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La muerte es la muerte, escribimos ayer. Y ahora debemos decir que casarse de la muerte es imposible, así como hacerlo con el coronavirus. Pero aunque ello sea así, no significa que no se deban tomar precauciones, para que el virus no nos “cace”.

Es que con el virus, son muchísimos –y no es necesario esforzarse en comprobarlo- quienes reaccionan de la misma manera que frente a la misma muerte. Ya que no solo la gente común y silvestre, tal nuestro caso, es común que comentemos acerca de “cuanta es la gente que se muere”, como si los que así reflexionan no fueran parte de ella, y por ende fueran inmortales. Es por eso que algo parecido sucede ante la epidemia, nada más que en este caso de lo que se habla es “como se contagia la gente”, algo que quienes así se expresan no debe preocuparse, ya que ellos son invulnerables, dado lo cual no necesitan de molestas precauciones.

Según se cuenta en Colón se dio el caso de una señora grande, que desde esa ciudad viajó a Buenos Aires, de donde regresó el mismo día, con un equipaje lleno de coronavirus, amén de los que se habían colado en su cuerpo. Algo que estamos ciertos que debía desconocer, aunque a pesar de ello debió haber hecho el confinamiento preventivo, que no habría considerado necesario hacer. Luego de lo cual ocurrió una circunstancia en principio previsible, pero que la señora lamentablemente no había previsto. Un primer contagio a un nieto, que es algo completamente inusual, ya que son por lo general los nietos parranderos los que ponen en peligro a sus abuelos, cuando se acuerdan de ir a visitarlos. Pero el nieto tiene una madre, como no podía ser de otra manera, hija de su abuela. Y aquí las cosas se complican, ya que se ignora –y por lo demás no es de interés averiguarlo- si fue su madre o su hijo por quien fue contagiada.

Mientras ello ocurría, las cosas se presentaban en apariencia normales, y es por eso que no es de extrañar que la hija, que es a la vez madre, saliera de su casa a trabajar desparramando virus a troche y moche. En su oficina donde su socio y un empleado resultaron contagiados. Y a todo los que siguió regalando en una recorrida por diversas oficinas, en las que el virus vio que se le daba amistosa acogida. Algo que nos hace recordar el nombre de una película que ya desde su título explica de que se trata eso de “irse a dormir con el enemigo”.

Y con ello concluimos. Aunque de hacerlo no podemos dejar de desearle recuperación a los infectados, dejar la advertencia de que “todos somos gente” y por lo mismo todos debemos cuidarnos y cuidar a los demás. Y lo que es más importante: que no nos ensañemos con nadie, por todo los que pasó y sigue pasando.

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