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Daría la impresión que las naturales expectativas que despierta la imprecisa posibilidad de vacunarse, haya hecho que nos hayamos olvidado de que el veneno del virus –discúlpese la escondida redundancia- sigue presente entre nosotros, y que su trasmisión está lejos de haber concluido.

Y así como en torno al virus se desencadenaron un sinnúmero de informaciones y de opiniones, no siempre coincidentes, esta equívoca nueva etapa, en la que se asiste a la conflictiva convivencia de virus y vacunas, no está exenta de situaciones similares.

Por nuestra parte, consideramos que la mayoría de esos análisis –sobre todo los que suenan a críticas, muchas de ellas fuertes y lo más grave, veraces- deben quedar para un etapa posterior, en la que será necesario preguntarse “qué hicimos mal, y qué podríamos haber hecho mejor”.

Mientras tanto, teniendo presente el viejo consejo que advierte que al mal tiempo lo mejor es mirarlo con buena cara, de lo que se trata es de pensar “en positivo”, tal cual es ahora frecuente hacer referencia a una actitud que representa una manera de ver las cosas, que está a un nivel más alto que el mero optimismo. Se trata, en definitiva, ni ver todo de color de rosa, ni de teñirlo de negro, sino de mantener la objetividad en la mirada.

Es por lo mismo que resultan condenables la infinidad de conflictos que se desatan en estos momento, tanto entre nosotros como en el resto del mundo, por cuestiones que deberían haber quedado “en suspenso” en las actuales circunstancias, y que dan la impresión de ser algo similar, no ya a esas peleas de ferocidad notoria que se desatan entre los herederos de alguien fallecido antes de haber sido sepultado, sino algo aún mucho más terrorífico, cual es el espanto escandaloso que provoca verlo mientras el inminente “finado” no ha llegado a serlo.

Todas ellas formas de asumir actitudes y desplegar comportamientos que han resultado y que seguramente se las podrá seguir viendo en el futuro hasta en los lugares más recónditos, mientras siga vigente la indicación, referida a quienes son los que resultan gananciosos cuando el río está revuelto.

Para ilustrar la forma en que desde una perspectiva “positiva” cabría ver las cosas, yendo de menor a mayor, es decir haciendo referencia sucesiva a actos de cada vez mayor entidad.

Comenzando con lo que se ha venido a conocer como “turismo sanitario”, en una clara referencia a algunas personas que han tenido la posibilidad de viajar desde aquí a un país en que es factible vacunarse contra el virus, sin que en ese momento hubiera que cumplir con ningún requisito, fuera del de la edad, y lo hubiera hecho.

Es que cualquiera sea el punto de vista que se lo mire, se asiste aquí a la presencia de una actitud de hipocresía moral –uno de los peores males que pueden aquejar- en la crítica muchas veces despiadada que provocan este tipo de hechos.

Es que lo primero que deberían preguntarse, quienes asumen una postura crítica al respecto, es acerca de lo que hubieran hecho de encontrarse en su lugar; o sea, de haber contado con posibilidades idénticas.

Es que pareciera que es ese afán de buscar notoriedad, en algunos casos, y de encontrar hechos que reúnen esa característica, para darlos a conocer, forma parte de un mundo en el que existe una puja por ponerse y poner todo “en vidriera”, es lo que pone en cuestión este tipo de críticas.

La cuestión hubiese sido otra, si se tratara de alguien que consiguiera de ese modo ser vacunado sin un riesgo mayor que el común, ya que de esa manera se hubiera privado a otra persona indeterminada a la que se la tenga comprendida en una categoría que incluye a “los más vulnerables” de contar con ella. Aquí sí quedaría justificado un reparo ético.

Es que de otra manera, y eso de haber efectivamente ocurrido, solo se hace presente la actitud pecaminosa –por llamarla de algún modo- en ese “hacerse notar”, que consideramos dañino, pero que no es diferente de la de tantos “delincuentes de guante blanco” que no se contentan con quedarse con lo ajeno, sino que tienen la compulsión de mostrarlo. Sucediendo ello a ojos vista y sin que a una gran cantidad de nosotros no se les vea moverse ni un pelo.

La siguiente cuestión a considerar, tiene que ver con el hecho de ver a muchos de nuestros máximos funcionarios vacunarse, en los casos que salten categorías establecidas.

Existe un primer motivo para no considerar este comportamiento como censurable, como lo sería el del capitán de un barco que, en medio de un naufragio, es el primero en abandonarlo.

Se debe aquí tener en cuenta que las personas así caracterizadas, al menos teóricamente, están incluidas en la categoría de “personal esencial”.

Al mismo tiempo que actuar de esa manera, significa una demostración de confianza hacia la “vacuna rusa”, una de las elegidas por nuestras autoridades para su empleo y la que tantas dudas en muchos ha provocado. En el mismo contexto se debe incluir “el acto de vacunación de la vicepresidenta”, más allá de la pompa escueta con la que fue realizado y hecho público, ya que ha actuado en la ocasión como acostumbra.

Cabe también la referencia a la explicable tensión que en algunos sectores de la población provoca la demora en que en nuestro país cuente con el número de vacunas suficientes para aplicar a una parte importante de ella. Una tensión que se ve agravada por la manera que, aparte de los funcionarios del propio gobierno, muchos medios de comunicación y dirigentes políticos se ocupan del tema.

Algo de por sí harto complejo, ya que al problema grave que significa contar con el número suficiente de vacunas, se agrega el de la logística indispensable –una vez que se produzca su arribo- para su distribución y aplicación.

Al respecto, y en una manera de sinceramiento, nos sentimos obligados a manifestar que nuestra preocupación mayor reside, no en el hecho de que lleguen a ser insuficientes las dosis a nuestra disposición, sino los fallos que se produzcan sobre todo en el momento de distribución y aplicación.

Temor fundado no en una inexistente falta de aptitud para desempeñar funciones de este tipo, sino por nuestra propensión a complicar las cosas a un gran costo y sin ningún beneficio. Es que no sería extraño que aflorara el problema de “quién y dónde” aplicará la vacuna.

Un ejemplo de lo cual lo tenemos en “la teatralización de una suerte de epopeya” con que se rodeó la partida y retorno de los aviones que transportaron las vacunas recibidas, al mismo tiempo que los anuncios repetidos y tantas veces rectificados que acompañaron esas búsquedas.

De lo que se trata es de alimentar la confianza que las vacunas llegarán y lo harán en cantidades suficientes. Mientras, que nadie, empezando por los que nos gobiernan, haga nada que erosione la paciencia que la espera torna necesaria, con un torpe manejo de la información.

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