La infección por los virus del papiloma humano (HPV) es la infección viral más frecuente del aparato genital que pueden causar lesiones en hombres y mujeres, que se transmiten por contacto sexual directo de la piel y de las mucosas de personas infectadas a la piel y mucosas de sus compañeras sexuales ya sea por sexo vaginal, oral y anal.

La familia del HPV cuenta con más de 120 tipos de virus que, en función de su potencial de generar algún tipo de cáncer, se clasifican en tipos de alto y bajo riesgo oncogénico. El paradigma de los primeros lo constituyen los tipos de HPV 16 y 18 y el de los segundos los tipos 6 y 11.

Los de bajo riesgo están comúnmente presentes en las lesiones benignas que causan verrugas en mujeres y hombres, en la piel alrededor de los genitales y el ano con mínimo riesgo de progresión maligna. Los de alto riesgo pueden producir cáncer.

Aunque la mayoría de las infecciones no producen síntomas ni enfermedad y se resuelven espontáneamente, la infección persistente por genotipos de HPV de alto riesgo, si no se detecta y se trata adecuadamente, puede progresar hasta convertirse en un carcinoma invasor en el lugar de la infección, principalmente en carcinoma del cuello uterino. También están implicados en los cánceres de ano, orofaringe, vulva, vagina y el pene.

La semana pasada, la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) publicó un informe en el cual indica que en nuestro país se producen unos 5.000 casos por año de neoplasias cervicales invasoras que se relacionan con la muerte de unas 1.700 mujeres por año, mientras que a nivel mundial se producen aproximadamente 475.000 casos nuevos por año con 230.000 muertes anuales.

Los riesgos de contraer una infección por el HPV se incrementan en forma significativa cuando se mantienen relaciones sexuales con múltiples parejas sin utilizar preservativos. Otros factores de riesgos son la utilización de anticonceptivos sin barrera ya que no evitan el contacto entre las mucosas, las infecciones del aparato genital de transmisión sexual que pueden afectar la inmunidad local y además el tabaquismo aumenta el riesgo de cáncer de cuello uterino.

El preservativo masculino reduce en forma significativa y eficaz la probabilidad de transmisión del HPV pero a veces no son totalmente efectivos para evitar el contagio, entre otras razones porque no cubren todas las áreas corporales que pueden estar infectadas.

Las vacunas incorporadas al calendario oficial en nuestro país para prevenir la infección y las lesiones producidas por el HPV fueron: la bivalente, que cubre contra los tipos que tienen potencialidad para producir cáncer como el 16 y el 18 y luego la tetravalente, que también cubre los tipos 6 y 11, responsables de las verrugas genitales y en otras localizaciones. Las vacunas administradas por vía intramuscular producen una fuerte respuesta inmunitaria, que generan anticuerpos neutralizantes contra los tipos incluidos en la vacuna, avalada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Ministerio de Salud Pública de la Nación Argentina, la Administración Nacional de Medicamentos Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) y sociedades científicas nacionales e internacionales, con elevada evidencia científica de ser muy segura y eficaz.

El riesgo de exposición al HPV persiste durante toda la vida sexual, y las enfermedades relacionadas con el HPV siguen siendo una fuente importante de morbilidad y mortalidad, sobre todo en mujeres y tanto en las naciones en desarrollo como en las desarrolladas.

La vacuna contra el HPV fue incorporada al calendario nacional de vacunación en el año 2011, destinada a las niñas de 11 años nacidas a partir del año 2000, con el propósito de disminuir la incidencia y mortalidad por cáncer de cuello uterino. Posteriormente, fue incluida para los varones a los 11 años de edad nacidos partir del año 2006.

Se estableció continuar con la estrategia de vacunación de varones y mujeres de 11 a 26 años que vivan con el virus de la inmunodeficiencia humana (HIV) y quienes hayan sido trasplantados (órganos sólidos o células hematopoyéticas) con esquema de 3 dosis (0, 2 y 6 meses).

En el año 2014, se definió la transición de vacuna bivalente a cuadrivalente, con el beneficio adicional de prevención de verrugas genitales. En el año 2015, considerando la evidencia científica disponible con respecto a inmunogenicidad y eficacia del esquema de dos dosis, las coberturas nacionales, las recomendaciones internacionales y las nacionales, se decidió simplificar el esquema a dos dosis con intervalo de 6 meses entre la primera y segunda dosis (0-6 meses).

Si la segunda dosis fue administrada antes de los 6 meses, deberá aplicarse una tercera dosis respetando los intervalos mínimos (4 semanas entre 1ª y 2ª dosis, 12 semanas entre 2ª y 3ª dosis).

Este esquema está indicado si se inicia la vacunación antes de los 14 años. En caso de iniciar un esquema atrasado en niñas mayores de 14 años, deberán recibir tres dosis (0-2-6 meses). El efecto de la vacuna es profiláctico o preventivo, y no tienen efectos terapéuticos sobre las infecciones por HPV activas o lesiones preexistentes.

Por los tipos de HPV contenidos en las vacunas, éstas logran su mayor eficacia para prevenir la infección cuando se administran antes del inicio de la actividad sexual. Además, tienen cierta eficacia de protección sobre algunos tipos oncogénicos no incluidos en la vacuna. Es importante lograr que reciban la vacuna la mayor cantidad de personas posible, ya que de esta manera se puede reducir la cantidad de individuos infectados por estos virus y genera además una protección de los individuos que no han recibido la vacuna.

El primer impacto de la vacuna se observa en las infecciones del tracto genital y en las verrugas genitales que tienen periodos más cortos de incubación para manifestarse, mientras que los efectos sobre lesiones cervicales tardan más tiempo en desarrollarse.

Los estudios han informado de una elevada eficacia en la prevención de la infección a los 6 y a los 12 meses de recibida la primera dosis de la vacuna, con cifras que oscilaron entre el 67 al 100%. La eficacia en la prevención de la neoplasia cervical intraepitelial (CIN1+ y CIN2+) fue elevada, con cifras que fluctuaron entre el 78,2% y el 100%.

El impacto de la eficacia se ve reflejado en la disminución de la prevalencia (índice de individuos que padecen cierta enfermedad dentro del total de un determinado grupo de personas) de estas lesiones, siendo mayor en los países cuanto mayor sea la aceptación y adherencia a la vacuna.

El mayor impacto de la aplicación de la vacuna se observó cuando la misma fue administrada antes de la exposición al virus del papiloma humano.

En Australia se observó una disminución de las verrugas genitales en hombres jóvenes no vacunados, lo cual también demuestra el impacto de la implementación de la vacuna.

Las vacunas han sido recibidas por millones de personas. Hasta diciembre de 2015 se administraron más de 205 millones de dosis de la vacuna cuadrivalente y hasta ahora no se han registrados efectos secundarios graves causados por las mismas. El evento adverso más común es una pequeña dolencia en el sitio de la inyección, similar al que se experimenta con otras vacunas. Tienen un alto perfil de seguridad, con un balance riesgo/beneficio muy positivo a favor del beneficio.

La vacuna contra el HPV es un instrumento de prevención primaria, pero no elimina la necesidad de realizar controles para la detección de cambios precancerosos en las células del cuello uterino. Es gratuita, obligatoria, eficaz y segura. Protege contra las lesiones benignas como las verrugas genitales y la mayor parte de los tipos de virus del HPV que producen lesiones premalignas, que de no ser diagnosticadas y tratadas oportunamente pueden progresar hasta convertirse en un cáncer invasor de cuello uterino.

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