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El candidato Sergio Massa ha desplazado al ministro Sergio Massa en la toma de decisiones. Es cierto que la devaluación del peso la decidió el Ministro, presumiblemente a instancias del FMI, aunque probablemente también por una mal calculada respuesta ministerial a la necesidad de detener la sangría de dólares. A partir de entonces, todas las medidas tomadas luego de la devaluación fueron de tinte proselitista.

La devaluación fue mal calculada no sólo porque el nuevo nivel del tipo de cambio no detuvo la demanda de dólares para importar o viajar, sino que tampoco redujo la brecha entre el dólar oficial y el paralelo y, en ausencia de medida fiscal alguna que la dotara de credibilidad, tuvo un traslado casi inmediato a los precios de los bienes transables, eufemismo que usan los economistas para referirse sobre todo al precio de los alimentos.

Cuesta encontrar un efecto positivo de la devaluación del 14 de agosto: subieron los precios, se agudizó la recesión, aumentó la brecha cambiaria y el Banco Central sólo pudo comprar reservas a costa de ponerle un cepo reforzado al pago de importaciones.

Desde el 14 de agosto, el Banco Central compró más de US$ 1.300 millones de dólares. Lo hizo cerrando al mínimo la ventanilla de los pagos de importaciones, una medida con claros efectos recesivos. Durante agosto se acumuló nueva deuda comercial por unos US$ 2.000 millones; el stock total de deuda comercial impaga alcanza US$ 17.000 millones. Es parte de la herencia que dejará el Ministro.

Al efecto recesivo de cortar el pago de importaciones se le sumó un efecto colateral: algunos importadores optaron por honrar las deudas con sus proveedores del exterior comprando dólares al tipo de cambio paralelo. Quizás por ahí vaya parte de la explicación del pico de más de 130% en la brecha cambiaria, durante la semana pasada. La respuesta de Massa-candidato: vender en el mercado paralelo los dólares que el Banco Central había comprado gracias al cepo a la importación. En el neto, el BCRA no acumuló reservas con la devaluación.

Todo este tragicómico tapadero de agujeros que se suceden en el mercado cambiario no ayudó a disimular el salto inflacionario ni el efecto recesivo de la devaluación. El candidato decidió que eso se solucionara anunciando bonos salariales y jubilatorios, reducción de impuestos, y más controles de precios. Medidas con un gran costo fiscal, que pintan un panorama sombrío para la inflación y el salario real, por la enorme emisión monetaria que demandan, y eventualmente llevarán pesos de regreso al dólar paralelo.

Es difícil distinguir entre desesperación y desorientación en las decisiones de política económica. Para que la devaluación obtuviera algún resultado positivo hacía falta un complemento fiscal que le diera alguna credibilidad. El Ministro, en cambio, anunció una andanada de gastos que acrecentaron la intranquilidad de los mercados y poco hacen para mejorar la sensación térmica de las personas, que sienten la inflación antes de que les llegue el paliativo. Quizás ya haya reconocido que no tiene muchas chances en las elecciones, y que sus anuncios son un problema para quien deberá hacerse cargo del gobierno en diciembre.

La sensación térmica actual dice que Javier Milei tiene la mayor probabilidad de ser esa persona. Esta sensación térmica ha comenzado a poner nerviosos a los mercados financieros. No sólo la situación macroeconómica actual es de extrema fragilidad, sino que hay total incertidumbre respecto de la política económica futura de un gobierno de Milei. Algunos comienzan a imaginarla como un salto al vacío. Sus votantes no parecen conmoverse demasiado con esa presunción.

Esta semana bajó el tipo de cambio paralelo, para beneplácito de Massa, que gastó todas las balas de que disponía para tal fin. Pero esa baja no indica qué piensa el mercado financiero. De hecho, en la semana bajaron con fuerza los bonos en dólares, los bonos en pesos y las acciones. Sabemos que, según cual fuere el resultado de las elecciones, el 23 de octubre o el 19 de noviembre, comenzaremos a afrontar la dura carga de hacernos cargo de los problemas que tenemos. Puede fallar.
Fuente: El Entre Ríos

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