cuento, escrito en forma que quería ser burlona, porque la única verdad, según después también me dijeron, es que hay una historia que suena a leyenda de lo que le ocurrió a una tal Úrsula, princesa ella, y a sus damas de compañía, que por supuesto no eran diez mil, ni tampoco queda bien claro, de dónde se sacó que todas ellas fueran vírgenes.

Una cosa difícil de creer no solo para mil años atrás, sino también para esta época.

Lo que sí es cierto, es que en el día de ayer se vio a un diario hacer mucha bambolla al publicar una nota en la que se entrevistaba al longevo dueño de una empresa constructora, quien a sus 97 abriles se sinceró diciendo que en su vida, ni él ni su empresa pagaron a nadie una coima, remarcando que en ese nadie están incluidos todo tipo de gobiernos. Una razón para sentirse orgulloso por partida doble. Por haber resistido a esa tentación o exigencia, llámese como se quiera.

Y sobre todo habiendo sido constructor contratista del Estado. Por lo visto, una verdadera “mosca blanca” y… longeva.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

Enviá tu comentario