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Cruzas mal la calle y se te muestra cometiendo la infracción en todas las pantallas de la zona. Querés comprar un ticket de tren y ya no importa que tengas o no la plata, sino la valoración “social” de tu persona. Vigilados y “rankeados”, ¿estamos en las vísperas de cómo será nuestra sociedad en unos años?

Parece salido de una serie de ficción, pero no lo es. Ya sucede en China, donde las infracciones de los peatones son reproducidas en las pantallas del lugar mostrándote a vos, el infractor. Como si fuera poco, puede ser que tus datos (con tu cara incluida) sean luego publicados en redes sociales por la Policía para que todos te vean. Sí, a vos, que cruzaste mal la calle.

La vigilancia constante de la sociedad es algo que ya conocemos o que por lo menos sabemos que sucede. Miles de cámaras registran nuestros movimientos todos los días. Es más, en China ya son 176 millones y para 2020 quieren que haya 450 millones. En Pekín no hay donde escapar, todo el tiempo estás 100% vigilado.

Ahora, ¿somos conscientes que podemos ir hacia una sociedad donde la valoración social no sea simplemente algo que todos sabemos que existe sino algo tangible real presente en aplicaciones? Sí, no seremos más Juan X sino Juan X, con una valoración de 4,5 por otros usuarios.

Algo así planteaba la serie “Black Mirror” en el capítulo “Nosedive”: una sociedad de diferentes clases, determinada por la nota con la que los otros te puntean. Desde 2014 en China este modelo, el del buen ciudadano, se ha convertido en la forma de no solo observar de cerca a sus habitantes, sino también de separarlos en diferentes clases.

Están los ciudadanos de primera clase, que disfrutan de más oportunidades, descuentos y lujos; y los de segunda, que se sabe no pueden pagar deudas o alquileres, que alguna vez han participado de una manifestación e incluso en casos aún más absurdos que han sido vistos fumando en lugares no permitidos. Todos ellos forman parte de la lista negra.

Y no solo son las autoridades las que te pueden colocar en el casillero de ciudadano de segunda, sino también tus mismos familiares y amigos.

Es cierto que existen ciertas infracciones que son necesarias en la eventualidad de incurrir en un negocio con una persona que uno necesita saber. Tal es el caso cuando se quiere alquilar un inmueble: necesitamos saber a quién le estamos alquilando. ¿Tiene alguna inhibición vigente? El propietario necesita tener esta información, ahora de ahí a crear un sistema donde todo lo concerniente a nosotros esté disponible y en función de eso obtengamos o no determinados servicios esenciales, parecería que es ir demasiado lejos.

“Un lugar para encontrarlos a todos”, en eso parece estar convirtiéndose este sistema donde todos nuestros atributos son cuantificados. Ni hablar cuando estas calificaciones dependen de la subjetividad de otros sobre nuestra forma de ser.

¿Ya no seremos Juan X? No, seremos Juan X con xxx pesos en el banco, registro de pagos xxx, 350 amigos en redes sociales, interacciones con otros 450, interacciones políticas 0, definido por sus padres y amigos como “buen tipo”, y sin registros al momento de cometer infracciones como transeúntes.

No vamos a negar que hay cosas que tenemos que saber de los demás en determinadas ocasiones, pero tampoco podemos calificar a alguien en base a ello. Sino qué diferencia hay con las formas de segregación social de otros tiempos. Ninguna, solo que esta no se base en el color de piel o en el lugar donde naciste, sino en lo que los otros, sí en lo que otros, valoran sobre vos. Y de allí el número de peligros es infinito.
Fuente: El Entre Ríos

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