"No os entreguéis a ésos que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir", parte del discurso final de Charles Chaplin en la película El Gran Dictador(1940)

La democracia es el sistema político preferible para la sociedad. Sin embargo, ha dado lugar al nacimiento de demasiados vicios, en cuyo origen está la política, inseparable de la democracia. Entre ellos, amparados en el voto popular han crecido populismos y abusos de poder que parecían reservados a los regímenes autocráticos.

En el propio funcionamiento de los partidos políticos se empantana la democracia. Son una rareza las agrupaciones que eligen a sus candidatos mediante el voto de sus simpatizantes. Las elecciones internas, o PASO, resultan una pantomima para legitimar a un candidato que en la práctica había sido elegido a dedo por el partido.

Además, casi todos los partidos tienen problemas para justificar sus gastos de campaña. La falta de transparencia en las cuentas partidarias debería servir a la sociedad como preludio de las artes que se emplearán quienes resultan elegidos durante su ejercicio de la función pública.

La disciplina partidaria a ultranza es otro atraco a la democracia y al voto popular, que en demasiadas ocasiones se ve vulnerado por decisiones de los representantes que en nada favorecen a sus representados, sino a los dictados del partido.

Es así que la democracia parece a veces un instrumento que la política ha moldeado a la medida de los políticos y no un mecanismo para que el pueblo sea soberano. Al fin de cuentas, sólo se eligen unos pocos cargos en las elecciones, que luego son multiplicados por una infinidad de designaciones en las que el votante nada tiene que ver. El nepotismo, que en los juegos de palabras cruzadas todavía se circunscribe a una cuestión de papas o de reyes, ha sido perfeccionado al punto de deformar la noción de representante.

Más que un servidor público, el político electo y el funcionario designado pasan a actuar en modo autónomo. Personas que aparentaban tener los pies sobre la tierra, de repente circulan en coches oficiales, manejan presupuestos millonarios, son adulados por pares y subalternos, los medios se afanan en reproducir sus dichos, y las claques los aplauden cuando inauguran obras - incluso cuando se trata de rutas sin terminar, hospitales sin equipar o viviendas inutilizables.

Personas que parecían normales, de repente se vuelven políticos que se la creen. Y en su vanidad dejan de percibir con claridad lo que es correcto de aquello que no lo es. Se sienten intocables. Empiezan a utilizar bienes públicos para usos privados. Designan a parientes y amigos en diversos organismos. Se arrogan beneficios impropios: viajes, asesores, propaganda, todo pagado desde las arcas públicas.

Abusan del poder con que cuentan para enriquecerse, o para apretar a sus opositores. Para ello se valen de grupos de choque (piqueteros, feministas, ambientalistas), que tampoco son inocentes, sino que ocupan a unos cuantos vivos que en nombre de la defensa de esas causas loables solo buscan una porción del dinero público.

Mientras la política le hace un flaco favor a la democracia, el acceso a la información le ha venido a poner un límite a la política. En eso sí que hubo una democratización. A un clic de distancia, cualquiera puede ver a sus representantes y exrepresentantes rodeados por bolsos con millones, autos de lujo, joyas, y hasta con armas. Las redes sociales hacen todo explícito y, de manera preocupante, demasiado habitual. Son muchos los conocidos que visitan Tribunales. Todavía peor: son muchos los ignotos políticos, sindicalistas y líderes sociales que llevan vidas de millonario. ¿Habrá más corrupción ahora, o será que antes solo podíamos sospechar lo que ahora podemos ver?

Pese al escándalo, poco deseo hay de cambiar las cosas. Ha pasado al olvido un proyecto de cambio político que podría haber venido a limpiar la cosa. Hubo reformas previsional e impositiva, y se impulsa una reforma laboral; pero ya nadie parece querer hablar de reforma política: listas sábana, PASO, financiamiento de los partidos son causas perdidas.

Como ovejas, estamos entrenados para callar, so pena de ser acusados de conspirar contra la democracia. A la clase política no le sirve reformarse. En ello coinciden todos, pese a sus discrepancias ideológicas. Todos maman de los mismos privilegios, como para querer recortárselos.

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