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No es nuestra intención tomárnosla con el Intendente de Paraná Sergio Varisco, complicado como se encuentra por sus supuestas vinculaciones con negocios del narcotráfico en esa ciudad. Acusaciones que han llegado al extremo de imputársele que, para su financiación, se han utilizado fondos municipales, y que en despachos municipales existirían funcionarios que cumplían una doble tarea.

En cambio no puede dejarse de señalar que su situación judicial ha sido tratado tanto por la prensa como en el hervidero político de una manera que casi se podría calificar como insólita, ya que si en un momento el estallido llegó hasta su cobertura por los medios nacionales; se trató precisamente de ello, un estallido, después de lo cual las aguas se aquietaron, sin perjuicio de que se diera el caso de un sordo mar de fondo.

Cierto son dos cosas. La primera es que también en su caso juega el principio de presunción de inocencia hasta el momento en que sea juzgado y eventualmente condenado. La segunda es que en ningún momento se colocó en la posición de un “procesado político”, y victimizado por esa condición, más allá de la alusión casi tangencial, a que existían “manejos judiciales” en su contra.

De cualquier manera va a quedar indefinida la cuestión acerca de cómo debió haber procedido frente a la imputación en su contra, ya que, inclusive, se dictó en su contra su procesamiento por la situación aludida. Es decir, si hubiera debido renunciar, o al menos pedir licencia en sus funciones, para, como se dice, “defenderse bajando al llano” de manera que nadie pudiera suponer que buscaba con su permanencia en sus funciones de alguna manera obstruir la acción de la justicia; o como lo hizo, permaneciendo en funciones, poniendo la cara y haciendo tripas del corazón.

Aunque en los tiempos que corren, cuando el umbral de tolerancia social es tan bajo, una gran parte de la opinión pública, por no decir la mayoría seguramente se inclinaría por esta última postura. La que no es precisamente la nuestra, como ni existe siguiera la necesidad de decirlo.

Pero la cuestión a la que aquí aludimos, vinculada con Varisco, es la que podríamos llamar sin forzar mucho las cosas, una “cuestión de organigrama”. Y como tal, una cuestión de una importancia no menor, que la ciudadanía debería exigir conocer a todos los niveles de la administración pública, ya que ello contribuiría a una mayor transparencia en la gestión de gobierno.

Porque como se sabe un organigrama es “la representación gráfica de la estructura orgánica de una organización pública o privada que refleja, en forma esquemática, la posición de las áreas que la integran, sus niveles jerárquicos, líneas de autoridad y de asesoría”, según puede leerse en algún manual de buenas prácticas administrativas.

Razón por la cual también se dice que “los organigramas son de suma importancia y utilidad para empresas, entidades productivas, comerciales, administrativas y políticas”.

Es que por su finalidad los organigramas deben ser en primer lugar informativos, además de ser analíticos, en cuanto permiten la visión global del funcionamiento de una organización.

¿Y dónde lo referido en materia de organigramas tiene que ver con Sergio Varisco, en su calidad Intendente? Ni más ni menos que por dos de sus decretos de los que hemos tenido noticias, y que nos llevan a imaginar la frondosidad que ha de tener – y no solo gracias a Varisco, sino también a la larga serie de funcionarios de su misma jerarquía que lo precedieron en el cargo- un organigrama analítico integral de la administración municipal de la ciudad de Paraná.

Porque por un reciente decreto suyo, estableció dentro de la ley orgánica municipal una Dirección de Escobería que tendrá además una Subdirección a cargo de la Producción a su cargo, organismo que se encargará de producir escobas para la ciudad que dependerá la Subsecretaría de Previsión y Suministros de la Secretaría de Hacienda. Todo ello según los fundamentos del decreto, que la decisión se toma “a los efectos de hacer más eficiente la prestación de servicios” dado que la gestión municipal “tiene como premisa optimizar los recursos humanos, creando y jerarquizando espacios de producción propios”. Con lo que estamos tentados de señalar y quedamos vencidos por esa tentación de decir que de llegar a funcionar realmente y de una manera eficaz esa repartición, a no dudarlo que Paraná pasaría a ser la ciudad “más y mejor barrida no ya de nuestro país, sino del mundo entero.

Mientras tanto por otro decreto el Intendente Municipal de Paraná creó la “Dirección de Bajadas de Lancha”, que llevará el nombre de "ARA San Juan" en lo que es un detalle delicado ya que, como es de suponer, ese nombre lo es para homenaje y recuerdo de los 44 tripulantes muertos por el hundimiento de ese submarino. Esta Dirección estará a cargo de un Director, que cuenta con un Jefe de Departamento Administrativo, además de contar con un Subdirector y dos Jefaturas, la del Departamento Administrativo, a cargo por mera casualidad de la hija del Director y otra denominada Jefatura de la Sección de Atención al Público. La flamante repartición funcionará dentro del ámbito de la Dirección de Turismo Municipal.

Pero no es cuestión de ensañarse con el lastimado Intendente de Paraná. Ya que seguramente nuestra geografía está llena de alcaldes que deberían sonrojarse al mostrar idénticos organigramas.

A lo que se suma una acotación final. Ignoramos si nuestra Corte Suprema de Justicia cuenta con un organigrama. Pero según una información que ha llegado a nuestras manos no existiría otra nación que tuviera tantos empleados en sus Tribunales Supremos.

Es que la nuestra cuenta con 4.732 puestos y cuesta (Presupuesto 2018) seis mil millones de pesos, lo que equivale al tipo de cambio promedio unos 320 millones de dólares. Y en comparación, la Corte Suprema de EEUU tiene aproximadamente 500 empleados y un presupuesto anual de 89 millones de dólares.

Como se ve, con organigrama o sin él ninguna duda cabe que la imaginación ya está en el poder. Aunque el problema no pasa por allí sino por el uso desviado y con las consecuencias que todos soportamos, con el que nos valemos de esa imaginación.

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