Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Si dentro de lo opinable, existe -en materia económica- un sector en el cual encontramos coincidencias casi unánimes, es el agropecuario. Algo positivo, por una serie de razones, entre las que en los momentos actuales existe una que es la primera; cual es su capacidad de reaccionar de una manera más que rápida, frente al desafío que significa un incremento de la producción. Algo que es consecuencia de su enorme potencial, y la disposición al trabajo a todos los niveles de quienes son convocados a esa tarea.

Es más, ni siquiera en su caso, una convocatoria es necesaria; porque en momentos difíciles, aún con precios en baja y valor de los insumos en alza, no puede menos que provocar asombro y hasta admiración, escuchar entre hombres de campo decir: “Voy a sembrar de cualquier manera, porque no sé hacer otra cosa que trabajar”. Una muestra de obcecación fuertemente imbricada con un esperanzado instinto de supervivencia.

A lo que se agrega, con el objeto de apuntalar la importancia que tiene la producción agraria -en una visión abarcadora, que lleva a incluir tanto la ganadería, como la actividad forestal, la fruticultura y cultivos regionales específicos como es caso del tabaco o de la caña de azúcar, a los que se los señala tan solo a título de ejemplos-; se debe agregar el efecto multiplicador indirecto que tiene la actividad, si se tiene en cuenta el número de localidades de nuestro interior, donde hasta cuya misma existencia depende de la suerte de los hombres de campo, que viven en ellos o en sus alrededores. Como así de las industrias proveedoras de maquinarias e insumos, o que necesitan de la materia prima que el campo le suministra para su elaboración, sin olvidar a los servicios de todo tipo que tienen en la producción rural su sustento y hasta su razón de ser.

Frente a ese cuadro de situación, es inexplicable la manera -la que parece una constante con episódicos intervalos- que desde el gobierno se maltrata al campo, de una manera que ha hecho posible que, a esa forma de proceder, se la describa de una manera cabal, señalando que actuando de ese modo asistamos a la suicida matanza de “la gallina de los huevos de oro”.

De allí que resulte de especial interés la referencia a reflexiones hechas públicas por voceros de la Federación de Acopiadores de Granos, en las jornadas “A todo trigo”, celebradas bajo el lema "Una gran oportunidad", en ocasión de la iniciación de la campaña de siembra de ese cereal.

Máxime, cuando ellas comienzan con un reclamo que todos los argentinos podemos hacer nuestro; cual es el de la necesidad que “el gobierno tome el compromiso público de respetar normas que hoy nos rigen”. Algo que no es otra cosa que el reclamo de una de las caras de una única seguridad, que cada día vemos esfumarse con mayor velocidad, cual es la “seguridad jurídica”. O sea, la básica tranquilidad que significa que, al menos de la acción estatal, todos y cada uno, estamos en condiciones de “saber a qué atenernos”.

Es que es comprensible que, viviendo en medio de una emergencia, la misma necesariamente viene acompañada de reglas excepcionales; muchas de las cuales resultarían sencillamente escandalosas en tiempos normales.

Pero no se trata de eso, sino de un “ir y venir” observable en actitudes y decisiones oficiales. Las que hacen que se hagan presente voces que denuncian una acción sistemática “de tanteo”, o sea un proceder con el que se estaría probando “hasta dónde se puede llegar”. A lo que debe agregarse el señalamiento del temor de muchas voces agoreras, las que alertan acerca de la intención de que muchas de las medidas de excepción mencionadas “hayan llegado, junto con los poderes de la emergencia, para quedarse”.

Y en su caso concreto, aparte de seguridad jurídica, esos referentes del sector reclaman un sistema de atención, que no solo contemple estímulos y financiamiento adecuado, sino el abandono de un trato discriminatorio presente en medidas gubernamentales diversas.

Todo ello, de manera que los productores -y esas son sus palabras- se vean motivados a “la siembra hasta debajo de la cama”, con la mejor tecnología posible, porque la Argentina necesita exportar todo el trigo posible.

Dando sustento a esa afirmación, las mismas voces recuerdan que durante la última década, solamente de granos y derivados, el sector exportó más de 400.000 millones de dólares. Y que además de pagar los impuestos que pagan todas las empresas, de manera extra se aporta, en concepto de derechos de exportación o retenciones, unos 65.000 millones de dólares más.

También, en la misma línea, señalaron que en los últimos cinco años, la Argentina pasó de 56.000 millones de dólares a más de 65.000 millones en 2019, en lo que hace a la cuantía de las exportaciones. "La tasa de aumento de las exportaciones totales en estos cinco años fue de más de 2000 millones de dólares por año", se indicó.

"En 2019, de los 65.000 millones de dólares en exportaciones, entre 62 y 64 por ciento de ese valor lo aportó el complejo agropecuario. La cifra es muy considerable porque son 40.000 millones de dólares que aporta toda la actividad agropecuaria del país, donde al trigo le correspondió un poco más del 4 por ciento de ese número, al complejo sojero un 26 y al maicero un 9", se agregó.

"Unos 3000 millones de dólares es lo que aporta el trigo exportado, lo mismo que aporta el complejo de oro y plata, el doble de la industria farmacéutica que contribuyó con el 2 por ciento. Un poco más de la mitad de lo que aporta la industria automotriz y el doble de divisas de toda la actividad siderúrgica”.

Lo que se omitió señalar, con buen criterio, es que la producción de nuestro campo -y por ende el volumen de las exportaciones- pudo haber sido mucho mayor, a lo largo de los últimos quinquenios, de no haberse hecho durante mucho tiempo una política anti rural, de la que fuera una expresión más acabada y recordada el caso de “las retenciones a la soja”.

Al mismo tiempo, se pronosticó que en esta campaña ingresarán al país aproximadamente 3200 millones de dólares por exportaciones, de los cuales 380 ya quedarán en las arcas del Estado como derechos de exportación, se advirtió con una estimación de una cosecha de 21 millones de toneladas de trigo, prevista por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

De esa manera, los argentinos tienen la materia prima para el pan, asegurada, tal como se remarcó. Recuerdo atinado, porque no se puede olvidar a la serie de medidas que en su momento desalentaron la producción rural, las que fueron adoptadas con el pretexto que con ellas no se hacía otra cosa que defender “la mesa de los argentinos”.

Dentro de ese marco, vino a concluirse con una información, que parece ser la expresión de lo que sentimos la mayoría de nosotros. Fue cuando hizo mención acerca de la enorme cantidad de impuestos que pagan las empresas en la Argentina. "De los 165 tributos, solo 6 representan el 70% de la recaudación”. O sea que resulta evidente que no solo con relación al campo, nuestro despegue económico pasa, no por crear nuevos impuestos, como se conjetura puede llegar a suceder, sino por dejar de asfixiarnos con ellos.

Enviá tu comentario