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Podemos considerar que, en la actualidad, nuestro “vivir junto a otros” resulta difícil. No alcanzamos a entender que lo hacemos en “sociedad”, y menos aún en “comunidad”. Lo vemos como una obra de teatro, una novela o una película. Con la diferencia que con nuestras vidas construimos no un relato de ficción, sino que se hace presente la realidad.

A la vez que, los tres elementos, que tiene siempre una estructura narrativa –planteamiento, nudo y desenlace- en nuestro caso concreto, como grupo humano, los argentinos no podemos siquiera saber en qué fase de la narración hoy nos encontramos.

Existen momentos en que tenemos la impresión de que no hemos llegado a concluir “el planteamiento”, dado que no estamos en condiciones de mostrarnos, aunque más no sea de una manera inconsciente, coincidir viendo ni aun los ingredientes mínimos de nuestra realidad.

De allí la imposibilidad de precisar el meollo o núcleo de la coyuntura, ya que se hacen aquí presentes las mismas dificultades y hasta las imposibilidades, ya presentes en la etapa anterior.

Pero en el decurso de nuestra vida juntos no sabemos ni de esperas ni de treguas, por lo que la misma sigue transcurriendo sin cesar, y de esa manera se hacen presentes nuevos planteamientos, que pueden llevar a descartar los precedentes, o a sumarles a ellos otros más.

Es así como en nuestro caso se hace presente esa circunstancia, ya que estamos atravesando otra crisis –quizás lo más apropiado sea referirse a esta como “una mini/crisis”- “dentro de otra crisis”, cual es la situación desencadenada por la renuncia de Martín Guzmán a su cargo ministerial. Algo que ha desatado lo que parecería ser un vendaval, aunque a la postre todo termine siendo un episodio más, dentro del que nos sigue atormentando, sin miras de ver amainar su intensidad.

Mientras tanto, lo único que tienen de común ambas crisis, es la forma más que ansiosa, preñada de incertidumbre, con la que se busca desentrañar el desenlace de ellas. Una preocupación explicable, y que debería aun ser mayor, ante una circunstancia que no es un mero “divertimento”, sino una cuestión de índole existencial.

Es que en ambos casos los interrogantes sobre el desenlace – que, en el caso de las películas, las obras de teatro o la novelas, aludimos a aquél como “el final”- se limita a una pregunta, la que esconde muchas otras, cual es la de “cómo y cuándo terminará esta verdadera pesadilla, que en su avance se muestra más dañina y por ende provoca mayor desesperación”. Aunque mejor sería preguntarse, tal como se escucha repetir, no ya cuándo saldremos de la oscuridad, sino cuándo veremos la luz que aparece al final del túnel. Al mismo tiempo que decirnos que “de nosotros depende”.

Es que en lo que concierne a ambas crisis -que se dan, como ya hemos dicho, una dentro de la otra- algo que puede suceder y no es lo peor que nos podría ocurrir, es que las cosas sigan como están. Ya que atendiendo a lo que se conoce como las leyes de Murphy, la primera de ellas, “no solo si algo puede salir mal, saldrá mal, sino que lo que sale mal puede salir peor todavía”. Sin contar que no se puede dejar de temer que estemos también frente a la segunda, la que afirma “que si existe la posibilidad de que varias cosas vayan mal, la que cause más perjuicios será la única exitosa.”

De donde, siguiendo a Murphy –debemos ser conscientes de hasta qué punto hemos llegado, para que citemos como verdad científica sus afirmaciones-, de ser cierto que el primer problema al que debemos atender para remontar la cuesta es darle una solución al entredicho entre el presidente y su vice y que, según también se dice el “presidente ha quedado desnudo de poder”, mientras que, como consecuencia de ello la vice ha quedado revestida de todo el poder real. Cabría preguntarse si no ha llegado el momento de efectuar un sinceramiento que comience por la autoinmolación del presidente.

Esa pregunta puede ser una de aquellas que no merecen respuestas. Aunque, ¡¡nos hemos acostumbrado en los tiempos que corren a escuchar tantas burradas mayores!!

Sin olvidar tampoco que "es bien de Murphy" aquello que “no importa cuántas veces se demuestre una mentira, siempre quedará un porcentaje de personas que creerá que es verdad.”

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