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Nada que ver con C.S. y Deportivo Achirense, ni con Ferrocarril Oeste: la fijación argentina es con el dólar

En cualquier circunstancia, los argentinos prefieren los dólares a los pesos. Que los precios al consumidor anual argentina más de 20% en promedio durante cada uno de los últimos 20 años y de 37% durante los últimos 4 años da sentido a esta fijación. ¿Quién querría guardar en su bolsillo un billete que dentro de un año le permitirá comprar mucho menos que ahora?

El problema está en que en Argentina el dólar es generalmente un bien escaso. No es una moneda que podamos emitir, ni una que nos resulte sencillo obtener con el comercio exterior. La restricción está en el flujo, no en el stock. El blanqueo de 2017 demostró que nos hemos ocupado de acumular dólares a mansalva.

El asunto es que, mientras tenemos grandes ventajas para producir bienes primarios, no somos competitivos a nivel global en la mayor parte de las industrias manufactureras – sea cual sea el tipo de cambio. Entonces, cuando llega un 2019, como cuando llegó 2002, lo único que pasa es que la recesión deprime el nivel de importaciones y genera un súbito aumento de los dólares disponibles. Pero lo hace a costa de consumos reprimidos, no por un aumento de la competitividad.

Los agentes económicos reconocen que este aumento de la oferta de dólares es transitorio: tarde o temprano, lo que dejamos de importar hoy lo volveremos importar. Es que de insumos importados viven nuestra industria nacional, desde los autos hasta los celulares que ensamblamos en Tierra del Fuego.

El problema está en que en Argentina el dólar es generalmente un bien escaso

Lo mismo ocurre cuando Argentina puede tomar deuda en el exterior y los dólares fluyen. En esos tiempos, el tipo de cambio se mueve a una tasa inferior a la tasa de inflación, los productos importados nos parecen baratos y viajar al exterior es un gusto que muchos se pueden dar.

Sin embargo, aún en esos tiempos los argentinos, sabedores por viejos y por zorros, acumulan esos dólares que el resto del mundo decide prestarnos. Porque saben que cuando no se puedan devolver, como tantas veces nos ha pasado, su valor aumentará y el acceso al ahorro en dólares se verá restringido. Ahorrar en dólares no es una cuestión de índole moral o una cuestión del corazón; es una cuestión de supervivencia, del más puro egoísmo del bolsillo.

Durante el segundo trimestre de 2018, la oferta de dólares del resto del mundo se frenó. Como todos los gobiernos lo han hecho, y como todos lo harán hasta tanto no haya un plan antiinflacionario en serio, el gobierno de Macri intentó manejar el precio del dólar. Fue una batalla desigual, porque no sólo los argentinos demandaron todos los dólares baratos disponibles, sino que los acreedores también lo hicieron. A punto tal que los aparentemente abundantes USD 44 mil millones del FMI fueron consumiéndose hasta que no hubo más remedio que restringir la oferta por la fuerza. Y después apretar el torniquete un poco más: del límite de USD 10000 por mes al de USD 200 y más tarde al impuesto de 30%.

De quien se decía que nos llevaría a Venezuela proviene una respuesta de lo más ortodoxa

Así como la soltura nunca dura, tampoco los cepos son eternos. A ellos les sobrevienen los mercados paralelos. Circulaba por Whatsapp una (tristemente) risueña lista de quince cotizaciones diferentes para el dólar: mayorista oficial, minorista oficial, ahorro (oficial + 30%), turista, Bolsa, blue, contado con liqui, soja, etc. Una cotización para cada necesidad. En tanto la cotización del paralelo sea mayor a la del oficial, seguirá habiendo demanda de dólares.

El cepo y el impuesto del 30% a la compra de dólares buscan acumular divisas para hacer frente a los pagos de la deuda. El re-reperfilamiento de las Letras del Tesoro confirma la intención. El impuesto, además, aumenta la recaudación. Pero, a la vez, le pone una guía al dólar informal: $63 x 1,30 = $82 para el dólar turista; muchos piensan que éste es el valor real del dólar y mueven los precios de los bienes según ese valor.

Lidiamos con tiempos extraños: el gobierno neoliberal de Macri impuso el cepo, reperfiló los vencimientos de corto plazo y envió al Congreso una ley para reestructurar el resto de la deuda. El gobierno popular de Fernández no sólo promete una rápida solución a los acreedores, sino que les demuestra que guarda los dólares y mejora el perfil fiscal para tal fin. De quien se decía que nos llevaría a Venezuela proviene una respuesta de lo más ortodoxa. Está claro porqué: es más fácil gobernar cuando hay dólares.

(Esta columna se tomará vacaciones durante las próximas tres semanas)
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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