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Protesta con barbijos en Venezuela
Protesta con barbijos en Venezuela
Protesta con barbijos en Venezuela
A fines de los ‘90 y a principios de los 2000, asomaban en el continente sudamericano presidentes pertenecientes a la corriente caracterizada por muchos como la “nueva izquierda”. Éstos parecían haber surgido para atender demandas de grupos que solían ser dejados de lado, o para proponer una política económica alternativa a las que fueron llevadas a cabo por los presidentes “neoliberales” que los habían precedido.

Dependiendo de los casos, marcados por coyunturas internas y por el efecto de las instituciones, algunos de esos presidentes fueron más racionales y “socialdemócratas”. Hugo Chávez, en cambio, protagonizó un caso de ruptura y populismo extremo, que luego derivó en Nicolás Maduro, en una crisis humanitaria, y en el fin de la democracia verdadera en su país.

En Venezuela persiste una crisis que se fue acrecentando con el pasar de los años. La feliz experiencia de Chávez, con el valor del petróleo por las nubes, no iba a durar para siempre. Desastre económico (Venezuela perdió 66% del PBI en 6 años), hiperinflación, migración a gran escala hacia otros países, crisis sanitaria por falta de insumos, una división de poderes inexistente y un ejército cómplice de los criminales y narcotraficantes que está de manera informal al mando del gobierno nacional. A todos estos factores que conforman una crisis humanitaria, se agrega el hecho de que la oposición, ahora bajo el mando de Juan Guaidó, tuvo nuevamente (como ya había ocurrido con otros líderes ocasionales) un comportamiento de poco carácter en un momento de la historia que demandaba otra cosa.

El caso venezolano es uno de los experimentos fallidos de la nueva izquierda latinoamericana. Ahora bien, ¿Cómo sigue en mayo de 2020? Hay muchos factores a tener en cuenta. En primer lugar, el accionar de Donald Trump. El Presidente de los Estados Unidos dice tener rodeado a Venezuela en este momento ya que allí sucede algo “muy interesante”. El magnate asegura que va a actuar de ser necesario y recordó que su gestión supo sancionar al país caribeño en otras ocasiones. Más allá de si lo hace para obtener un rédito electoral, para desviar la atención de los efectos del Covid-19 en Estados Unidos, o porque realmente siente que es necesario, su decisión obliga a Nicolás Maduro a tener que estar atento y a repetir el típico mensaje que comparte con su predecesor, para referirse al colonialismo y a los yankees como los enemigos.

Seguido a esto, el conflicto entre Irán y Estados Unidos, que parecía próximo a explotar en enero cuando las fuerzas estadounidenses asesinaron al general Qasem Soleimani, se trasladó a Venezuela. Es sabido que Rusia, China e Irán mantienen intereses políticos y económicos asociados al gobierno “antiimperialista” de Nicolás Maduro, quién ve a éstos como aliados contra los intereses norteamericanos. En este sentido, Maduro pidió la llegada de 5 buques petroleros provenientes de Irán para satisfacer la escasez de gasolina. Si, Venezuela, uno de los países con mayores reservas de petróleo en el mundo, ha destruido a tal nivel su capacidad de refinación que ya no tiene la capacidad para procesar el crudo que produce y se ve en la necesidad de acudir a otro de los enemigos de Estados Unidos. “No nos vamos a arrodillar ante el imperialismo norteamericano” dice Maduro, por un lado, mientras habla de la amistad entre su país y el gigante de Medio Oriente. Irán, por el su parte, amenaza con posibles represalias a Estados Unidos en caso de que no permita a las embarcaciones llegar a destino.

En cuanto al coronavirus y la respuesta del estado venezolano, el resultado es idéntico al del resto de las cuestiones: paupérrimo. Un sistema de salud en decadencia, un mayor dilema entre economía y salud que en el resto de los países, el subregistro de casos y el sobreregistro de tests son solo algunos de los indicios que nos dan a entender que a medida que pasen los días, Venezuela se encontrará subsumido en una crisis mucho más profunda.

Sabiendo que el aislamiento social y el estancamiento de la economía a nivel mundial afectan a todos, aquel 15% de caída del PBI en 2020 que el FMI estimó durante el mes de Abril para dicho Venezuela debería ser recalculado. Como si fuera poco, la ONU informó que el 98% de los test de coronavirus en Venezuela son defectuosos, lo que nos hace pensar que poco se sabe del número de contagiados real y que difícilmente se pueda evitar una crisis humanitaria aún mayor que la de los tiempos pre-pandemia.

“No queremos terminar como Venezuela” fue una frase repetida en nuestro país durante los últimos años. Las amenazas del hombre más poderoso del planeta, el conflicto de intereses entre potencias que, en una pequeña parte, se radica en este país y el no poder escaparle al Covid-19 acentúan los problemas que se vienen acarreando desde hace ya mucho tiempo. Nadie en su sano juicio debería querer estar como Venezuela hoy. Para ello hay que fijarse en los errores cometidos allí durante los últimos 20 años, para no repetirlos.
Fuente: El Entre Ríos

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