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La inevitable próxima reforma previsional debería enfocarse en el largo plazo y aumentar las edades de retiro

El pensador israelí Yuval Noah Harari supone que el hombre inmortal ya ha nacido. Una suposición incomprobable, aunque poco auspiciosa para los sistemas previsionales. Sobre todo si la inmortalidad no elimina la vejez.

El desbalance del sistema previsional argentino (medido por la diferencia entre aportes recibidos y erogaciones para pagar todas las prestaciones) supera los 4 puntos del Producto Bruto Interno (PBI). No hay mejor explicación para el altísimo costo laboral argentino: el sistema no puede prescindir de los aportes patronales, aunque estos hagan que el trabajo argentino sea poco competitivo.

La gravedad del asunto queda ilustrada por la relación entre aportantes al sistema (11,5 millones) y beneficiarios (8,4 millones, entre 6,9 millones de jubilados y pensionados y 1,5 millones de beneficiarios de pensiones no contributivas, de los cuales más de 1 millón son por invalidez): 1,36 aportantes por beneficiario.

No es un problema exclusivo de nuestro país. Los sistemas previsionales están en problemas en todo el mundo por dos fuerzas estructurales que se superponen: cae la tasa de natalidad y aumenta la expectativa de vida.

Los sistemas previsionales están en problemas por dos fuerzas estructurales que se superponen: cae la tasa de natalidad y aumenta la expectativa de vida

En Argentina aceleramos las tendencias. Durante los ocho años de la administración de Cristina Fernández, el número de jubilados se duplicó, el de pensionados se triplicó y el de pensionados por invalidez casi se cuadruplicó. No atravesamos guerra alguna, pero fuimos víctimas de una epidemia de dadivosidad con el dinero de los aportantes. Entre 2006 y 2017 el gasto en seguridad social trepó desde alrededor de 5% del PBI hasta más de 11%.

Como las cuentas no cerraban, el kirchnerismo pisó las jubilaciones, lo que derivó en numerosos juicios. El gobierno de Macri buscó solucionar el problema con la Reparación Histórica, pero esta normalización se usó con fines proselitistas y supuso una carga adicional que aumentó la insostenibilidad del sistema previsional.

A la Reparación Histórica le siguió una reforma previsional que corrigió otro desvarío: el de atar las jubilaciones a la recaudación: ¡cuánto más se recaudara, más se gastaría! No importaba que en el camino se siguieran regalando jubilaciones sin aportes y dudosas pensiones por invalidez.

La reforma de diciembre de 2017 vinculó los pagos a la inflación y los salarios. El año pasado, la disparada de la inflación atrasó las prestaciones. ¿Y este año? Si los pronósticos se cumplen, las jubilaciones recuperarán muchísimo terreno. Habrá que ver si esa recuperación es pagable dentro del marco del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. O si demanda otro parche.

A largo plazo, solo funcionará aumentar la edad jubilatoria para todos

Una solución de fondo requeriría medidas drásticas, pues el problema es estructural y el sistema, tal y como está organizado, es insostenible. Revisar las pensiones por invalidez y los abusos contra el sistema es una forma de corregir el presente y ganar tiempo, pero no soluciona un problema causado por cambios irreversibles en la ciencia. Cambios que piden a los gritos aumentar las edades de retiro.

En 1993, la ley 24.241 llevó las edades de jubilación a 60 años para las mujeres y a 65 para los varones. Desde entonces, la esperanza de vida al nacer de los argentinos subió casi cinco años. Para las mujeres, es de 80,3 años. Desde el vamos estamos mal: no hay forma de que 30 años de aportes puedan sostener 20 años de beneficios. Mucho menos con la proporción de 1,36 aportantes por beneficiario.

En primer lugar, urge igualar las edades de retiro. La diferencia actual nace de la arcaica concepción de que la mujer debe ser subsidiada por cargar con las tareas domésticas y la crianza de los hijos. El colectivo feminista debería reclamar ya por esta discriminación y este sexismo.

A largo plazo, solo funcionará aumentar la edad jubilatoria para todos. No hasta un nuevo número fijo que luego quede desactualizado, sino hacia una cifra variable, periódicamente corregida en base a datos objetivos de longevidad.

Un cronograma así podría incluso arrancar de manera escalonada, dentro de algunos años, y minimizar el impacto político presente. Pero es imprescindible. El sistema previsional está quebrado y no parece haber espacio para más impuestos que le ganen unos años de aire. Se necesita diseñar un sistema previsional que sea sostenible de manera endógena. Solo es posible atrasando la edad de retiro.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa