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Detienen a la mafia calabresa
Detienen a la mafia calabresa
Detienen a la mafia calabresa
Una historia italiana trae a colación coincidencias con algunas novedades de nuestro entramado policial-judicial

Durante la semana salió a la luz una situación escandalosa en el mercado financiero europeo. Resulta que algunas de las emisiones de títulos de deuda que emitía un vehículo del tipo de los que en Argentina se conocen como fideicomisos, tenía como activo subyacente facturas a cobrar del gobierno italiano. Estas facturas habían sido emitidas por servicios prestados por empresas-fachada de uno de los grupos mafiosos más poderosos de Italia: la ‘Ndrangheta calabresa.

Entre 2015 y 2019, el fideicomiso recaudó alrededor de mil millones de euros (unos 1100 millones de dólares). Al parecer, las transacciones estaban muy bien estructuradas, y alguna de ellas había sido adquirida por un importante banco privado europeo (Banca Generali), luego de haber sido aconsejado por uno de los gigantes de las consultoría global (Ernst & Young).

Todo parecía transparente, y el negocio parecía seguro. El flujo que garantizaba los bonos provenía de ingresos de un conjunto de negocios (en la superficie, legales) que incluían, entre otros, transportes en ambulancia, servicios funerarios, y provisión de alimentos en campos de refugiados, por los cuales el gobierno italiano contrataba a las empresas y éstas empresas facturaban al gobierno. Para acelerar los tiempos de rotación del efectivo, las empresas empaquetaban las facturas en el fideicomiso y éste les adelantaba el pago a cambio de un descuento. El fideicomiso, a la vez, tomaba deuda en el mercado financiero para hacer el adelanto del pago. El riesgo financiero quedaba, entonces, en el público inversor.

A efectos de traer este simpático asunto hacia nuestras latitudes, basta reconocer una coincidencia entre esos servicios y algunos que se prestan en nuestro país para fines de lavado de dinero proveniente de actividades ilícitas.

¿Por qué hacía más de cuatro años que Lázaro Báez estaba en prisión? Lo había dispuesto el juez Sebastián Casanello en abril de 2016 por la llamada causa de “la ruta del dinero k”, que investiga el presunto lavado de dinero por más de 60 millones de dólares. De esa causa se desprendieron las causas Hotesur y Los Sauces, dos sociedades administradoras de hoteles de la familia Kirchner. Cabe recordar que Báez habría pagado por el alquiler de casi todos los cuartos de esos hoteles sin haber jamás ocupado los mismos. Como nuestro mercado de capitales no es tan desarrollado como el europeo, la familia Kirchner no recurrió a un fideicomiso financiero para anticipar los fondos, sino que los retiró como dividendos de las sociedades dueñas de los hoteles, que gracias a su plena ocupación resultaban de lo más rentables. Ni con agua podría quedar más lavado el asunto.

La decisión de la Cámara Federal de Casación de permitir la salida de Báez de prisión esta semana fue recibida con indignación por una parte de la sociedad. El problema está en que en esta ocasión la indignación está mal dirigida. Báez llevaba más de cuatro años en prisión sin sentencia, pese a que la ley establece que esa situación no debería extenderse más allá de los dos años.

Quiere decir que no corresponde enojarse con la Cámara, que tomó una decisión conforme a la ley. Enojarse con la Cámara sería equivalente a pretender hacer cumplir una ley violando otra. La culpa, en todo caso, sería de los jueces de Comodoro Py que tuvieron a su cargo las causas contra Báez y las durmieron durante cuatro años a pesar de que parecerían contar con todos los elementos a la vista como para dictar sentencia.

Pero en nuestro país nunca aparecen los culpables, ni las condenas. Uno de nuestros deportes favoritos consiste en encontrar en los otros las culpas de nuestras desgracias – la evangélica paja en el ojo ajeno. Las herencias recibidas, los cambios de humor en el mundo, la tozudez de la oposición, la pandemia, y ahora los “odiadores”: siempre hay culpable para desligarnos de nuestra responsabilidad. Hacerse cargo de las circunstancias para cambiarlas nunca parece formar parte de los planes de gobierno. Las malas decisiones propias nunca son las culpables. Es obvio que la política juega un partido diferente del que jugamos los demás mortales. Para un político, mejorar la realidad es un bonus, no un objetivo. Su único objetivo es el de ganar elecciones.

Hay poca inocencia en la política. Hay mucho comportamiento corporativista. Como en la mafia. Los que en apariencia son enemigos acérrimos nunca acaban siéndolo tanto. Cruzan fuegos de artificio, nunca munición real. Nadie va preso, nadie se delata en serio. Quien lo hace, mal acaba.

En Italia, el escándalo con los ahora llamados bonos de la mafia salió a la luz cuando la policía que investigaba a uno de los hospitales en que la empresa de ambulancias prestaba servicios descubrió un esquema de extorsión para eliminar la competencia.

En Argentina, la defensa de los beneficios de la política son también una cuestión de famiglia. Que ni siquiera cuando vuelven a revolotear los lemas de 2001 (Que se vayan todos, o Son todos iguales) parecen estar puestos realmente en riesgo. Son las leyes de la corporación. Nosotros somos los extorsionados.
Fuente: El Entre Ríos

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