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Bachelet denunció más de 2000 ejecuciones en 2020
Bachelet denunció más de 2000 ejecuciones en 2020
Bachelet denunció más de 2000 ejecuciones en 2020
A pesar de los intentos por justificar el proceso de radicalización que vivió la política venezolana en los últimos 21 años, es innegable que el chavismo ha sido un rotundo fracaso y una experiencia trágica para la tierra que vio nacer a Simón Bolívar.

El legado de Hugo Chávez difícilmente podía seguir sosteniéndose sin una mayor dilución de las instituciones. Más aún si la situación económica no era favorable, como si lo había sido en la primera década del siglo XX con el boom de las commodities y el precio del petróleo en un nivel altísimo. Entre crisis y crisis de diferentes índoles, Chávez se convirtió en la principal autoridad de una democracia delegativa. Siendo que representaba a la gran mayoría de la población y que quería guiar el país hacia un cambio acorde a los supuestos intereses nacionales, pero con la menor cantidad de estorbos institucionales posibles, poco a poco su modelo fue decantando en un autoritarismo competitivo. Allí, la oposición, las minorías y las demás instituciones perdían cada vez más espacios para frenar el poder de acción de Chávez y el de Maduro cuando sucedió al exmandatario fallecido.

Venezuela finalmente se convirtió en una dictadura en mayo de 2016, según las visiones más academicistas, cuando Maduro extendió un estado de excepción y la emergencia económica, lo que implicó la suspensión de las garantías constitucionales y la arrogación de la suma del poder público para el Ejecutivo, que pasó por alto la voluntad de la Asamblea Legislativa (que en aquel momento tenía mayoría opositora).

El chavismo ha sido un proceso cambiante. Si bien hubo advertencias acerca de los desastres a los que se podía arribar con sus proyectos políticos y económicos, nunca hubo completa certitud (aunque las probabilidades estaban) de que el régimen se mantendría a toda costa y sin claudicar, a pesar de la crisis humanitaria que se desató en Venezuela.

A los problemas que tanto mencionamos, como la pobreza, los incontables actos delictivos, el desabastecimiento generalizado, la hiperinflación, la emigración masiva, los atropellos autoritarios, etc. se le suma uno más preocupante: una nueva acusación por crímenes de lesa humanidad. ¿Era de esperar? Las chances eran demasiadas, pero en estas dos últimas semanas los informes fueron mucho más precisos, y al mismo tiempo desesperantes.

Con el Tribunal Supremo de Justicia, las Fuerzas Armadas, y demás instituciones de su lado, sumado a que las voces opositoras tienen poquísimo margen de acción, el panorama era, y es, el siguiente: por un lado, se pueden intuir diferentes casos de abuso de la autoridad y de persecución a los opositores. Entre tantas otras cosas, hemos podido observar la viralización de videos donde se veían tanques embistiendo a la población civil que se manifestaba en contra del gobierno (algo que incluso avaló un expresidente de un país del Mercosur) o la encarcelación de opositores como Leopoldo López, injustamente llevado a prisión. Por otro lado, y más allá de estos indicios y conjeturas, se ha vuelto difícil saber si se trataba de casos particulares o si ha habido una política de estado definida para lidiar con los vendavales opositores.

La Misión Internacional Independiente de la ONU sobre Venezuela fue tajante con respecto al tema. A pesar de que el gobierno venezolano rechazó o hizo caso omiso a las solicitudes de la ONU para llevar a cabo esta misión y de que la pandemia dificultó las posibilidades de viajar, los integrantes del cuerpo que debía hacerse cargo de la investigación lograron hacer 274 entrevistas a distancia (a testigos, familiares de presos políticos, exfuncionarios, etc.) y analizar documentos confidenciales. La conclusión, de manera resumida, fue que, desde 2014, ha habido una coordinación, a través de políticas de estado, mediante la cual se violaron los derechos humanos y se persiguió a los opositores. Los crímenes cometidos van desde persecución y represión selectiva de opositores hasta ejecuciones, desaparición forzada de personas, mutilaciones, torturas y más.

Marta Valiñas, quien condujo esta investigación, aclaró que no eran casos aislados, sino que se trató de un plan conducido por las autoridades supremas de Venezuela y que fue llevado a cabo por La Guardia Nacional, las fuerzas policiales, el servicio de inteligencia (SEBIN) y las fuerzas parapoliciales que responden a Maduro, a Diosdado Cabello o a los demás miembros del gobierno. A Valiñas se le sumó la expresidente de Chile y actual Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, quien hace algunos pocos días denunció que hubo más de 2000 ejecuciones extrajudiciales entre enero y agosto de este año a manos del régimen de Maduro.

¿Quién hubiera pensado que la Revolución Bolivariana -a través de los colectivos chavistas (los famosos grupos de choque que se mueven en motos intimidando a la población), del SEBIN, de las instituciones que cayeron en manos del Poder Ejecutivo, y del uso de las fuerzas para fines propios- terminaría siendo una revolución con características propias del terrorismo de estado? Creo que muchos estimaban que este era un posible desenlace. Los funcionarios chavistas, lógicamente, no hacen más que negar todos estos hechos, decir que son parte de una operación estadounidense e incriminar a Donald Trump por todos los males que atraviesa Venezuela.

¿Qué ocurrirá con Venezuela? Por el momento el gobierno se mantiene. Ello se debe a la mano dura que mencionamos previamente y a que muchos de los militares se contentan mientras puedan preservar el negocio del narcotráfico. Pero no son los únicos motivos. La oposición ha sido paupérrima, en todo sentido, desde un principio. Tanto por los golpes de estado fallidos, como por no haberse presentado a elecciones cuando era necesario, por estar dividida, y por no tener un horizonte claro. La posición del presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, ha sido excesivamente parsimoniosa cuando los tiempos demandaban otra cosa, y el resto de la Mesa de la Unidad Democrática se lo está haciendo saber al decir que se presentarán a elecciones.

Con una oposición dividida, con el apoyo de Rusia, Irán o China, con una economía que de a poco puede mejorar gracias a la caída de controles económicos y a la tácita dolarización, y con la indecisión internacional acerca de qué hacer con Venezuela (más allá de los planes de Mike Pompeo o de Trump), la Revolución Bolivariana puede llegar a seguir de pie, lamentablemente. Más allá de cuál sea el desenlace, nada ni nadie podrá tapar los desastres hechos por este experimento autoritario. Y así como desde Argentina se pidió por mucho tiempo Memoria, Verdad y Justicia, lo mismo se debería hacer con el chavismo.
Fuente: El Entre Ríos

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